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Xavier Amat

Las habaneras, o cuatro maneras d’calentar motores

Los sonidos marineros marcan, como cada año, el inicio de la fiesta, con la fresca por compañía

Dos cuartos de 2 de la madrugada, y la pareja de hecho que forman La bella Lola y Mi abuelo ponen el punto y final por la noche 'ilegítima' de las Santas: todo el mundo sabe que forma parte de la fiesta, pero nadie la quiere reconocer como tal. Es la noche para calentar motores por todo el que nos viene encima, y en este caso esto de calentar es literal, puesto que hacía años que no se veían tantas chaquetas el 24 de julio al paseo Marítimo, a pesar de que sólo las más negrillas se las acaban poniendo. La noche para los primeros reencuentros y los primeros recuerdos del pasado, de cuando los padres ya nos traían y descubrimos que también hay habaneras más allá de las altamente popularizadas y además preciosas – Marinero de tierra adentro, La Balada de en Lucas... -, y empezábamos a tener aquel cosquilleo al estómago.

Y, ya como aquellos años atrás, las formas para calentar las elige cada persona. A las primeras filas, la gente atenta a aquello que sucede arriba el escenario, mayoritariamente personas adultas y que en algunos casos llegan con bastante antelación para coger buen asiento. Xalen con los sonidos de la guitarra y del acordeón, con las voces graves de taberna, y tanto los hace los grupos arriba el escenario, el caso es que cantan habaneras. Este año es el turno de Bergantí y Cubacant, que logran buena nota en su paso por el escenario situado entre dos palmeras de base esquifida y copa enjuta por obra y gracia del escarabajo morrut. Más atrás ya se pierde parte de la atención, las canciones todavía se sienten bien pero los asistentes prefieren organizar redondas con las sillas y conversar del que sea, algunos se las llevan a la oscuridad bajo las palmeras, y avance la noche hay quién empieza a hacer golpes de ninguno y pide a sus acompañantes de ir echando, que al día siguiente, a diferencia otros de la pandilla, a él le toca trabajar.

Entre las barras de bebidas y las del quemado hay el sector que seguramente a él mismo se define como "santer@", formado por gente joven. Su función esta noche es encontrar todo el mundo que pueda, charlar por los descosidos, felicitarse mutuamente porque llegan las Santas, citarse para el Desvelo Bellugós – algunos también para el Llamamiento – y llevarse en casa el vaso del quemado. Uno de los tres o cuatro que beberá. El sonido de las habaneras ya no llega en ninguna parte, pero ni en broma huirían de esta zona. Toni Martínez, que hace cinco años que prepara y sirve ron quemado, explica que tienen a punto 2.160 raciones; él y una veintena más de personas no pararán de servir desde las 11 de la noche hasta las 2 de la madrugada.

Finalmente, hay quién prefiere la intimidad de la arena de la playa para calentar motores, algunos a través del alcohol, otros con juegos carnales, sin que ambas cosas sean incompatibles. Podrían haber elegido cualquiera otro tramo de la inmensa playa, pero quieren estar cerca de donde hay el rescoldo de la fiesta. La arena los acompañará esta noche y quizás también la siguiente, después de la Rociada, el 26 quién sabe si cambiarán la arena por el césped del parque Central, pero el 27 de seguro que volverán a sentar o tumbarse borde las olas.

Pasan los años y no cambian mucho las formas para calentar motores. Una mirada fría nos puede parecer – igual que en otros actas de las Santas – que cómo Bill Murray hemos quedado atrapados en el tiempo. Pero quizás sí que con el paso de las añadas o en función de la compañía cada cual de nosotros elige, cada 24, una manera, no necesariamente la misma que 12 meses atrás, de encender la mecha de las Santas.