Cinto Amat

Qué pasa en Berga?

El pasado 28 de mayo, de madrugada, murió en Berga Josep Maria Isanta, de 22 años, apuñalado por más de una arma blanca, mientras asistía a un concierto organizado por un colectivo de jóvenes de la ciudad, en el marco de la festividad de La Patum. Parece que la agresión partió de un grupo significado por otras acciones violentas anteriores. Entre los dieciocho detenidos hay menores (7), sudamericans y polacos, además de españoles. A rel de estos hechos se ha puesto de manifiesto una fuerte animadversión de los colectivos jóvenes de la ciudad hacia los mozos de escuadra: consideran negligente su actuación en no comparecer a tiempo para evitar la pelea (dicen que tardaron una media hora), mientras los mozos sostienen que s´ presentaron en pocos minutos. La Consejera Tura defiende la actuación de los mozos, a pesar de que lamenta que la prevención de los hechos resultara insuficiente; al mismo tiempo, denuncia que en actuaciones anteriores los mismos colectivos de jóvenes que ahora tratan los mozos de cobardes seenfrentaron gravemente tratándolos de perros, y que inclús organizaron una manifestación contra ellos el pasado noviembre por una operación antidroga que afectó algunos bares de la ciudad.

Dos cosas llaman particularmente la atención en todos estos hechos:

-El enfrentamiento tan radical con los mozos de escuadra, de parte de los colectivos jóvenes principalmente, pero también de una parte importante de la población que seha añadido, que no se ha estado de escridassar-los con consignas como "mozos donde erais", "cobardes"... Los mismos que estaban frontalmente en contra de la actuación de los mozos en una operación antidrogaexigen ahora la máxima efectividad.

-Se han recogido unas nueve mil firmas (la población de Berga es de poco más de dieciséis mil habitantes) para pedir que se haga "justicia", que no se dejen en libertad los detenidos; ha habido concentraciones para presionar ante el Jutjtat y ante la comisaría donde la jueza está tomando declaración a los detenidos por razones de seguridad; s´ha organizado una "casserolada" por los mismos motivos. El buen alcalde de Berga, Ramon Camps, primero se añadió a este sentimiento de exigencia de justicia, pero ayer por la tarde ya avisaba que todo este ajetreo podría dificultar la resolución del problema. El excalde se ofreció demagógicamente como intermediario entre la policía y la población, dándose a "estimar" entre la gente congregada ante la comisaría, mientras el actual alcalde se veía retomado con dureza por una parte de los jóvenes.

Qué está pasando? Qué pensaríamos de todo esto si los hechos se dieran en cualquier ciudad de Andalucía, de Galicia, de Castilla, de Madrid...? Hablaríamos quizás de revancha, de xenofobia, de discriminación, de explotación de sentimientos primarios, de aprovechamiento demagógico de la situación para sacar rédito político...?

Los colectivos que se presentan como antisistema no dudan al manipular, en su favor, las instituciones del sistema, en este caso la policía. Algo de semblante puede estar pasando en Sabadell. No es admisible que aprovechen la oportunidad para crear confusión, para interpelar hipócritamente una institución que han demostrado que querrían que no existiera.

El más grave, pero, es esta sensación de connivencia de amplias capas de la población en la exigir "justicia" hasta las últimas consecuencias, de acuerdo con patrones que no tienen que ver con la necesidad de convivir ordenadament y en paz sino con el afán de "pedir cuentas", de buscar satisfacciones inmediatas más allá del que pueda ser penalmente exigible y cívicamente razonable. Cómo tantas otras veces, los media (especialmente, y lamentable, Tv3 ) se han sumado al corazón de los llamativos, sin mucho matices. Una crónica en directo de ayer a primera hora de la tarde parecía talmente un reportaje del "faro west", con el pueblo amotinado a las puertas de la oficina del scheriff. El falso respecto a una opinión generalizada que parte de reacciones emocionales, que no tiene nada de democrático y mucho populista y demagógico, puerta a dar por sensatas propuestas del todo aberrantes, como la de tener por supuesto que la jueza tiene que acordar, de entrada, el encarcelamiento de todos los detenidos y naturalmente su alejamiento de Berga. Separar, alejar, distinguir, etiquetar... No somos un pueblo que cree en la primacía de la libertad por encima de la represión y la seguridad? No decíamos que esto de aplicar medidas preventivas era el correlato de la guerra preventiva, de la doctrina de los neocons nordamericans? Dejamos que la justicia haga tranquilo-lamento su trabajo, con el rigor y la atención a la realidad de los hechos probados que le tienen que ser propios. No presionamos para obtener una satisfacción emocional, una punición desproporcionada que pase por encima de las garantías más elementales y por encima de los derechos de las personas.

El que pasa es un fiel reflejo de la crisis de la aplicación del derecho penal, y sancionador en general, en esta sociedad globalizada que nos ha tocado vivir, en qué funestas consecuencias no somos inmunes por más que a menudo nos podamos sentir tan orgullosos de habitar este rincón amable del Meditarrani llamado Cataluña. Sufrimos una devaluación de los modelos racionales de aplicación de sanciones para obtener beneficios inmediatos, dentro de una cultura de la eficacia que legitima cualquier renuncia a las garantías. Triunfa la idea de emergencia y el traslado del debate punitivo a los medios de comunicación. En el lenguaje mediático predomina el que es perentori y la simplificación del mensaje, el que hace que no se pueda obtener la matización y el equilibrio necesarios en el tratamiento de temas penales. En un interesante artículo al Pais el Magistrado del T.Supremo J.A.Martín Pallín ("La sangre de las víctimas", 24/05/05), advertía que la escenificación del dolor de manera permanente y la apelación a los sentimientos y emociones de los ciudadanos para hacer política sólo puede conducir el Estado a una regresión a etapas ya superadas, que la legalidad constitucional no hace hincapié de la política criminal en la dureza implacable con el criminal, sino en la serenidad, proporcionalidad y racionalidad de la respuesta.

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