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Jordi Cabezudo

Definir la música

Hay muchas y variadas maneras de definir la música. En los periodos del renacimiento, barroco, galán o rococó, clásico o romántico, lo denominamos muy en general música clásica, aunque la definición no sea correcta.

Ya muy entrado el siglo XX, incluimos músicos como Falla, Ravel, Stravinsky, Copland, Strauss o Puccini dentro de estos parámetros tan extensos, generalizando un estilo o una forma musical ajenos a las corrientes actuales. Pero, de hecho, el clasicismo es un periodo relativamente corto, y la denominación de todos el términos incluyen una larga sinopsis descriptiva como música clásica, culta, elaborada, docta o artesanal. Ciertamente, el debate siempre ha sido abierto, puesto que no hay una terminología estrictamente académica y justificada que represente toda esta red de modas y costumbres a través de los tiempos.

Se puede decir que la música clásica o culta es el símbolo utilizado para definir la música que se lleva a cabo con el máximo nivel de dedicación, lo cual la diferencia de la música popular, mediocre o vulgar. Actualmente parece que los termas culta, clásica, elaborada o docta han caído en desuso y no está de moda hacerse el entendido o ser o hacerse el melómano en el sentido doctoral del término.

Es bien cierto que hoy podemos incluir dentro de esta generalización el periodo comprendido entre el 1781 y el 1806 en relación con las formas estilísticas y estéticas compartidas por Haydn, Mozart y Beethoven dentro de la llamada Escuela de Viena. Aun así, no por eso hoy la música clásica, en el sentido más coloquial, se opone a otras corrientes como pueden ser el jazz, el pop o el rock, cuando ciertamente estos también tienen unos estándares que no dejan de ser, nada más y nada menos, unos clásicos de nuestro tiempo.