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La muerte explicada a los hijos

Contingut Expert

Cuando la muerte es anunciada: ¿cómo explicarlo a los niños?

Cabré Junqueras reflexiona sobre como los adultos de una familia tienen el papel de contener, acompañar y transmitir seguridad a los más pequeños ante una situación de pérdida o de luto

Cuando una persona querida recibe un diagnóstico de enfermedad grave e irreversible, la familia se enfrenta a uno de los retos más difíciles que existen: convivir con la muerte anunciada. Cuando hay niños en casa, la situación se vuelve todavía más delicada y frágil. ¿Cómo hablar de ello? ¿Cómo protegerlos sin mentirles? ¿Qué es mejor: decir la verdad o evitar el tema? Estas son preguntas que aparecen una y otra vez en momentos de gran vulnerabilidad emocional.

Los expertos en psicología infantil coinciden en que la sinceridad es esencial. Los niños y niñas perciben mucho más de lo que a menudo imaginamos: silencios, cambios de humor, conversaciones a medias, miradas preocupadas… Ocultarles la realidad no los protege, sino que puede generar confusión, miedo y ansiedad. La clave está en adaptar el lenguaje a la edad y a la madurez de cada niño, ofreciendo respuestas claras, concretas y sin metáforas ambiguas que puedan generar malentendidos (como “se ha dormido para siempre” o “se ha ido de viaje”).

Es fundamental que los niños se sientan parte de la realidad familiar y que se les dé espacio para despedirse y expresarse. Hacer un dibujo, escribir una carta, preparar un regalo simbólico o simplemente pasar tiempo con la persona enferma son gestos que ayudan a integrar la experiencia y elaborar el duelo de forma más sana. No incluirlos en el proceso puede hacer que el duelo sea más confuso o doloroso después.

También es imprescindible validar todas las emociones: miedo, rabia, tristeza, culpa o incluso indiferencia. Ninguna emoción es incorrecta. Los adultos tienen el papel de contener, acompañar y transmitir seguridad emocional, y eso incluye mostrar también las propias emociones. Llorar delante de los niños no es debilidad: es un modelo de honestidad emocional. Enseñar que estar tristes es natural ayuda a los pequeños a entender que el dolor puede compartirse y sostenerse en familia.

Otro aspecto clave es mantener cierta normalidad. Continuar con las rutinas escolares, los juegos, las actividades cotidianas y los momentos de alegría ayuda a evitar que la enfermedad lo ocupe todo. La estructura y la previsibilidad aportan estabilidad emocional en momentos de incertidumbre.

En definitiva, gestionar una muerte anunciada cuando hay niños en casa es un ejercicio profundo de amor y valentía. No se trata de evitar el sufrimiento —porque el dolor forma parte de la vida—, sino de acompañarlo con verdad, ternura y presencia. Los niños no necesitan que los protejan de la realidad, sino que los ayuden a entenderla. Cuando esto ocurre, el recuerdo de la persona querida se construye desde la paz, no desde el miedo.