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Actuación castellera en Tarragona

Jordi Rovira

El papel del público en una actuación castellera

Los asistentes a una actuación castellera son mucho más que espectadores pasivos del espectáculo que tienen ante sede.

A diferencia del que pasa con el público otros espectáculos como el teatro o el cine, el que asiste a una actuación castellera tiene un papel mucho más activo que no se limita tan sólo a aplaudir al final de la función. Para empezar, tiene la posibilidad de participar de pleno. Nadie se imagina una persona levantándose del asiento a la platea del teatro y subiendo al escenario para mezclar- se con los actores. En cambio, en cualquier momento, el espectador o espectadora de una actuación castellera puede ponerse a la piña y formar parte de la estructura. Esta posibilidad, lejos de suponer un problema, es agradecido por las pandillas castelleres puesto que, cuanto mayor es la base, más estable es la construcción.

El hecho que cualquiera pueda formar parte de una piña da un valor añadido a todos aquellos que se encuentran en la plaza y deciden dar un golpe de mano en un momento determinado. El único requisito indispensable es sacarse el reloj y las ojeras y bajar la cabeza para evitar lesiones en caso de caída. Evidentemente, formar parte de una piña trae implícito no poder ver el castillo, pero permite “vivirlo desde dentro”.

Otra de las peculiaridades del público casteller son los diferentes estados de ánimo que muestra a lo largo de una actuación. De las muestras de alegría a la hora de conseguir un castillo, al silencio más respetuoso durante la elaboración de la estructura (sobre todo cuando se trata de pilares imponentes como el pilar de siete con forre o el pilar de ocho con forre y manillas) pasando por el sufrimiento, los nervios y los gritos de sorpresa cuando se desploma una construcción. Así pues, el público de la plaza suele combinar una larga colección de sensaciones a las cuales hay que sumar el cansancio que propician muchas actuaciones, sobre todo a finales de temporada, cuando se montan las construcciones más imponentes.

La excesiva duración de las actuaciones es uno de los principales handicaps. El hecho que a menudo los castillos tengan que montarse y desmontarse antes de echarse definitivamente comporta que las horas pasen bajo un sol de justicia, un problema al cual están avezados todos aquellos forofos a los castillos pero que en el caso de los recién llegados puede resultar una auténtica molestia. Por otro lado, los castellers que están en la plaza suelen detectar el grado de experiencia del público que tienen delante. Y no sólo por el hecho de actuar en localidades históricas como Vilafranca o Valls (donde el conocimiento del mundo casteller está mucho más arraigado que en poblaciones sin ningún tipo de tradición) sino también por las reacciones de la gente que se encuentran en la plaza.

En una ocasión, los Renacuajos participaron en una gala al Palacio Sant Jordi organizada por el Rotary Club. La mayoría de los miles de asistentes eran nordamericans. Los numerosos gritos y flashes durante el transcurso del castillo fueron en aumento. “Por qué llaman tanto? Si sólo es un castillo de siete pisos!”, preguntó un golpe abajo una de las niñas que subió arriba de todo. La anécdota ilustra la diferencia entre un público entendido (que no aplaude hasta que el enxaneta hace la aleta) o uno de novel (que a menudo rompe el silencio cuando todavía no se ha coronado el castillo).

La importancia de la pedagogía En Mataró el público conoce perfectamente los tempos de los castillos y es respetuoso con las construcciones, a pesar de que todavía hay que hacer mucha pedagogía. Muchos mataronins son conocedores del éxito fulgurante de la pandilla, pero no diferencian los castillos de gama alta de los que no lo son o no aprecian la dificultad de una construcción. Hace falta todavía mucho más tiempo puesto que con diez años es imposible que los ciudadanos dominen todo el que rodea esta tradición.

Una prueba: cuando un castillo tiembla de lo lindo, se intuye que la leña está próxima y la aixecador y la enxaneta se encuentran ya bastante arriba –en un sexto piso de un castillo de nuevos pisos, por ejemplo– es habitual que el responsable de los niños o el mismo capataz lo animen a seguir subiendo. En una plaza novel se puede interpretar que quieren conseguir coronar el castillo sea como fuere y que no los importa la integridad física de los más pequeños. Un público entendido, en cambio, sabe que el peor que le puede pasar a los niños es que le caigan los más grandes del castillo encima y que subir arriba le evitará posibles lesiones.