El director Daniel Monzón, que dejó la crítica cinematográfica para pasarse al otra bando, se ha intentado ganar el respecto de sus antiguos compañeros críticos con una filmografía definida por productos de subgénero que, como era de esperar, ha encontrado acèrrims defensores y duros detractores. Pero con su nueva película, la Celda 211, parece que Monzón ha sido capaz de provocar cierta unanimidad. Y es que se trata, seguramente, de su película más sólida, todo y las dificultades que comporta un drama presidiari como el que se propone. Basándose de nuevo en los parámetros del subgénero, Monzón parte de un guion muy cerrado y bastante sólido -todo y algunos giros discutibles, sobre todo los que tienen que ver con el único personaje femenino, el menos definido de toda la historia-, que gana en credibilidad gracias al trabajo de conjunto de un reparto masculino en el cual destaca Luís Tosar y Alberto Ammann. La complicidad que se establece entre los dos antagonistes es una de las claves por la verosimilitud de una película que podría hacer aguas en muchos momentos si los actores no aportaran el alma a una historia con tanta dependencia del guion escrito. Monzón también se muestra firme a la hora de crear una tensión claustrofóbica y creciente, que es otra de las claves que explican el éxito de una empresa que de entrada parecía destinada al fracaso. El director tiene claras sus pretensiones y supera las expectativas ofreciendo un ejercicio de estilo correcto y medido, en el que el uso de fórmulas de manual no hace desmerecer el resultado final.
espaiisidor.blogspot.com
espaiisidor.blogspot.com