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Sara Moreno

La lección de Katrina

Casi tres semanas después del paso del huracán Katrina, Bush promete, por la zona afectada, la más gran operación de reconstrucción que nunca se ha hecho. En su declaración, el presidente de los EE.UU hace uso de dos símbolos infal·libles por el pueble norte americano: la grandiosidad y la unión. A pesar de asumir los errores en la gestión de la catástrofe, su discurso no introduce, en ningún momento, la palabra Sido. Y es precisamente de este concepto del que quiero hablar.

Desde mi punto de vista, muchas de los análisis de la crisis de Katrina se han centrado, excesivamente, al poner de manifiesto las flagrantes desigualdades sociales que persisten, y en muchos casos aumentan, en un país considerado, mundialmente, la primera potencia económica. Es bien cierto que, la mayoría de la población blanca y rica no ha sufrido tantas inhumanitats cómo ha sufrido la mayoría de la población negro y pobre.

Ahora bien, imaginamos, por un momento, que una ciudad como Washington sufre las consecuencias del que en principio se considera un desastre natural como Katrina – no viene a cuento, pero sería bueno recordar algunas de las teorías que ven el calentamiento del planeta, cuestión que parece despreocupar fuerza al presidente norte americano, como una de las posibles causas de la ferocidad de estos “fenómenos naturales”-. Sería el gobierno Bush capaz de evitar en Washington el desastre humano de una gestión pésima?

Personalmente, pienso que no. Un gobierno que encuentra su razón de ser en una política militar que tiene como objetivo prioritario la “salvación del planeta”, muy probablemente acontecerá un gobierno irresponsable con su ciudadanía. Un gobierno que invierte en armamento y defiende, muy probablemente no invertirá en políticas sociales. Un gobierno que asume el liderazgo de la política neoliberal es un gobierno que no quiere sentir hablar de Estado de Bienestar.

La validez de este modelo se pone a prueba cuando el gobierno tiene que mostrar su capacidad de reacción ante una crisis. Entonces, se hace patente que no dispone de recursos públicos; que dispone de un ejército desplazado a la otra punta del mundo y con muchas bajas; y que no cuenta con el compromiso social de un amplio abanico de empresas que sólo piensan en la ganancia económica de la reconstrucción de la zona devastada. Es una lástima, pero intuyo que Bush no ha aprendido la lección de Katrina.

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