Ya empieza a ser costumbre que el espacio Renacuajo sirva la última inauguración del año, y que además sea esta una muestra bien valorable cómo marcando el camino del deseo de un año artístico todavía mejor. Este año no rompe, ni de lejos, esta incipiente tradición presentando la magnífica mirada que nos presenta Antoni Lleonart bajo el título de Años 70. Antoni Lleonart es un artista que bien podríamos calificar como atípico. Reconocido con absoluta unanimidad por sus compañeros , en cambio es un artista muy desconocido del público en general. Una antítesis que tiene unas razones fáciles de explicar. Antoni Lleonart es un creador nato con un importante nivel tanto de conceptos como de técnica, que pinta siempre aquello que su espíritu precisa , sin sentir ningún tipo de presión en el que podríamos decir evolución o continuisme. Es por eso que se capaz de pasar de un lado a la otra sin ningún tipo de continuidad, pero a la vez en una camino lleno de coherencia. Un camino pero pleno de silencios y de salidas a contracorriente, capaces de despistar a cualquier seguidor si este no es impenitent. No hace paso demasiado que celebrábamos su exposición paisajística , presentada a Can Caralt de Llavaneres , cuando ahora nos sorprende con un verdadero flash back, enfrentando dibujos y acuarelas de hace cuarenta años con otros de actuales, en una vis a vis sin vencedores ni vencidos, en el que las obras se dan la mano mediante un preciosismo técnico fuera de medidas -el estudio de transparencias de las acuarelas es estrictamente magnífico- a la vez que su diálogo de intenciones, siempre con la crítica como protagonista activa o latente, sigue siendo tanto acertado, como ácido, irónico y penetrante. Cuarenta años de diferencia para unas obras parejas en estilo, calidad e intensidad, quiere decir mucho. Y más con toda la historia otros conceptos por medio. Quizás alguien puede llegar a pensar en aquello del cierre de círculo y de ciclo. Del rueda el mundo y vuelve al... Pero no es así. Ante circunstancias de crisis parejas que no parecidas, Lleonart responde de nuevo con sus personajes , con su norma, con esta estilística capaz de relacionarse tanto con Klee cómo con Steimberg, para ofrecer una mirada ágil, pero tintada de una buena dosis de chasco, de los tiempos que vivimos y de los que nos esperan. Y todo redondeado con cinco magníficos personajes, de lecturas claramente Saura que presiden la muestra bendiciéndola. Una exposición la de Antoni Lleonart que hay que visitar detenidamente y que tendría que servir para colocar definitivamente en el artista en el lugar de privilegio que merece en el siempre escarransit Parnaso local.