La 28ª Liga de la historia del primer equipo masculino de fútbol del Barça es y será recordada como “la liga de Lamine Yamal”. El de Mataró ha sido el gran protagonista -en un contexto coral como el del equipo azulgrana, claro está- gracias a la huella, liderazgo y referencia que con tan solo 17 años ya ejerce con una naturalidad e irreverencia espectaculares. Quien ha convertido Rocafonda en más conocida que Mataró y el 304 en un motivo de orgullo y denominación de origen ha sido él: un menor. Una bendición, si se lo preguntas a la gente del Barça y seguramente una maldición si eres del Madrid o del Espanyol.
El Barça ha vivido una temporada extraordinaria que marca el inicio de una nueva era, capitaneada por un líder insólitamente joven: Lamine Yamal, con solo 17 años. Su gol decisivo en la victoria que selló la 28ª Liga del club contra el Espanyol no solo fue estéticamente brillante, sino simbólico: representa el amanecer de un nuevo ciclo con él como referente. Lamine juega con una madurez impropia de su edad, como si llevase años gobernando partidos de élite. Tiene el fútbol en la cabeza y lo controla con una naturalidad sorprendente. Es uno de esos jugadores tocados por una luz especial.
La prensa deportiva, la generalista y la internacional coinciden, al día siguiente de la victoria del Barça en la Liga, en un mismo punto unánime: el reconocimiento de Lamine Yamal como la nueva estrella mundial, como el gran referente de la nueva etapa del fútbol, como un fenómeno social y mediático que apenas comienza a despuntar. Desde los periodistas más forofos hasta los analistas más ecuánimes coinciden: Lamine ha explotado, esta es su Liga y lo que viene por delante es especialmente prometedor.
De hecho es la segunda Liga
Lamine Yamal ya ha levantado dos Ligas sin haber alcanzado la mayoría de edad, y su presencia en los partidos clave ha sido decisiva. Elegancia, talento y carácter silencioso, como el que mostró marchándose del campo sin estridencias tras el pitido final en Cornellà. Si el futuro es suyo, es porque ya lo domina desde ahora.
Este Barça, dirigido por Hansi Flick, ha sido imperial en las competiciones nacionales, pese a la pequeña mancha europea. La solidez colectiva, combinada con la genialidad individual de jugadores como Fermín y, sobre todo, Lamine, ha consolidado un proyecto ilusionante. El Clásico y la batalla en Milán dejaron huella, pero nada borra la sensación de que el Barça ha vuelto. Y lo ha hecho con un niño de Mataró al timón de un equipo campeón.
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