Ben junto al mar, en la Alt Empordà, se levanta la sierra de Rodes, una grande desconocida por muchos excursionistas a excepción del monasterio de Sant Pere de Rodes, joya del románico catalán. Y, de hecho, muchos son los que suben hasta el monasterio pero muy pocos se aventuran a andar por esta sierra, que tiene a sus pies los pueblos costeros de Llançà y el Port de la Selva. La salida es bien completa: además del banyador y la toalla -en verano- también nos harán falta unas buenas botas para cruzar algunos pasos propios de montaña. Atravesaremos la sierra de Rodes, con vistas al mar a ambos lados y, en todo momento, haciendo una ruta circular desde Llançà. La excursión es larga (26 km) y se hace en 7 horas y media, pero quien la quiera hacer tiene el aliciente de volver por el camino de ronda entre el Port de la Selva y Llançà.
Salimos del aparcamiento que encontramos justo antes de entrar a Llançà y que queda a mano derecha de la carretera donde hay un gran supermercado. Enseguida empezamos la subida hacia la sierra de Rodes y, a medida que subimos, vemos como el pueblo de Llançà se va tirando cada vez más pequeño. Al llegar al primer cuello, vemos, al norte, hasta la cabeza de Cervera, límite natural entre Cataluña y Francia por la banda de mar.
A partir de aquí dejamos las vistas de Llançà atrás y ya ponemos la vista en nuestro próximo objetivo: el monasterio de Sant Pere de Rodes, que enseguida veremos ante nuestro, levantándose sobre el Port de la Selva. El monasterio, accesible por carretera desde Puerto de la Selva, se puede visitar por dentro pero lo dejaremos por otro día o no tendremos tiempo de acabar la ruta. En 20 minutos llegaremos a los escombros del castillo de Santo Salvador, la cota más alta de la sierra de Rodes, desde donde tenemos unas fantásticas vistas del golfo de Roses, a una banda, y del Puerto de la Selva y el Cabo de Creus, a la otra. Es muy habitual que el viento sople muy fuerte aquí arriba, así que es recomendable ir preparados y traer un jersey o un tallavents para taparnos.
Hasta aquí el camino, a pesar de que quizás ha resultado un poco cansado por la constante subida, ha sido bastante fácil. Pero a partir de aquí y hasta llegar casi al valle tendremos que andar con los cinco sentidos. El camino muy marcado deja a un paso orientativo por la cresta de la sierra, donde nos tenemos que abrir entre rocas y salientes. También tendremos que hacer la bajada hacia el Puerto de la Selva con los ojos muy abiertos porque el camino, que encontraremos a mano izquierda poco antes de llegar a Roses, que nos queda a la derecha, es muy inclinado y el terreno bastante arenoso y resbaladizo.
La Selva de Mar nos sorprende al llegar al valle. Costa de creer que tan cerca de núcleos turísticos de la Costa Brava, como Llançà y Puerto de la Selva, todavía exista un pueblo donde se respire la tranquilidad y el ambiente de años atrás. En poco rato, siguiendo la carretera, llegaremos al Puerto de la Selva, donde ya vemos más la impronta de la mano del hombre en las numerosas construcciones a la orilla del mar. Todo así, este pueblo todavía conserva la esencia de su espíritu de pueblo de pescadores y la típica imagen ampurdanesa de casas blancas borde el mar.
Seguramente notaremos el cansanci al llegar a Puerto de la Selva. Pero la compañía del mar en el último tramo de la ruta, que haremos por el camino de ronda, nos dará la energía que nos hace falta para llegar en Llançà en una hora y media. Si queremos, podemos hacer una parada en una de las calas que encontraremos antes de llegar a nuestro destino para remojarnos un poco y reactivar nuestra circulación después de la esgotadora jornada.
Salimos del aparcamiento que encontramos justo antes de entrar a Llançà y que queda a mano derecha de la carretera donde hay un gran supermercado. Enseguida empezamos la subida hacia la sierra de Rodes y, a medida que subimos, vemos como el pueblo de Llançà se va tirando cada vez más pequeño. Al llegar al primer cuello, vemos, al norte, hasta la cabeza de Cervera, límite natural entre Cataluña y Francia por la banda de mar.
A partir de aquí dejamos las vistas de Llançà atrás y ya ponemos la vista en nuestro próximo objetivo: el monasterio de Sant Pere de Rodes, que enseguida veremos ante nuestro, levantándose sobre el Port de la Selva. El monasterio, accesible por carretera desde Puerto de la Selva, se puede visitar por dentro pero lo dejaremos por otro día o no tendremos tiempo de acabar la ruta. En 20 minutos llegaremos a los escombros del castillo de Santo Salvador, la cota más alta de la sierra de Rodes, desde donde tenemos unas fantásticas vistas del golfo de Roses, a una banda, y del Puerto de la Selva y el Cabo de Creus, a la otra. Es muy habitual que el viento sople muy fuerte aquí arriba, así que es recomendable ir preparados y traer un jersey o un tallavents para taparnos.
Hasta aquí el camino, a pesar de que quizás ha resultado un poco cansado por la constante subida, ha sido bastante fácil. Pero a partir de aquí y hasta llegar casi al valle tendremos que andar con los cinco sentidos. El camino muy marcado deja a un paso orientativo por la cresta de la sierra, donde nos tenemos que abrir entre rocas y salientes. También tendremos que hacer la bajada hacia el Puerto de la Selva con los ojos muy abiertos porque el camino, que encontraremos a mano izquierda poco antes de llegar a Roses, que nos queda a la derecha, es muy inclinado y el terreno bastante arenoso y resbaladizo.
La Selva de Mar nos sorprende al llegar al valle. Costa de creer que tan cerca de núcleos turísticos de la Costa Brava, como Llançà y Puerto de la Selva, todavía exista un pueblo donde se respire la tranquilidad y el ambiente de años atrás. En poco rato, siguiendo la carretera, llegaremos al Puerto de la Selva, donde ya vemos más la impronta de la mano del hombre en las numerosas construcciones a la orilla del mar. Todo así, este pueblo todavía conserva la esencia de su espíritu de pueblo de pescadores y la típica imagen ampurdanesa de casas blancas borde el mar.
Seguramente notaremos el cansanci al llegar a Puerto de la Selva. Pero la compañía del mar en el último tramo de la ruta, que haremos por el camino de ronda, nos dará la energía que nos hace falta para llegar en Llançà en una hora y media. Si queremos, podemos hacer una parada en una de las calas que encontraremos antes de llegar a nuestro destino para remojarnos un poco y reactivar nuestra circulación después de la esgotadora jornada.