Dígame cómo haces la crema de calabacín y te diré cómo eres como persona. Queda bien el eslogan, oi? Nos lo podemos imaginar como reclamo de algún tipo de disciplina infusa, entre la astrología y el misticismo. En una consulta con algún "òleg", cómo por ejemplo un psicólogo. Derramando creativa o mucha tierra a La Habana, pero psicólogo. "Siegue aquí y explíqueme cómo hace la crema de calabacín", señalando el diván. Es pura ficción pero podría ser. Si hay gente que interpreta la caligrafía o preguntas recargolades en testos psicotècnics, la opción de analizar la gastronomía puede bien ser. Seguro que alguien hay hecho o podría hacer la primera cáscara.
Centrémonos, que venimos a hablar de la crema de calabacín. Con permiso de la de puerros (vichyssoise para ser más señora), la pòcima líquida vegetal más tendido, fácil y practicada, con permiso del gazpacho estival. La de calabacín no tiene nombre afrancesado ni le hace ninguna falta. Es una receta básica, fácil y de resultado garantizado. Caliente en invierno o fría en verano, cruza todas las estaciones con posibilidades de apetecer. Que tenga requesta es una noticia celebrada por nutricionistas y otras "istes" porque obviamente, cómo todo el que es verde (menos el helado de menta y destilados cómo el Chartreuse) es básicamente sano.
Verdura de verano que ahora se encuentra siempre
Hemos dicho que se puede tomar siempre y que caliente en invierno rehace, porque de hecho encuentras en plaza siempre. El calabacín, aquí, es cosa de verano. Cuando además nos obsequia con el secreto inconfessable e irresistible de su flor (la mejor!) pero entre los otros comarcas y los túneles de invernadero, se encuentra cada semana.
Aquí, ahora y hoy, desde esta humilde tribuna nos declaramos fervientes seguidores, militantes y partidarios de la crema de calabacín. Amantes de la cosa elocuente, de ir por trabajo, e incluso de cocinar el fin de semana (horas valle de la maldita factura eléctrica, elemento a tener en cuenta) para tenerla ya hecha y en frío. Una crema de calabacín que algunos querrán que "sopegi" más líquida y otras que tienda a textura cimentosa. Variable, diferente, compensable según proporciones pero siempre respondiendo al mismo esquema.
El de pasar por óleo la cebolla o el puerro, añadir el calabacín y la patata, para después cubrir de agua (o de caldo vegetal) y a hervir hasta que después triturem o licuamos. La cosa más fácil del mundo que puede resultar insípida o incluso vulgar pero a la cual le podemos practicar variantes para amenizarnos, sea por gusto o necesidad.
Maneras de hacerla y acompañarla para todos los gustos
Por eso repasamos seis opciones para hacernos la crema de calabacín todavía más nuestra.
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Con patata o sin, por la textura
Más o menos líquida, cómo quieres la crema? La clave aquí es la patata, a pesar de que también hay quien no posa. O quien espesa con otros elementos, desde el moniato a la xirivia. El más recomendable es, seguramente, ser escadussers con la patata. Pero siempre podemos echar más. -
Con formatget o sin
Cuando probáis una crema especialmente cremosa, más ligada, más redonda es porque han echado algún formatget o incluso nata líquida. Es el toque habitual y más clásico, que hace que algunas propuestas sean visiblemente más greixoses que las versiones más "light" y por lo tanto más sanas. -
Con otras verduras
Abanico abierto a incorporar el que queramos. Puerros en lugar de cebollas. Brécoles y parientes cómo el romanesco, zanahoria o calabaza (eso sí, el verde se nos escapará) o incluso col (atención, que domina demasiado). Ir versionant una base más o menos recurrente con verduras que tengamos o que, sinceramente, nos hayan sobrado puede convertir cada crema de reaprofitament o de hacer neto del caixó de los vegetales en una experiencia diferente. -
Con especies
Algún día tendremos que hacer parada y fonda para hablar del mundo de las especies y otros elementos aromatitzants. Con la crema de calabacín hay quién posa jengibre, quien se va al curry o quien conoce otros y se atreve, de la cúrcuma al tikka masala. Sinceramente, cuestión de ensayo y error. Y siempre mejor de pizca en pizca que de puñado en puñado. -
Con un toque picando
Especialidad de la casa, una crema que no nos caliente un poco el interior de las mejillas, la garganta y el tramo inicial del aparato digestivo es menos crema. Podemos echar de ajo, a pesar de que es arriesgado. El que doy garantía es de dorar la verdura con óleo picando y de echar bitxo (uno o dos, no os pasáis!) a hacer la hervida. Nos dará un regusto portentoso y si a alguien no le gusta el picando quizás la basura llorar y todo. -
Con crostons y pedazos
Una crema sola puede ser triste o aburrida cómo un martes de noviembre. A la hora de presentarla, seamos originales. Crostonets tostados de pan? Es una opción. Con pan de ajo, quizás mejor. Qué más? Pues queso tachado o virutas de jamón. O frutos secos troceados. O pedazos de calabacín, hechos con un pelador. O "palets" de zanahoria, o… el que sea. Pero posemos algo que nos lo remate. Incluso, aromatitzant, albahaca de hoja larga, cuando es verano. Imaginación al poder!