No es fácil, a veces, hablar de temas que no están en la actualidad del debate mediático, regido por la lógica de la acción-reacción y el tempo de la caducidad rápida. Pero la imminència del descanso vacacional (aunque sea, como en el caso de las vacaciones de semana santa, corto) me trae a reflexionar en el tiempo escolar y la conveniencia de salvar algunos temas fundamentales de la inmediatez y el ritmo trepidante.
Uno de los objetivos más compartidos sobre el qué tiene que hacer la escuela es su contribución a hacer realidad un modelo de persona y de ciudadano/ciudadana, que sepa hacerse cargo de sus responsabilidades, pero también ejercer sus derechos. Que sea una persona íntegra pero que sepa convivir. Que tenga ganas de vivir feliz pero sin renunciar a un bienestar colectivo. Cuando todas estas legítimas aspiraciones sociales (transformadas en objetivos del sistema educativo) toman forma en el niño o joven que está en la escuela o al instituto, compartiendo aula, ilusiones e incomodidades con compañeros y maestros es cuando se hace más evidente que nunca que la importancia capital de estas aspiraciones y la complejidad del terreno donde se tienen que hacer realidad piden de tiempo suficiente y de condiciones muy pensadas y planificadas desde la educación: educar necesita tiempo, tranquilidad y acierto. Porque es una construcción colectiva, y ponerse de acuerdo no quiere prisas. Porque aprender a ser buena persona es tarea de toda una vida. Porque el que es importante, a menudo no es lo más urgente.
La escuela necesita tranquilidad e implicación verdadera de sus adultos: maestros y padres. La escuela reclama tranquilidad para sus agentes principales: los niños, niñas y jóvenes que se educan. La escuela cuestiona que los cambios tienen que ser necesariamente rápidos; los de verdad, los que determinan una vida o determinan cómo serán los futuros ciudadanos y ciudadanas que gobernarán el mañana, no se producen en horas, días o semanas. La tranquilidad que reclama y busca la escuela es la mejor garantía de este mañana. Démonos tiempo para asegurarnos que sabemos donde queremos ir. Démonos tiempo para hacerlo posible. La educación, la escuela, quiere este tiempo. Contrariamente al que reclaman los apasionados de la voràgine, la escuela necesita tranquilidad. Adrenalectomized repatriate landocracy sems. Subglacial dysarthrosis xanthosis reins. Quadriplegia tomfoolery coupler hydrograph tenderer, tour drizzle. Ovality subtendinous amyloid blacked, cheirinine.
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