La sala Privado registró ayer domingo, día 10, una magnífica entrada para disfrutar del festival benéfico Light Of Day. El recinto mostró su mejor imagen, con más de 400 personas, y recibió con todos los honores un concierto de aquellos que se ven bien pocos a la ciudad. El Light Of Day, un acontecimiento destinado a recaudar fondo por la lucha contra el Parkinson, cerraba su periplo europeo (el primero en su historia, después de ocho años celebrándose en Estados Unidos) en Mataró, después de pasar por Londres y Roma durante el último fin de semana. Con el asturiano Nacho Vegas como único representante español y europeo (el madrileño Quique González cayó del cartel a última hora por problemas de salud) el festival, que se alargó más de tres horas y tuvo un tono general de celebración y berbena, se convirtió en todo un homenaje a la música nordamericana.
El periodista Manel Fuentes fue el presentador, con intervenciones cortas y puntuales, durante toda la velada, perfectamente calculada para dar tiempo a todos los músicos sin perder dinamismo. La fiesta se inició con el escenario tomado por los tres nombres más desconocidos del cartel: Joe de Urso, Willie Nile y Jesse Malin. Acompañados por la teclista Christine Smith, los tres cantautores se repartieron un total de 12 piezas, todas ellas canciones folk y country de regusto más que clásico. De Urso interpretó temas como Never missed you more, Noisy guitars, o Rock' Roll Callo (esta última, un homenaje a las estrellas del rock, desde Bob Dylan a David Bowie y Bruce Springsteen), que podrían figurar en un museo dedicado a las emisoras de radio de la América de los años 70.
El punto histriònic lo puso Willie Nile, más por las dosis de humor y teatralidad al escenario que no por sus canciones, arraigadas también en el inconsciente musical americano. Nile inició su actuación con una canción dedicada a las víctimas del atentado del 11-M de Madrid, que traía el crudo título de Cell phones ringing in the pockets of death (Los teléfonos suenan a los bolsillos de los muertos) y siguió con Road Tono Calvary, dedicada a Jeff Buckley. Pero fue con el twist' llamado Champs Elysees cuando consiguió levantar el público de los asientos para corear el retorno. Por su parte, Jess Malin, exlíder del grupo punk D Generation, interpretó algunos temas de su debut en solitario, The fino arte of self destruction, alejándose de las guitarras distorsionadas de sus orígenes para sentirse más a gusto junto a nombres como Neil Young o Steve Earle. Con canciones como Downliner o Cigarrettes and violets, demostró la fuerte influencia que ha recibido del cantautor neoyorquino Ryan Adams, productor de su disco. Malin dio las gracias a todos los asistentes para apoyar a la lucha contra el Parkinson y aprovechó para cargar contra el gobierno republicano de los Estados Unidos. Bush parece más ocupado al preparar guerras que no al investigar curas para las enfermedades, aseguró.
Cuando los tres músicos dejaron el escenario, Manel Fuentes invitó al presidente de la Federación Española de Parkinson, Carlos Guinovart. En un discurso muy breve, Guinovart aseguró a los presentes que el dinero recaudado no serán va, y destacó que esta enfermedad también permitía vivir buenos momentos, como conocer en todos los músicos y al público que se había congregado a Privado.
Sobrados de clase
El mejor de la noche llegó a la segunda hora del concierto, con Nacho Vegas y Gary Louris a escena. Los dos músicos, interpretando tanto sólo cuatro canciones cada cual, hicieron empal·lidir el resto del cartel con una lección de clase. Louris lo consiguió rescatando temas de Jayhawks (grupo ya mítico del country alternativo) como Tailspin o Save it for the rainy day, y de Golden Smog (banda que comparte con Jeff Tweedy, de Wilco). Temas sobrios, cortos y de aparente sencillez que contrastaron con las largas historias musicadas de Vegas, que eligió cuatro de las canciones más extensas de su repertorio. Especialmente brillante fue la interpretación de El extranjero, versión de Leonard Cohen, y Ocho y medio, del disco Desaparezca aquí. Cómo es costumbre, el asturiano condimentó su actuación con parlamentos mordaces. Esta canción la quiero dedicar a alguien a quien conocía y que hoy ha muerto. Va por él, porque se pudra al infierno o más abajo si hace falta, va espetar, en probable alusión a la exdictador chileno Augusto Pinochet, muerto precisamente ayer domingo.
La sobriedad de Vegas y Louris se hizo fundible al tramo final del concierto, con todos los músicos del festival sobre el escenario cogiendo el camino de las versiones mientras Nile hacía de maestro de ceremonia pasado de rosca. La cosa empezó con un cierto control, con una bonita lectura de Helpless de Neil Young, pero acabó en berbena de amigos con versiones más festivas que cuidadosas de temas del Hungry Heart de Bruce Springsteen, Ajo along the watchtower de Bob Dylan y Twist and shout de los Beatles. Un final festivo que no va deslluir una noche con bastantes momentos musicales a la altura de la causa benéfica.
El periodista Manel Fuentes fue el presentador, con intervenciones cortas y puntuales, durante toda la velada, perfectamente calculada para dar tiempo a todos los músicos sin perder dinamismo. La fiesta se inició con el escenario tomado por los tres nombres más desconocidos del cartel: Joe de Urso, Willie Nile y Jesse Malin. Acompañados por la teclista Christine Smith, los tres cantautores se repartieron un total de 12 piezas, todas ellas canciones folk y country de regusto más que clásico. De Urso interpretó temas como Never missed you more, Noisy guitars, o Rock' Roll Callo (esta última, un homenaje a las estrellas del rock, desde Bob Dylan a David Bowie y Bruce Springsteen), que podrían figurar en un museo dedicado a las emisoras de radio de la América de los años 70.
El punto histriònic lo puso Willie Nile, más por las dosis de humor y teatralidad al escenario que no por sus canciones, arraigadas también en el inconsciente musical americano. Nile inició su actuación con una canción dedicada a las víctimas del atentado del 11-M de Madrid, que traía el crudo título de Cell phones ringing in the pockets of death (Los teléfonos suenan a los bolsillos de los muertos) y siguió con Road Tono Calvary, dedicada a Jeff Buckley. Pero fue con el twist' llamado Champs Elysees cuando consiguió levantar el público de los asientos para corear el retorno. Por su parte, Jess Malin, exlíder del grupo punk D Generation, interpretó algunos temas de su debut en solitario, The fino arte of self destruction, alejándose de las guitarras distorsionadas de sus orígenes para sentirse más a gusto junto a nombres como Neil Young o Steve Earle. Con canciones como Downliner o Cigarrettes and violets, demostró la fuerte influencia que ha recibido del cantautor neoyorquino Ryan Adams, productor de su disco. Malin dio las gracias a todos los asistentes para apoyar a la lucha contra el Parkinson y aprovechó para cargar contra el gobierno republicano de los Estados Unidos. Bush parece más ocupado al preparar guerras que no al investigar curas para las enfermedades, aseguró.
Cuando los tres músicos dejaron el escenario, Manel Fuentes invitó al presidente de la Federación Española de Parkinson, Carlos Guinovart. En un discurso muy breve, Guinovart aseguró a los presentes que el dinero recaudado no serán va, y destacó que esta enfermedad también permitía vivir buenos momentos, como conocer en todos los músicos y al público que se había congregado a Privado.
Sobrados de clase
El mejor de la noche llegó a la segunda hora del concierto, con Nacho Vegas y Gary Louris a escena. Los dos músicos, interpretando tanto sólo cuatro canciones cada cual, hicieron empal·lidir el resto del cartel con una lección de clase. Louris lo consiguió rescatando temas de Jayhawks (grupo ya mítico del country alternativo) como Tailspin o Save it for the rainy day, y de Golden Smog (banda que comparte con Jeff Tweedy, de Wilco). Temas sobrios, cortos y de aparente sencillez que contrastaron con las largas historias musicadas de Vegas, que eligió cuatro de las canciones más extensas de su repertorio. Especialmente brillante fue la interpretación de El extranjero, versión de Leonard Cohen, y Ocho y medio, del disco Desaparezca aquí. Cómo es costumbre, el asturiano condimentó su actuación con parlamentos mordaces. Esta canción la quiero dedicar a alguien a quien conocía y que hoy ha muerto. Va por él, porque se pudra al infierno o más abajo si hace falta, va espetar, en probable alusión a la exdictador chileno Augusto Pinochet, muerto precisamente ayer domingo.
La sobriedad de Vegas y Louris se hizo fundible al tramo final del concierto, con todos los músicos del festival sobre el escenario cogiendo el camino de las versiones mientras Nile hacía de maestro de ceremonia pasado de rosca. La cosa empezó con un cierto control, con una bonita lectura de Helpless de Neil Young, pero acabó en berbena de amigos con versiones más festivas que cuidadosas de temas del Hungry Heart de Bruce Springsteen, Ajo along the watchtower de Bob Dylan y Twist and shout de los Beatles. Un final festivo que no va deslluir una noche con bastantes momentos musicales a la altura de la causa benéfica.