Tendemos a pensar que el mundo anda hacia la mejora. Normalmente proyectamos un futuro mejor que el presente y el pasado. Pero tendemos a no utilizar una perspectiva amplia de análisis en tiempo, forma y espacio de los acontecimientos que nos rodean, estamos sometidos al corto terminisme. Esta falta de perspectiva hace que, a menudo, los análisis que hacemos y las conclusiones a las que llegamos sean, en el mejor de los casos, muy parciales. Vivimos a golpe de impacto de titular, de tuit, de tertulià llamativo, o de político simplista y simplificador.
Personalmente considero que estamos en un punto crítico y que según cómo se determine el futuro inmediato, iremos atrás. Porque desde hace demasiado tiempo el ambiente no invita al optimismo. Hay demasiada frustración, malestar, agresividad y conflictividad. El pensamiento excluyente, visceral y fragmentado se impone también en las relaciones y en el paisaje cotidiano. Vivimos pues, en una época de contrastes, de rivalidades, de frontisme. Un tiempo en que se proponen o retardan ideas sin ser apoyadas por el sentido de responsabilidad. Benévolamente podríamos observar una ausencia en la presa de conciencia de las implicaciones, requerimientos, consecuencias y resultados de llevar a cabo el que trivialmente se llama. Incluso, uno observa una perversión del lenguaje y el significado (tergiversado) de muchos conceptos políticos, especialmente los de raíces progresistas.
Soy economista y forofo a la historia y a la política, así que estoy acostumbrado a analizar los fenómenos como procesos cíclicos. Pienso que si no lo evitamos estamos a las puertas de un retroceso, donde paulatinament nos vamos entregando a manso de los bárbaros. Unos bárbaros que nos están destrozando una sociedad que se ha basado en unos fundamentos que han propiciado las más altas cuotas de bienestar para el periodo más largo de la historia. En concreto el gran triunfo de estos bárbaros ha sido agrietar y propiciar un retroceso de los principios de la Ilustración, por eso estos bárbaros representan la reacción.
En términos generales, la Ilustración trata de comprender la condición humana mediante la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso. Los ilustrados insisten en la utilización de la razón para la comprensión del mundo y nos alertan de recurrir a generadores de engaños instrumentalizados a partir de la fe, el dogma, la revelación, la autoridad o el carisma. En este sentido, a salto de mata políticos basados en los sentimientos identitarios y sustentados en la creencia ciega de unos líderes que a pesar de que en algunas ocasiones han admitido engaños o no han explicado de forma veraz las acciones y consecuencias de sus postulados, continúan recibiendo apoyo. Así, los bárbaros van arrinconando la razón en beneficio de los instintos... A veces en nombre de la libertad.
Pero seguido de la razón encontramos la ciencia, que representa precisamente el refinamiento de la razón como herramienta para entender el mundo. Los pensadores ilustrados consideraban la ciencia como una fuga de la ignorancia y la superstición y nos mostraban que la sabiduría convencional podía estar equivocada. En este sentido, los bárbaros utilizan eslóganes no comprobados o tergiversados, mantres vendibles en las redes sociales o a los dos minutos de televisión de un noticiario para enviar mensajes que por su contundencia pueden parecer ciertos pero que casi nadie se para a comprobar y, si alguien lo hace y los contradice se lo tilda de hereje, traidor o ve a saber qué.[banner-AMP_5]
Así, la ciencia nos muestra que existe una naturaleza humana universal donde versamos nuestros conocimientos y reflexiones. Y aquí tenemos la tercera pata de la Ilustración, el humanismo. El humanismo trata de priorizar el bienestar de las personas por sobre la gloria de la tribu, la raza, la nación o la religión. Intenta proporcionar la máxima felicidad al mayor número de personas que trata no como medio, si no como finalidad. Por eso nos muestra como no hay nada que sea exclusivo ni meritorio en nosotros mismos ni en los grupos, tribus o nacionalidades a las que pertenecemos. Por eso el humanismo es cosmopolitismo, es decir, la aceptación de nuestra ciudadanía en el mundo. Por dinamitar esta concepción humanista, los bárbaros utilizan el nacionalismo, que pone la patria por ante las personas, que se considera especial respecto del resto y pone contra las cuerdas la fraternidad, situando la idea de nación por ante las necesidades de los individuos.[banner-AMP_6]
Finalmente, con la capacidad de comprensión del mundo promover por la ciencia y la capacidad que da el humanismo de expandirla mediante la razón y el cosmopolitismo, la humanidad puede progresar. El progreso como síntesis de la Ilustración. Con las herramientas que hemos descrito no hay que resignarse a las miserias o a las irracionalidades del presente ni tratar de enrederir el reloj hasta una edad dorada perdida. Es en este sentido que la Ilustración concentra el progreso en instituciones humanas, de este modo el gobierno no es un mandato divino, ni una encarnación del alma nacional, es una invención humana. Si, el gobierno es una invención humana convenida mediante un contrato social destinado a fomentar y garantizar el bienestar de los ciudadanos. Por todo esto los bárbaros no son progresistas. No piensan en el progreso, para ellos las personas quedan subordinadas a instituciones y concepciones en las que los individuos hay de estar al servicio y son capaces de romper o agrietar el contrato social en cualquier momento, porque no respetan las reglas democráticas articuladas por la sociedad.[banner-AMP_7]
Alertémonos pues del significado de la eclosión y generalización de los bárbaros. El retroceso de los principios de la Ilustración es el retroceso del progreso y el bienestar. Desconfiamos de quienes utilizan el retrovisor para ir adelante.