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Lluís Bassat

Albert Ràfols-Casamada (Y)

Conocí a Albert Ràfols-Casamada y en la Maria Girona en 1973, cuando me incorporé al accionariado de la Galería Adrià de Barcelona. En aquella época, su director, en Francesc Mestre, me fue presentando los diferentes artistas de la galería. Desde el primer momento me insistió reiteradamente en que en Ràfols y en Guinovart eran, en su opinión, los dos artistas con mayor proyección presente y futura.

He escrito de en Guinovart en muchas ocasiones. Hoy quiero centrarme en la figura de Albert Ràfols-Casamada muerto el 17 de diciembre del 2009 a los 86 años. De Albert siempre me admiró su elegancia personal, que se veía perfectamente reflejada en su obra, también elegante y poética. Alto, con una melena perfectamente cuidada que conservó hasta su desés, sólo con el cambio de color del moreno al blanco. Una mirada penetrante y una habla tranquila. Su catalán era riquísimo, cosa que se puede comprobar en la cantidad de textos que escribió, tanto en prosa como sobre todo en verso.

Recuerdo la primera vez que él y la Maria vinieron a cenar en casa mía. Si la memoria no me falla, aquella noche también compartimos mesa con el diseñador Miguel Milá y su mujer Cuqui. Fue una noche maravillosa en la que la vieja amistad de Milá y los Ràfols-Casamada nos permitió adentrarnos en la vida y los recuerdos de este extraordinario pintor.

A cada nueva exposición que se hacía de Albert a la Galería Adrià, yo compraba uno o dos cuadros antes de abrir las puertas. Me pude permitir el lujo de escoger aquello que consideré la mejor obra de en Ràfols de los años setenta. Quiero comentar también, que entre exposición y exposición de Albert, siempre hacíamos una de la Maria Girona, no sólo una gran artista sino también una gran persona, esposa y compañera de Albert durante toda su larga vida.

A pesar de que los años posteriores al 1973 fueron durísimos porque justo entonces empezó la crisis del petróleo que en España no se superó hasta comienzo de los ochenta, la obra de Albert Ràfols-Casamada se vendía bastante bien. Ya tenía una serie de seguidores y admiradores entre lo mejor de la sociedad barcelonesa y catalana. Cada inauguración era una auténtica fiesta con gente que llenaba la galería a tope. Escritores, poetas, otros pintores y también arquitectos, diseñadores, publicitarios, médicos, industriales... que veían en la obra de a Albert Ràfols-Casamada la modernidad sin estridencia.

Nuestra amistad con la Maria y Albert fue creciente día a día. Compartíamos muchas cosas y sobre todo compartíamos el punto de vista estético no sólo del arte sino también del diseño, de la arquitectura, del urbanismo. Hablábamos de las plazas de Barcelona y del desarrollo de nuestra ciudad. Recuerdo que lo hizo muy feliz que el Ayuntamiento de Barcelona le encargara pintar el techo y las paredes de una de las dependencias más visitadas. Recuerdo también perfectamente cuando el Restaurante Neichel le pidió en la Maria Girona que pintara el techo de una parte del restaurante así como unas paredes y columnas.

Hablamos muchísimas veces del arte internacional y no había ninguna duda de la admiración de Albert Ràfols-Casamada por Mark Rothko. De hecho, algunos americanos que han visto la obra de en Ràfols, aquí en España, lo han calificado “del Rothko español”.

Cuando nos trasladamos a nuestro último piso, en Miguel Milá, que se encargó de hacernos la arquitectura interior, nos propuso de cambiar los vidrios plomados de una ventana por un dibujo de en Ràfols. En aquel momento, alrededor del 1988 si no recuerdo mal, me pareció que en Ràfols no lo aceptaría, empleo no fue así -seguramente más por amistad que por la importancia del proyecto- e hizo dos trabajos preparatorios para la ventana absolutamente extraordinarios. Supervisó personalmente el resultado de grabar su trabajo al vidrio y desde entonces, cada vez que paso por ante esta ventana interior, no puedo dejar de pensar en Albert, en su talento y en su generosidad.

Cuando el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el MACBA, le dedicó una merescudíssima exposición antológica, Albert me pidió en préstamo algunos de nuestros cuadros. Se los dejamos y os puedo asegurar que las obras lucían mucho más a las paredes del MACBA que a las paredes de casa mía.

Es por todo ello que tengo tanto de interés en que la obra de Albert Ràfols-Casamada acabe ocupando una sala especial al Museo que con tanto de afán estamos preparando para la ciudad de Mataró. De hecho, la primera exposición de nuestra colección en Mataró, que tuvo lugar el verano del 2008 a Can Palacete, la dedicamos precisamente a Albert y la Maria, como prueba, entre otras cosas, de la admiración y el afecto que sentimos por estos artistas.

Lee el resto del artículo a Albert Ràfols-Casamada (e II).