La nueva película de Terrence Malick 'El árbol de la vida' ha provocado una cadena de reacciones muy enfrentadas entre los partidarios del film –pocos- y sus detractores. Con sus protagonistas Brad Pitt y Sean Penn, la película ha atraído en las salas de cine un público mayoritario no siempre preparado para el discurso filosófico que, generalmente, ha definido el cine de este realizador. Discurso filosófico que en esta ocasión se pierde por terrenos espirituales y religiosos hasta un punto de no regreso. Perdido en su propia divagación mística, Malick arrastra el espectador cabe el caos más absoluto, y disparo de algunos acèrrims y muy voluntariosos seguidores que quieren encontrar la grandeza de sus obras anteriores, la confusión general que provoca 'El árbol de la vida' a lo largo de sus llarguíssimes dos horas y media se acaba convirtiendo en irritación, tedio, aburrimiento, deserciones multitudinarias y odio, mucho de odio hacia la película y su creador.
En la línea de clásicos como el 2001 de Kubrick o incluso Stalker de Tarkovsky, parece que de entrada 'El árbol de la vida' busca explicarse los coms y porqués de la condición humana buscando en el origen de la especie y todavía más atrás, en el big bang que dio origen a la existencia (con un tipo de prólogo muy espectacular, con aparición de dinosaurios y todo, pero fuerza inútil a la hora de explicarse nada del tema o el argumento). De este macro, Malick avanza hacia el micro de una familia tipo para explicar una historia tan sencilla y tan universal como la de las relaciones entre padres e hijos. Y todavía va más allá para intentar reflejar, a través del personaje de Sean Penn, como todo el mundo acaba siendo el resultado de aquello que ha vivido y heredado de pequeño. Todo ello relatado con un estilo ampulós, barroco y extraordinariamente caótico, con una estética publicitaria que llena la película de planes guapos, pero totalmente gratuitos, y con una mística de poca monta con qué Malick pretende, pero no consigue, vendernos gato por liebre.
espaiisidor.blogspot.com
En la línea de clásicos como el 2001 de Kubrick o incluso Stalker de Tarkovsky, parece que de entrada 'El árbol de la vida' busca explicarse los coms y porqués de la condición humana buscando en el origen de la especie y todavía más atrás, en el big bang que dio origen a la existencia (con un tipo de prólogo muy espectacular, con aparición de dinosaurios y todo, pero fuerza inútil a la hora de explicarse nada del tema o el argumento). De este macro, Malick avanza hacia el micro de una familia tipo para explicar una historia tan sencilla y tan universal como la de las relaciones entre padres e hijos. Y todavía va más allá para intentar reflejar, a través del personaje de Sean Penn, como todo el mundo acaba siendo el resultado de aquello que ha vivido y heredado de pequeño. Todo ello relatado con un estilo ampulós, barroco y extraordinariamente caótico, con una estética publicitaria que llena la película de planes guapos, pero totalmente gratuitos, y con una mística de poca monta con qué Malick pretende, pero no consigue, vendernos gato por liebre.
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