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Francesc Masriera

Albi

Estas vacaciones, como siempre que tengo oportunidad, me he escapado en Francia con el objetivo de conocer los sectores salvaguardados de varias ciudades, en estos caso provenzales. Y también como siempre que lo hago he ignorado televisión, radio, prensa, internet y cualquiera otro medio que pudiera distraerme del objetivo perseguido. No hace falta que os diga que los días se me han hecho curso y que, una vez más, he sentido sana envidia de cómo Francia ha sabido preservar sus ciudades históricas.

Al volver, repasando la prensa de los días que he sido fuera, he podido leer que, durante este mes de agosto, la UNESCO ha declarado la ciudad de Albi patrimonio mundial de la humanidad. Quizás porque pude visitarla no hace demasiado, la satisfacción ha sido inmensa.

Albi, al departamento del Tarn, con más de 50.000 habitantes, es un magnífico ejemplo de como prosperar manteniendo la identidad. De hecho, la razón principal por la que la UNESCO ha decidido considerarla patrimonio de la humanidad ha sido que, en el decurso de los siglos, el conjunto de monumentos y barrios casi no ha experimentado cambios importantes. La imponente Catedral de Santa Cecília, el majestuoso Palacio episcopal, las calles y las plazas medievales, los palacetes de estilo renacentista, el color rojizo de los ladrillos de los edificios, el puente viejo, el museo de Toulouse-Lautrec, el río Tarn, etc.. son argumentos más que suficientes para merecer la declaración. Al respeto, contemplar todo el conjunto desde la ribera opuesta del río, al barrio de Madeleine, es de aquellas impresiones que por sí sola vale una visita.

Hablando de impresiones, días antes de marchar de vacaciones, admirando el libro "Los impresionistas se entretienen" de la autora Pamela Tood, leí que el pintor Alfred Sisley había escrito, en una carta dirigida a un amigo, en 1880, "que cada cuadro muestra un lugar del que se ha enamorado el artista". Cómo me gustaría saber explicar con pinceladas las impresiones que tuve mientras, boquiabierto, iba de un lado al otro de Albi.

La belleza de Albi, principal sede de los cátaros, la ciudad de los buenos hombres, es un regalo para la mirada. Deleixo para volver y adentrarme, paseando las calles, reponiendo las plazas, contemplando los edificios y escuchando la gente, en la historia de esta maravillosa ciudad occitana.

Me acompañaréis?