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Mònica Vilert presentando su cartel al Plenario de Santas de 2009

V. B.

Las Santas todavía son del pueblo?

El voluntariado y la gestión conjunta sigue siendo uno de los disparos distintivos de la Fiesta Mayor, pero el modelo muestra síntomas de agotamiento

Desde su recuperación con la llegada de la democracia, Las Santas son una fiesta de raíz popular, con un carácter participativo que la diferencia de la mayoría de las fiestas mayores catalanas. Fue el impulso de la gente de Mataró, del pueblo, el que redefinió la fiesta de arriba abajo, el que articuló sus principios básicos que hoy en día todavía son válidos. Jaume Calsapeu, uno de los históricos de esta iniciativa popular, afirma que no ha habido "una estructura tan rica y tan productiva para discutir ideas como el plenario de 1979, las primeras Santas en democracia". Aquellas eran unas Santas asamblearias, con un nivel de autogestión altísimo. Treinta años más tarde, la fiesta mayor mataronina sigue haciendo gala de la participación ciudadana. Los mataronins pueden seguir diciendo la suya, y la gestión de la fiesta se sigue repartiendo entre la administración pública y las entidades y los ciudadanos. Pero el modelo ha cambiado muchísimo, y hay voces que apuntan que ha llegado a un callejón sin salida.

Actualmente el modelo participativo de Santas es un complejo entramado de comisiones de trabajo, que se reúnen con una periodicidad e intensidad muy variable. Para los menos avezados, el organigrama se presenta casi como un jeroglífico, movido por dinámicas subterráneas que se van reformulando de manera permanente para intentar dar respuesta a las nuevas necesidades de la fiesta mayor. El esquema organizativo sigue girando alrededor de la Comisión de la Fiesta Mayor, que integra a todo el mundo que participa y trabaja en el acontecimiento. La comisión es el espacio abierto para debatir sobre las Santas, y para recoger propuestas, ideas, sugerencias y consultas de entidades, colectivos y personas. participa todo el mundo quien quiere, a nivel individual o como representante de entidades relacionadas con la fiesta. La Comisión se reúne en el Plenario, donde se plasman todos estos debates. Las reuniones tienen lugar a Can Palacete, se inician habitualmente el mes de marzo y en los últimos años suelen congregar una cincuentena de personas.

El organigrama de participación cuenta actualmente con tres comisiones que, al contrario que la general, son cerradas y específicas: la de Imagen, la de Fuego, y la de Pandillas Institucionales. La primera escoge el artista encargado del cartel -decisión que semrpe acaba comportando polémica- y el fotógrafo que inmortalizará la fiesta. La comisión de fuego tiene un carácter más bien técnico, es anual (va más allá de la Fiesta Mayor), y suele reunirse por primera vez antes de Sant Jordi. Reúne las pandillas de fuego de la ciudad, las institucionales y, desde este año, también toman parte el Basilisc y Diablos de la Llàntia. Un espacio que puede servir para limar los problemas existentes entre las pandillas de fuego a raíz de los incidentes a la Escapada a Negra Noche del 2009. También se promueve la formación en materia de seguridad, cada año más exigente en los espectáculos populares de fuego. Y la comisión de Pandillas Institucionales, de reciente creación, reúne a representantes de los Gigantes, el Aliga, el Dragón, la Momerota y las Diablesas para trabajar los actos propios de la fiesta mayor y también cuestiones como la relación con la IMAC, las salidas a otras poblaciones o la formación de los músicos. Por último, también existe la Comisión de Actas Tradicionales y de Calle, fusión de dos grupos independientes hasta este 2010.

Pérdida de protagonismo?
Pero, cuál es el peso real de todo este entramado participativo a la vez de tomar decisiones importantes de la fiesta? Penedès defiende que todavía es elevado. "El modelo va más allá de la participación ciudadana, puesto que en muchos casos estamos hablando directamente de gestión conjunta de la fiesta". Hay otras voces, pero, que opinan que el modelo participativo está perdiendo fuerza y es el Ayuntamiento quien asume de facto la dirección de toda la fiesta. "El modelo de participación está en crisis", constata Josep Maria de Ramon, miembro de Sala Cabañes y vinculado en la organización de las Santas desde principios de los años 80. Durante las primeras Santas democráticas, el voluntariado era vital porque la administración no contaba con bastante recursos. Esto ha cambiado, hasta el punto que el Ayuntamiento "podría organizar la fiesta por sí solo porque ya dispone de muchos más medianos", tal y cómo apunta De Ramon. Según él, el voluntariado y sus dinámicas "se han convertido en un peso pesado para la administración, puesto que cuestiones que se podrían resolver en un nada se eternizan porque hacen falta mil reuniones". Entiende, pero, que romper con todo el movimiento participativo que hay detrás de la fiesta "sería un contrasentido", puesto que es precisamente uno de los grandes valores añadidos de Las Santas. "Hay que reencontrar el equilibrio perdido", resuelve.

Las críticas también han llegado desde la oposición. La CUP cree que se está cortando las alas a la participación ciudadana en la organización de Santas. Según la formación, el modelo organizativo ha "degenerado" por cumplido puesto que desde el IMAC "se ha minimizado el papel de la Comisión" de la Fiesta Mayor con el pretexto de ser "más profesionales y operativos". La formación considera "no se han debatido de manera abierta" temas como el recorte presupuestario o la decisión de qué actas se tenían que suprimir. Jaume Calsapeu, por su parte, se manifiesta en la misma línea que De Ramon. Destaca que el actual plenario de Santas está "más domesticado o dirigido", puesto que el IMAC "ha asumido totalmente las competencias de la fiesta". Aquel espíritu que rememora del inicio de las Santas democráticas, que aglutinaba "mucha gente joven" en reuniones que se alargaban "hasta altas horas de la madrugada". "El plenario, si quiere demostrar su utilidad, no tiene que ser únicamente un senado para decir amén, una reunión periódica para aceptar o rehusar el programa de actas, sino un canal activo para la reinvención permanente de la fiesta" constata Calsapeu, que concluye a pesar de todo que Las Santas no tienen amo. "Son del pueblo, y nadie se puede apoderar".