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Las anfractuositats de cala Marquesa.

Nueve Palafrugell/ ACPG

Caminos de ronda (Y): Punta del Obispo–Tamariu

Empezando por el tramo norte del municipio de Palafrugell, que confina con el de Begur, podríamos afirmar categóricamente que, por un lado es el que muestra uno de los paisajes más espectaculares de toda la Costa Brava y, a la vez, el que presenta más trabas en caso de transitar. Si quisiéramos disfrutar del impresionante descenso que los pescadores hacían para llegar a la punta del Obispo o de la observación de los múltiplos taffonis (rocas erosionadas muy características, entre las cuales un “rapinyaire gigantesco” de dos metros de altura conocido como la Ocellot), nos lo tendríamos que confitar con patatas.

La culpa la tienen la retahíla de vecinos egoístas del final de la calle sana Roncadora, que cuando edificaron los chalés se apoderaron del camino costero hasta los hitos marítimoterrestres, riéndose de la Ley de Costas y sin que las administraciones competentes hicieran nada para evitarlo... Hasta que no se eliminen las mencionadas obstrucciones, recomendamos trasladarnos directamente al precioso mirador de Agua Xelida -este sí que público- que en 1975 pagó la familia Hagenbüchle.

Desde esta atalaya, situada en una curva de la misma calle, parte el camino sinuoso que en un momento baja hasta la pintoresca cala Marquesa, para después reseguir una gran rendija que trae por nombre de sano Roncadora y que merece una visita obligada cuando soplan llevantades vigorosas. A continuación, sin salir nunca del camino, podremos admirar la cala Ventosa con su Aguja tan característica, cala Larga, las Aguas de Busot Muertas (con notable presencia de juncos por haber desembocado un reguerot) y finalmente la playa de en Gotas y la playa Grande de Agua Xelida, ideales para abstraerse de las cabòries mundanas practicando un baño.

Habiendo recobrado fuerzas, el itinerario acontecerá empinado pero con un trazado modélico y perfectamente adoquinado que bordea el ribastre hasta el límite de la urbanización “de los Médicos”. Las alegrías se estroncaran nuevamente, cuando tengamos que afrontar uno de los otros obstáculos que nos ofrece la finca la Sorellera con un pasaje tan migrat y desprotegido que parece hecho expresamente porque el visitante caiga al vacío. Habiendo superado este punto (siempre que no vamos acompañados de chiquillería) llegaremos al culo de saco de la calle de la Abuela Catalana, nombre que hace a el•lusió a una silueta pétrea cercana que recuerda una abuela con un pañuelo a la cabeza.

A partir de aquí, el litoral se encarará todo él a mediodía y nos ofrecerá raconades húmedas como sano Balsa, o rocas ferrenyes y puntiagudas como ses Trones. A nuestra derecha, de vez en cuando, veremos unas escalinatas de fuerte pendiente que enlazan con la calle de la Isla Blanca. Fijémonos bueno! porque, al fin y al cabo, sin aviso previo, la finca Roca Rúbia -desde la época de en Franco- priva completamente el paso en dirección a Tamariu, obligando el visitante que quiere llegar a la playa a recular y hacer una vuelta absurda por el detrás de la montaña en medio de las calles de la urbanización...

Creemos que la preciosa bahía de Tamariu no se merece estar incomunicada a la banda de levante por culpa de unos privilegios elitistas particulares. Por ahora, este primer itinerario resulta absolutamente incompleto para ofrecerlo al visitante.

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