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J. Salicrú

El día que Helena vio su primer pesebre viviente

El séptimo pesebre viviente de Òrrius ofrece un magnífico espectáculo a los casi cuatro mil espectadores que se acercan

Es el día de Nadal y Helena López ya ha visto unos cuántos pesebres en la casa de los familiares dónde ha ido a comer. Pero, para acabar la jornada, estos le tienen preparada una sorpresa: ir a ver un pesebre pero "con señores de verdad". Ella accede sin acabar de creerse-lo, que ver un pesebre vivo. La cita está en Òrrius, cerca del Mataró donde ella vive, y durante el trayecto tiene un poco de miedo por culpa de la oscuridad.

Cuando llegan, la plaza del pueblo y la calle que da están atestadas. Enseguida empieza el espectáculo. Un foco ilumina un ángel que sale del campanario y se dirige hasta casa de la Virgen Maria. Mientras la criatura celestial pasa por sobre suyo Helena pregunta quién es este personaje. Le explican que ahora el ángel comunicará a la Virgen Maria que tendrá un hijo, Jesús. Y que este niño será muy importante.

A la cabeza de unos momentos Helena se empadrona, siguiendo el llamamiento hecho por el centurió romano -los Armados de Mataró son en todas partes!-, al pesebre viviente de Òrrius. Cuando sale de la vicaría donde los soldados expiden los certificados, la enseña toda orgullosa. Y, arriba de los hombros de los familiares o por su propio pie, va descubriendo esta Òrrius transmutada en el Belén de hace dos mil años. Hay herreros, carpinteros, tascas, casas normales y a salto de mata... Atravesando el puente de la villa ve de lejos unas criaturas maléficas: son los demonios. Ve como hacen culto al fuego y sus vestimentas rojas. "Los demonios se quieren comer el niño Jesús!", exclama. Ahora empieza a ligar jefas y a comprender la historia.

Unos metros más allá, siguiendo el camino, se encuentra unas mujeres en un lavadero lavando la ropa. Pensar que los vestidos antes se limpiaban de este modo es un poco sorpresivo para ella. Hace mucho frío y quiere acercarse a una de las muchas hogueras que los organizadores han dispuesto a lo largo del camino porque los espectadores se puedan rehacer de vez en cuando. Una de las cosas que más la da risa es el caganer que hay medio escondido en una pendiente del camino. "Es un caganer, es un caganer!", dice riendo.

Finalmente, voz de lejos tres hombres con barba, con una corona a la cabeza. Le suenan de algo. Y cuando se acerca no se lo puede creer. Son los Reyes! Está emocionada de verdad. A pesar del miedo, la emoción de fotografiarse con los Reyes puede más. A la cabeza de unos metros, se encuentra la cueva donde ya ha nacido Jesús. "Al fin y al cabo era verdad, todo eran señores de verdad", parece que rumiï...