Este domingo, 2 de febrero, ha hecho doscientos años que marcharon las tropas napoleónicas que estaban en Mataró. El ayuntamiento se apresuró a proclamar, diez días más tarde, la Constitución de Cádiz y, a finales de marzo, se acogió con entusiasmo la visita del rey Ferran VII con su hermano Carles en Mataró, el rey que tampoco tardaría demasiado a defraudar el país con el regreso al absolutismo. La alegría por el fin de la guerra, iniciada el 1808 con la invasión napoleónica, convivía con sus estragos, sobre todo una gran crisis económica y unas deudas bélicas que habían interrumpido una pujante economía local, que volverá a vivir una muy buena época años más tarde, con la introducción de la máquina de vapor (1839) como hito clave.
Los historiadores, pienso con Lluís Maria de Puig, Josep Fontana o Pierre Vilar, coinciden en que no es sencillo explicar la Guerra del Francés. Es el conflicto que inventa la "guerrilla" entre aquellos que no querían participar en el ejército regular; el que esconde un verdadero corriendo reformista de fondo para abandonar del todo el Antiguo Régimen; el que subleva el pueblo tanto contra los invasores como los godoyistas (los hombres del primer ministro del destronado Carles IV que no han caído con él); el que pone las bases de una dialéctica anticlerical, el que inaugura el entusiasmo por una nueva "nación española" constitucionalista, moderna, que no acaba de nacer nunca; el de una también frustrada Il"lustración española; el que inaugura un siglo en que el antiguo Imperio quiere devolver y acaba absolutamente deshecho…
No quiero hacer ninguna comparación con la omnipresente conmemoración del fin de la Guerra de Sucesión que se tiene que llevar a cabo en Cataluña este año, del cual ya hice referencia, con un poco de cachondeo, aquí mismo. Y es cierto, también, que a menudo la historia es sólo una excusa para justificar posiciones políticas actuales. Pero encuentro que las tensiones que planen por debajo de la Guerra del Francés nos son, a los actuales catalanes, algo más familiares que las que presiden el conflicto cerrado el 1714, si es que la propaganda no lo deslumbra. Al menos, han sido irresoltes hasta ahora, en buena parte. Asegura Lluís Duch que un aspecto que justifica buena parte de los problemas de Espoanya ha sido la carencia de una buena Il•lustración y de un buen Romanticismo, la tensión de los cuales ha marcado el pensamiento y la política moderna occidental. Si es así, ¿no podría ser el bicentenari de la Guerra del Francés un motivo para sacar el intríngulis? Y, puestos a ser optimistas, ¿no podríamos ver qué nos dice, hoy, la voz silenciada del liberalismo y el incipiente progresismo de entonces?
He repasado dos libros (seguro que hay más) por el lector que quiera ver, además, como vivió Mataró la Guerra del Francés, por un lado, y el convulso periodo posterior, de la otra. No son a las librerías, pero sí en las bibliotecas. Hablo de La Guerra del Francés en Mataró (1808-1814), de los entonces jóvenes estuiants Eloi Beulas y Albert Dresarie (Patronato Municipal de Cultura / Ed. Alta Hoja, Mataró, 1989) y Mataró revolucionario, del historiador Francesc Costa (Ed. La Rambla, Mataró, 1989). Os aseguro que no os defraudarán.
Los historiadores, pienso con Lluís Maria de Puig, Josep Fontana o Pierre Vilar, coinciden en que no es sencillo explicar la Guerra del Francés. Es el conflicto que inventa la "guerrilla" entre aquellos que no querían participar en el ejército regular; el que esconde un verdadero corriendo reformista de fondo para abandonar del todo el Antiguo Régimen; el que subleva el pueblo tanto contra los invasores como los godoyistas (los hombres del primer ministro del destronado Carles IV que no han caído con él); el que pone las bases de una dialéctica anticlerical, el que inaugura el entusiasmo por una nueva "nación española" constitucionalista, moderna, que no acaba de nacer nunca; el de una también frustrada Il"lustración española; el que inaugura un siglo en que el antiguo Imperio quiere devolver y acaba absolutamente deshecho…
No quiero hacer ninguna comparación con la omnipresente conmemoración del fin de la Guerra de Sucesión que se tiene que llevar a cabo en Cataluña este año, del cual ya hice referencia, con un poco de cachondeo, aquí mismo. Y es cierto, también, que a menudo la historia es sólo una excusa para justificar posiciones políticas actuales. Pero encuentro que las tensiones que planen por debajo de la Guerra del Francés nos son, a los actuales catalanes, algo más familiares que las que presiden el conflicto cerrado el 1714, si es que la propaganda no lo deslumbra. Al menos, han sido irresoltes hasta ahora, en buena parte. Asegura Lluís Duch que un aspecto que justifica buena parte de los problemas de Espoanya ha sido la carencia de una buena Il•lustración y de un buen Romanticismo, la tensión de los cuales ha marcado el pensamiento y la política moderna occidental. Si es así, ¿no podría ser el bicentenari de la Guerra del Francés un motivo para sacar el intríngulis? Y, puestos a ser optimistas, ¿no podríamos ver qué nos dice, hoy, la voz silenciada del liberalismo y el incipiente progresismo de entonces?
He repasado dos libros (seguro que hay más) por el lector que quiera ver, además, como vivió Mataró la Guerra del Francés, por un lado, y el convulso periodo posterior, de la otra. No son a las librerías, pero sí en las bibliotecas. Hablo de La Guerra del Francés en Mataró (1808-1814), de los entonces jóvenes estuiants Eloi Beulas y Albert Dresarie (Patronato Municipal de Cultura / Ed. Alta Hoja, Mataró, 1989) y Mataró revolucionario, del historiador Francesc Costa (Ed. La Rambla, Mataró, 1989). Os aseguro que no os defraudarán.