El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Para mí todos los días tendrían que ser de la mujer. Cada día del año las tendríamos que homenajear. Por el que sufren, por el que dan, por el que aguantan. Por qué todavía no nos han dado puerta a los hombres.
Por otro lado, lamento que hayamos de reivindicar con un día especial el papel de las mujeres. Señal que encara no han conseguido todo aquello a que tienen derecho.
Desde el año 1975, Año Internacional de la Mujer, se celebra el 8 de marzo, para conmemorar la lucha histórica para mejorar la vida de la mujer. Una lucha que continúa todavía.
La idea de celebrar un día internacional de la mujer surgió a finales del sègle XIX, en plena revolución industrial. Una celebración que recoge viejas reivindicaciones, como aquella de Lisístrata en la Antigua Grecia, que hizo la primera huelga de coños caídos contra los hombres, para parar una guerra. Testigo que recogieron desprendido otras mujeres durante la Revolución Francesa, esta vez reclamante lliberté, égalité y fraternité.
Desprendido fueron las sufragistas que reclamaban el derecho de voto para las mujeres las que recogieron la antorcha en esta desigual lucha por la igualdad. Y hoy en día, incluso en este mal denominado primer mundo, todavía las mujeres luchan para conseguir que se las trate igual que los hombres.
La historia más tendido sobre la conmemoración del 8 de marzo hace referencia a los hechos que sucedieron un 8 de marzo (a pesar de que esta fecha ha sido cuestionada por varios historiadores e historiadoras) en 1908, en los Estados Unidos. En una fábrica textil de Nueva York, 146 mujeres murieron calcinadas en un incendio provocado por las bombas incendiarías que fueron tiradas contra la fábrica mientras las mujeres permanecían a su interior. Se habían cerrado como protesta por sus condiciones laborales: bajo salarios y pésimas condiciones de trabajo. A pesar de que las fuentes discrepan sobre las fechas y según otras fuentes, este suceso no se puede liberar de la huelga de más de trece semanas de duración que las empleadas y los empleados del sector textil trajeron aterme en el East Side de Nueva York, donde participaron más de 20.000 obreros en su mayoría mujeres, aquellos hechos fueron de una gran trascendencia en la historia social de los Estados Unidos y por extensión del movimiento obrero feminista.
Hoy, más de cien años después, todavía quedan muchos hitos para conseguir. La igualdad todavía no es real. Sin ir más lejos, a mi empresa, una entidad financiera con más de mil persones empleadas, las mujeres no ocupan prácticamente ningún alto cargo. No llegan al 34% de contratación y se pueden contar con los dedos de una mano cuántas son Jefas de Departamento o Cabes de Zona. Y cuando se quedan embarazadas todavía tenemos que sentir comentarios misògins por parte de algunos hombres.
Una igualdad que no es efectiva y por la que tenemos que continuar luchando. Tenemos que luchar, como aquellas mujeres que se jugaron la vida para reclamar el que consideraban justo. Ellas quisieron transformar la realidad, y lo consiguieron. Con sangre, sudor y lágrimas, muchas lágrimas, y mucha sangre. Y nosotros, hombres y mujeres panxacontentes del primer mundo no sólo las tenemos que rescatar del pozo del olvido sino que tenemos que recoger su testigo, luchando cada día para erradicar las injusticias que todavía crecen como la maleza a nuestro lado.
Porque no vale mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, vemos como un hombre maltrata una mujer, y no decimos nada. Porque no vale mirar ninguno otro lado cuando, por ejemplo, a nuestro trabajo, veíamos como un hombre se ensaña con una compañera hasta hacerla llorar, por qué no llega a según qué niveles de producción (?), porque no vale mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, una mujer es asediada moral o sexualmente y estiércol como que la cosa no va con nosotros, porque no podemos mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, sabemos que las mujeres no tienen el que se merecen: el mismo trato de igualdad que recibimos los hombres.
Nosotros tenemos gran parte de culpa del qué pasa, pero también tenemos la posibilidad de poner remedio. Sólo hace falta que seamos justos.
Yo, para pedir, pediría que las mujeres asumieran el poder antes de que no sea demasiado tarde. Pero no utilizando las armas de los hombres, que cómo todo el mundo sabe, no han ayudado nada a la igualdad, la fraternidad y la libertad de las mujeres (continúan muy oprimidas a la mayoría de lugares del mundo), sino que usen las suyas, armas como la prudencia, la comprensión, la paciencia, la tolerancia, la capacidad para sobreponerse a los infortunios, y sobre todo el amor, que en manos llenas y día a día nos demuestran soportándonos.
Por otro lado, lamento que hayamos de reivindicar con un día especial el papel de las mujeres. Señal que encara no han conseguido todo aquello a que tienen derecho.
Desde el año 1975, Año Internacional de la Mujer, se celebra el 8 de marzo, para conmemorar la lucha histórica para mejorar la vida de la mujer. Una lucha que continúa todavía.
La idea de celebrar un día internacional de la mujer surgió a finales del sègle XIX, en plena revolución industrial. Una celebración que recoge viejas reivindicaciones, como aquella de Lisístrata en la Antigua Grecia, que hizo la primera huelga de coños caídos contra los hombres, para parar una guerra. Testigo que recogieron desprendido otras mujeres durante la Revolución Francesa, esta vez reclamante lliberté, égalité y fraternité.
Desprendido fueron las sufragistas que reclamaban el derecho de voto para las mujeres las que recogieron la antorcha en esta desigual lucha por la igualdad. Y hoy en día, incluso en este mal denominado primer mundo, todavía las mujeres luchan para conseguir que se las trate igual que los hombres.
La historia más tendido sobre la conmemoración del 8 de marzo hace referencia a los hechos que sucedieron un 8 de marzo (a pesar de que esta fecha ha sido cuestionada por varios historiadores e historiadoras) en 1908, en los Estados Unidos. En una fábrica textil de Nueva York, 146 mujeres murieron calcinadas en un incendio provocado por las bombas incendiarías que fueron tiradas contra la fábrica mientras las mujeres permanecían a su interior. Se habían cerrado como protesta por sus condiciones laborales: bajo salarios y pésimas condiciones de trabajo. A pesar de que las fuentes discrepan sobre las fechas y según otras fuentes, este suceso no se puede liberar de la huelga de más de trece semanas de duración que las empleadas y los empleados del sector textil trajeron aterme en el East Side de Nueva York, donde participaron más de 20.000 obreros en su mayoría mujeres, aquellos hechos fueron de una gran trascendencia en la historia social de los Estados Unidos y por extensión del movimiento obrero feminista.
Hoy, más de cien años después, todavía quedan muchos hitos para conseguir. La igualdad todavía no es real. Sin ir más lejos, a mi empresa, una entidad financiera con más de mil persones empleadas, las mujeres no ocupan prácticamente ningún alto cargo. No llegan al 34% de contratación y se pueden contar con los dedos de una mano cuántas son Jefas de Departamento o Cabes de Zona. Y cuando se quedan embarazadas todavía tenemos que sentir comentarios misògins por parte de algunos hombres.
Una igualdad que no es efectiva y por la que tenemos que continuar luchando. Tenemos que luchar, como aquellas mujeres que se jugaron la vida para reclamar el que consideraban justo. Ellas quisieron transformar la realidad, y lo consiguieron. Con sangre, sudor y lágrimas, muchas lágrimas, y mucha sangre. Y nosotros, hombres y mujeres panxacontentes del primer mundo no sólo las tenemos que rescatar del pozo del olvido sino que tenemos que recoger su testigo, luchando cada día para erradicar las injusticias que todavía crecen como la maleza a nuestro lado.
Porque no vale mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, vemos como un hombre maltrata una mujer, y no decimos nada. Porque no vale mirar ninguno otro lado cuando, por ejemplo, a nuestro trabajo, veíamos como un hombre se ensaña con una compañera hasta hacerla llorar, por qué no llega a según qué niveles de producción (?), porque no vale mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, una mujer es asediada moral o sexualmente y estiércol como que la cosa no va con nosotros, porque no podemos mirar hacia otro lado cuando, por ejemplo, sabemos que las mujeres no tienen el que se merecen: el mismo trato de igualdad que recibimos los hombres.
Nosotros tenemos gran parte de culpa del qué pasa, pero también tenemos la posibilidad de poner remedio. Sólo hace falta que seamos justos.
Yo, para pedir, pediría que las mujeres asumieran el poder antes de que no sea demasiado tarde. Pero no utilizando las armas de los hombres, que cómo todo el mundo sabe, no han ayudado nada a la igualdad, la fraternidad y la libertad de las mujeres (continúan muy oprimidas a la mayoría de lugares del mundo), sino que usen las suyas, armas como la prudencia, la comprensión, la paciencia, la tolerancia, la capacidad para sobreponerse a los infortunios, y sobre todo el amor, que en manos llenas y día a día nos demuestran soportándonos.