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Josep Puig y Pla

Honores y distinciones, pero con medida

En pocos días en el Ayuntamiento de Mataró se le han acumulado, por pura coincidencia, el otorgamiento de varias distinciones a personas y entidades: medallas de la ciudad, un hijo adoptivo y un mataroní ilustre.

El Colegio Corazón de Maria ha recibido la Medalla de la Ciutat, que antes ya habían obtenido otros centros religiosos de larga presencia a la ciudad (Escuelas Pías, Valldemia, etc.). Y por otro lado se ha reconocido como 'Hijo adoptivo a título póstumo' al alcalde mártir Josep Abril, republicano federal, y entra a la 'Galería de Mataronins Ilustres', el arqueólogo e historiador tenaz, delicado dibujante y ferviente defensor del patrimonio Marià Ribas.

El hecho está bien, y yo mismo siempre he sido partidario de reconocimientos de este tipo cuando lo cosa se lo vale. Es loable y positivo que una ciudad o un país reconozcan las personas y colectivos que han destacado en la suyas actividades o que han aportado mucho a la sociedad, al bien común. De todas maneras, hay que tener cuidado. No se puede generalizar ni carecer de rigor. Entonces pierden sentido y se banalizan.

Hay méritos personales o de grupo que son indiscutibles, más allá del papel que han jugado las entidades de larga duración, que los ha tocado vivir épocas diversas y contradictorias. También hay quién que busca honores y hace bandera de sus propios méritos. Y todavía hay quien -quizás con más méritos- por modestia o por mal olor los ha rehuido. Conozco ejemplos de todos los casos.