En plena celebración de los 40 años de la recuperación de Las Santas, es hora de fijarse en cómo ha evolucionado el modelo de gestión de la Fiesta Mayor mataronina. Una fiesta que, en el formato que empezó a adquirir hace cuatro décadas, tenía como una de sus piezas fundamentales la participación ciudadana. Las Santas las hacían los mataronins y mataronines, con el acompañamiento y el apoyo del Ayuntamiento. Pandillas, comparsas, entidades y colectivos, reunidos en un denso entramado de comisiones (de imagen, de actas de fuego, infantil...) que ideaban, organizaban y se encargaban de la ejecución de prácticamente todos los actos del programa. Ocupándose de todo, hasta el último detalle, desde el diseño general a la limpieza final, desde traer las figuras a recoger las vallas o servir las bebidas; todo desde el más estricto voluntariado.
"La gente va a ver cuál es la programación que los técnicos de Cultura han trabajado, en ninguna parte de ser algo que hemos decidido y elaborado entre todos"
Buena parte de este modelo sigue vigente: sin los mataronins que se implican a fondo, la fiesta no existiría. Sin los centenares de voluntarios que ayudan en todo el que pueden, nada sería posible. Pero en los últimos años, como ya hace tiempos que traen denunciando muchas de las personas más implicadas en la fiesta, el modelo está cambiante, tomando una dirección que los preocupa ostensiblemente. Hoy, señalan, Las Santas son una fiesta promover sobre todo desde el Ayuntamiento, en concreto desde Cultura, y el ciudadano asume cada vez más un rol pasivo, adaptándose a las directrices del consistorio, reduciendo su colaboración a tareas importantes pero no troncales, o simplemente convirtiéndose en un mero espectador.
"El Ayuntamiento de Mataró se presenta por todas partes como un modelo a seguir en el fomento de la participación ciudadana, pero en el caso de Las Santas, pincha", afirma Dani Álvarez, músico del grupo La Coixinera, programador de actas culturales, miembro de la asociación cultural Y 15 y autor del libro sobre la Fiesta Mayor titulado 'No hay bastante'. Àlvarez lamenta que hoy en día "la gente va a ver cuál es la programación que los técnicos de Cultura han trabajado, en ninguna parte de ser algo que hemos decidido y elaborado entre todos".
Un diagnóstico en el cual coincide Pol Bartrès, vinculado durante muchos años a la organización de la Fiesta desde ámbitos como la comisión infantil. "Qué modelo queremos? Uno de hecho por la ciudadanía, o promovido por unos expertos técnicos que hacen la fiesta a su manera en base a criterios económicos y de tendencias? La realidad es que vamos ninguno esta segunda vía", constata. Josep Rodri, dramaturgo mataroní y un histórico de la Fiesta Mayor vinculada a ella desde muchísimos ámbitos, remacha el clave. "Se ha vaciado de contenido la Comisión de Las Santas, que ya no toma decisiones importantes sino que le venden dadas". Pero, como se ha llegado a esta situación? Y qué consecuencias puede tener para la Fiesta Mayor mataronina? Las Santas han dejado de ser del pueblo?
"Es muy difícil que salgan nuevas ideas de actas y propuestas si no hay nuevas generaciones a quienes se dé voz porque las puedan aportar"
Los tiempos han cambiado
"Siempre había habido unos ideólogos que echaban del carro, pero la sensación era que entre todos lo decidíamos todo, de la fiesta", recuerda Àlvarez. "La organización no era paso perfecta –añade Bartrès- pero todo el mundo podía decir la suya, aportar ideas". Rodri recuerda que eran los propios mataronins los que barrían la plaza después del baile de Fiesta Mayor. "Pero porque habíamos sido nosotros, mataronins, quién habíamos decidir hacer aquel baile y quien lo habíamos organizado".
La fiesta emanaba de la ciudadanía; durante los primeros años de la fiesta recuperada, lo hacía de manera muy directa, con tantas ganas e ilusión como, a menudo, precariedad e incluso imprudencia. "Con el paso del tiempo la fiesta se ha ido profesionalizado, para decirlo de alguna manera, y a veces con resultados mucho xulos", apunta Bartrès. En su recuerdo figura la organización de la Jeringada, con bebederos "que repartíamos nosotros mismos y con la gente que era rociada desde las cubas, en un auténtico campi quién pueda". Hoy aplaude el formato del Esquitxadeta de Colores, mucho más organizado y elaborado. "No se trata de decir que todo el de antes fuera mejor que ahora", constata. [banner-AMP_5]
Pero hay un reverso oscuro en esta evolución. Todo el mundo coincide al apuntar que el endurecimiento de las normativas que regulan la organización de actos masivos a la vía pública, en cuanto a cuestiones como la seguridad o la tipología de recintos, ha supuesto un cambio de paradigma muy importante en la organización de la fiesta. "Los tiempos han cambiado y las medidas que se requieren son diferentes a las de hace 40 años, esto ya lo entendemos", apunta Rodri, "pero hoy la infraestructura y la seguridad se lo comen todo, nos gastamos más dinero en ella que en los actos en sí". Especialmente durante la última década, la principal preocupación del consistorio respecto a Las Santas se ha centrado al garantizar las condiciones de seguridad de sus actos principales y masivos, sin que estos perdieran su esencia. Un equilibrio muy difícil, que ha comportado medidas complejas y en ocasiones polémicas como por ejemplo la sonorización del Desvelo Bellugós, el cambio de emplazamiento de la Rociada, el control de accesos al casco antiguo durante la Noche Loca, o la programación alternativa del 25 por la noche, entre otros.[banner-AMP_6]
"No hay capacidad de decisión por parte de la gente de la calle, de los colectivos: todo se hace desde el Ayuntamiento y la participación ha acontecido testimonial"
Se vive, según mucha gente involucrada en Las Santas, en una dictadura de la normativa, que marca qué se puede hacer y que no a Las Santas, un sentimiento muy diferente al que se vivía con la Fiesta en 80 y 90. Y aquí es dónde, según las mismas voces, la administración pública toma mucho poder en detrimento de los ciudadanos. "Tal y cómo está pensada la Fiesta en el día de hoy no hay capacidad de decisión por parte de la gente de la calle, de los colectivos: todo se hace desde el Ayuntamiento y la participación ha acontecido testimonial", constata Àlvarez, que considera que "esto ya le va bien al consistorio, porque es mucho más fácil decidir por tú mismo y después contar con una ma de obra pencaire para ejecutarlo, que no tener que hacer el papel de gestionar tomas de decisiones colectivas". Rodri, la voz más crítica de las tres consultadas, es más directo: "a Cultura hay una serie de gente que es la que lo decide todo, y punto". [banner-AMP_7]
Todos ellos coinciden al señalar que al consistorio le ha faltado cintura e imaginación para saltarse los obstáculos y ser capaz de adaptarse a las nuevas normativas más exigentes sin correr peligro de perder el modelo festivo de Las Santas. Consideran que las víctimas de todo no son tan sólo aquellas personas o colectivos que quieren implicarse en la organización de los actos y a quienes hoy no se escucha basta; apuntan al conjunto de la ciudadanía que disfruta de la fiesta, puesto que de todo se ha desprendido una carencia de nuevas ideas y propuestas que ha repercutido en un empobrecimiento del programa de Las Santas. "Tendríamos que ser capaces siempre de hacer propuestas nuevas, de aventurarnos con nuevos actos, pero este atrevimiento por desgracia hoy ya no está, y esto se debe de a que no se mujer suficiente voz a la gente", afirma Bartrès. [banner-AMP_8]
Carencia de ideas
La comisión infantil en la cual colaboraba Bartrès, que entró como relevo generacional de los primeros miembros de la misma comisión, desde el mundo de los esparcimientos y de las madrigueras, trabajó durante muchos años en todo tipo de actas, algunos de exitosos y otros de fallidos, que hicieron que cada año el programa de Santas se viera sacudido de nuevas propuestas, algo que se echa de menos hoy. De allá salieron ideas tan fructíferas como la Tarde Guillada, hoy indispensable en la fiesta. [banner-AMP_9]
"Las Santas no se pueden convertir en un festival con escenarios donde pasen cosas decididas sólo por tres personas desde un despacho"
Pero si se repasan los últimos años de la festividad, cuesta encontrar la irrupción de grandes novedades, las cuales suelen llegar en forma de noticias vinculadas a las infraestructuras (este 2019, el nuevo escenario al Espigón) o a medidas de seguridad y cambios de escenarios. El No hay bastante, nacido en 2007, es el último grande nuevo acto de Santas, dejando de banda el Dissantes. Este último nació de la mano de una entidad privada y, si bien ha sido todo un éxito y los mataronins lo han hecho suyo, surge de unos esquemas diferentes. "Es muy difícil que salgan estas ideas si no hay nuevas generaciones a quienes se dé voz porque las puedan aportar", resuelve Bartrès, que alaba el trabajo realizado por los técnicos de Cultura, que considera que "conocen muy bien la fiesta y se lo estiman muchísimo", pero teme que Las Santas "puedan perder personalidad" sin el trabajo activo de las comisiones. Es decir, de la gente dispuesta a aportar ideas y hacerlas realidad. [banner-AMP_10]