Fermín Muguruza, todo experiencia y coraje arriba el escenario, y, por encima de todo, un gran cantante y compositor. Se sabe rodear de buenos músicos y ofrece unos espectáculos que son precisamente esto, espectáculos. Su último invento recordamos que fue el líder de grupos ya míticos como Kortatu y Negu Gorriak -, es el Afro-Basque Ferio Brigade, con componentes sobre todo vascos y jamaicanos y que le ha servido para adentrarse algo más cabe el mundo del reggae. El sábado 21 de julio llegó al parque Central de Mataró, dentro del Festival Cruce de Culturas, y ante unas 2.000 personas a las que saludó con un claro y catalán Buenas noches Mataró, buenas noches Cataluña.
Muguruza es un animal al escenario, y va sobrado en los registros graves y en los agudos, pero además la gira puerta dos coristas que dan si ninguno todavía más fuerza a las interpretaciones y más ritmo con sus bailes. Hay que apuntar el nombre de Stephanie Wallace, joveníssima jamaicana a quién Muguruza dejó suela interpretando algunos fragmentos, como el Redemption Song de Bob Marley, que puso la piel de gallina además de ud.
Fue el skà, pero, el ritmo que hizo bailar de lo lindo todo el mundo. Con una mezcla muy muy traída entre la electrónica y los instrumentos tradicionales espléndido Xabi Solano a la trikitixa, el acordeón vasco -, algunas piezas exaltaron los presentes, como Gora Herria o la conegudíssima Sarri, sarri, que cerró el concierto. Entremedias, muchos momentos para la reivindicación, el más contundente cuando recordó que está prohibido a prácticamente toda España, y que casi sólo puede actuar en Euskadi y en Cataluña. Aquí está en casa mía, dijo.
Muguruza consiguió eclipsar los dos otros conjuntos que lo acompañaban el sábado por la noche Nour, el proyecto de Yacine, excantant de Cheb Belowski, y primeros al actuar, se perdieron en la variedad demasiado fragmentada de su apuesta: ahora un tema oriental, ahora un rape, ahora caña con las guitarras eléctricas... pero ninguna mezcla en los estilos, ninguna apuesta verdaderamente personal y singular. Y , como ya hacía con Cheb, canta en un puñado de lenguas diversas incluso dentro de la misma canción -, cosa que queda muy cosmopolita, pero que deja perdido el público. En cuanto a La Kinki Beato, consiguieron mantener parcialmente el ritmo que había imprimido Muguruza y que un porcentaje importante de gente no marchara del recinto al finalizar la actuación el vasco. Tienen un proyecto más consolidado que el de Nour, con vestido llevar y agrietado como la voz de la cantante, Matahary, y los brazos del dj y cantante Rudo, uno de los puntos fuertes de la banda.
Muguruza es un animal al escenario, y va sobrado en los registros graves y en los agudos, pero además la gira puerta dos coristas que dan si ninguno todavía más fuerza a las interpretaciones y más ritmo con sus bailes. Hay que apuntar el nombre de Stephanie Wallace, joveníssima jamaicana a quién Muguruza dejó suela interpretando algunos fragmentos, como el Redemption Song de Bob Marley, que puso la piel de gallina además de ud.
Fue el skà, pero, el ritmo que hizo bailar de lo lindo todo el mundo. Con una mezcla muy muy traída entre la electrónica y los instrumentos tradicionales espléndido Xabi Solano a la trikitixa, el acordeón vasco -, algunas piezas exaltaron los presentes, como Gora Herria o la conegudíssima Sarri, sarri, que cerró el concierto. Entremedias, muchos momentos para la reivindicación, el más contundente cuando recordó que está prohibido a prácticamente toda España, y que casi sólo puede actuar en Euskadi y en Cataluña. Aquí está en casa mía, dijo.
Muguruza consiguió eclipsar los dos otros conjuntos que lo acompañaban el sábado por la noche Nour, el proyecto de Yacine, excantant de Cheb Belowski, y primeros al actuar, se perdieron en la variedad demasiado fragmentada de su apuesta: ahora un tema oriental, ahora un rape, ahora caña con las guitarras eléctricas... pero ninguna mezcla en los estilos, ninguna apuesta verdaderamente personal y singular. Y , como ya hacía con Cheb, canta en un puñado de lenguas diversas incluso dentro de la misma canción -, cosa que queda muy cosmopolita, pero que deja perdido el público. En cuanto a La Kinki Beato, consiguieron mantener parcialmente el ritmo que había imprimido Muguruza y que un porcentaje importante de gente no marchara del recinto al finalizar la actuación el vasco. Tienen un proyecto más consolidado que el de Nour, con vestido llevar y agrietado como la voz de la cantante, Matahary, y los brazos del dj y cantante Rudo, uno de los puntos fuertes de la banda.