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Jaume Roig

En Moya, mi compañero delegado

El otro día me encontré en Moya. Hacía tiempo, unos cuántos años, que no lo veía. Me alegré. Se conserva bien, el paio. De siempre, ha tenido "traigo", un andaluz guapo. De joven era de aquellos que gustaba mucho a las chicas. Lo conocí en el vertical, el sindicato, a las elecciones del 75, era "enlace sindical" de una empresa textil de las grandes de Mataró, como yo.

Cuando lo vi entrar al sindicato lo reconocí enseguida. Me dijo qué vendía a hacer: vengo a tramitar las elecciones sindicales a la empresa donde ahora trabajo. Vuelve a estar metido en el ámbito "sindicalero". Ahora trabaja en una empresa concesionaria de un ayuntamiento y los compañeros más jóvenes le han pedido que se presente de delegado y lo votarán. Tienen problemas, sobre todo de seguridad y de prevención; parece ser que en pocos años han tenido algunos accidentes graves por culpa del mal estado de la maquinaria y de la presión de los encargados.

Recuerdo que en setenta, a su empresa, era lo más representativo. Se había ganado el respecto de sus compañeros. Estos compañeros no supieron nada de su vinculación a CCOO hasta más tarde, a las primeras elecciones sindicales de la democracia. Él fue quién más votos sacó y después, cuando encabezó la candidatura de CCOO, no había color.

Cómo le pasó a casi todo el mundo, su empresa cerró a mediados de años ochenta. Todavía duró bastante. Le recuerdo que la empresa donde yo trabajaba cerró al mes de diciembre del año ochenta, y la de en Bis, en Lligonya, comentamos añorándolo, cerró poco después; él también tenía muy buen rollo con en Bis, de Subirà, y con en Ginés, de Asensio. Ui, ui, que viejos que somos ya. Me comenta que ya es abuelo. Ostras, yo también.

Y que, como tienes la huelga? Me contesta que bien. Me dice que ellos pararán todos, y añade que no entiende la gente que trabaja en el ayuntamiento, que se piensa que no va con ellos. Primero los bajan los sueldos un 5% y no pían, y ahora, que se piensan? Creen que la reforma no va con ellos. A los laborales, me dice, los toca de pleno, y los funcionarios son los que más se piensan que no va con ellos. Nos sacan derechos y la gente no reacciona. Hay miedo: cuatro millones de parados pesan mucho. Sí, pero si no luchamos porque no nos saquen el que hemos conquistado... mala pieza al telar. Chico, nos hacemos grandes y quizás las cosas por las cuales luchamos y los derechos que conquistamos ahora ya no interesa defenderlos, me comenta.

Ostras, en Moya. Seguimos coincidiendo en muchas cosas, como cuando nos conocimos ahora hace 35 años, todo y los caminos tan diferentes. Yo trabajando al sector público y él primero haciendo de tejedor en un pequeño taller y después haciéndose autónomo por unos cuántos años. Ahora –me dice–, todo y la que está cayendo, he tenido suerte y he encontrado este trabajo. Que te dure, Moya, al menos hasta la jubilación. Qué demagogia con esto de los 67 años, me comenta todo enfadado. Sigue: parece mentira que un gobierno, supuestamente de izquierdas, haga estas políticas y, además, se deje ganar la batalla de las ideas.

Y que piensas de en Zapatero, le digo. Por el que sé él siempre votaba socialista, nunca fue "psuquero", y después, a pesar del distanciamiento, imagino que habrá continuado votando el mismo. Creo que se equivoca y mucho, me dice. Quizás las circunstancias y los poderes económicos lo han obligado a tomar estas medidas tan antisociales, continúa. Salimos a la puerta. Ostras, tú todavía fumas? No, no, le digo. Lo dejé definitivamente en diciembre del 2003. Mira qué me pasó con en Bis, le explico. El 11 de septiembre, allá al monumento de Rafael Casanova, me lo encontré fumando. Fue su último 11 de septiembre. Y le dije –me salió de la alma–, ostras, Bis, todavía fumas? Sabes qué me contestó? Seguro que una de las suyas, me dice en Moya. Pues sí, me dice jodiendo un chupetón al pitillo: escucha tú, que el cáncer no lo tengo a los pulmones. Era un paio muy parido, un crac. A ver cuando le reconoceremos entre todos el trabajo que hizo para su ciudad, sobre todo para los medios de comunicación locales.

Pasamos de un tema al otro. Qué piensas de los ataques tan bestias contra los sindicatos, le digo. Él, haciendo una "caladeta", me dice: fíjate, los que están atacante en Zapatero, que incluso se preguntaban aquello tanto repetido de ¿Qué hacen los sindicatos? ahora parece que han hecho una tregua en el Gobierno y nos atacan con ensañamiento. Esto tendría que hacer pensar la gente y, sobre todo, los socialistas. Los de siempre saben que los sindicatos somos el último reducto para salvaguardar derechos y evitar el aprimament del Estado del bienestar.

Ahora que me doy cuenta que hablamos en catalán. A los años setenta él y yo nos entendíamos en castellano. Le digo: Moya, hablas muy bien el catalán. Hombre, Roig, los hijos ya fueron a la escuela en catalán y mi mujer y yo nos hemos normalizado lingüísticamente.

Con un buen apretón de manos de manso nos despedimos. Moya, hasta el 29. Ostras, me dice como si lo hubieran pellizcado: y todavía tienen la cara de hablar que la gente tiene que tener la libertad de ir a trabajar. Nadie habla que la huelga es un derecho fundamental y que a la mayoría de centros de trabajo se presiona y se amenaza, muchas veces con despedir porque no se haga. Cómo siempre, le digo. Y ellos tienen la sartén por el mango, añade él.

Ave, hasta el miércoles 29, le digo a manera de despedida. Nos veremos, me responde, como en setenta, en la calle y luchando. Lo veo alejarse, todavía con paso ágil. Se le nota que de joven había hecho atletismo.