El cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu ha situado en Barcelona la acción de su última película Biutiful. Un título volgudament imperfecto que invita a buscar la contraposición con la fealdad del film, que resigue los últimos meses en la vida de un inmigrante que malvive de trapicheos y negocios ilegales y a quienes diagnostican de un cáncer terminal. Este personaje es Uxbal, a quien ciertamente Javier Bardem ha sabido dotar de la única humanidad que se detecta a la película. No hay ninguna humanidad en la mirada de Iñárritu a las múltiples desgracias que se muestran en la película. Al contrario, parece que el director se encuentre a gusto recreándose en la miseria, tan excesiva y gratuita que tacha la pornografía. El director, que firma también el guion después de su divorcio artístico con el sólido Guillermo Arriaga, no es capaz de aportar nada con esta exhibición de miseria, suciedad y dolor, más allá de una mirada morbosa que sólo resulta bastante incómodo, pero que no se pregunta por las causas ni pretende hacer ninguna denuncia social o despertar ninguna conciencia. Para no hablar de la poca dignidad que concede a sus personajes. Entre estos testigos de miserias diversas se mueve, sin ningún rumbo concreto, el protagonista de la película, la peripecia vital del cual acaba también para provocar indiferencia. Los escenarios de su historia están situados en una Barcelona violenta y sucia que, con tanta exageración, deja de ser identificable. Fealdad y más fealdad para un film que se pretende sublime pero que sólo refleja la miseria en la mirada de su director.
http://espaiisidor.blogspot.com
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