"Los barrios tendrían que tener una medida adecuada a las personas que viven. Este es el caso de los Molinos". Miquel Ponce, molinenc de toda la vida, lo dice sentado en un banco de la plaza situada en pleno corazón del barrio que, desde el 2017, trae el nombre de su madre, Montse Mompart. Ponce, exregidor de ICV al Ayuntamiento de Mataró, tiene situado su despacho de abogados, a pocos metros del bar que regentaba su madre y que, durante décadas, fue un polo de apoyo a los vecinos –muchos de ellos llegados en las oleadas migratorias del sur del Estado de los años 50 y 60– y de actividad contra el régimen franquista. Con tantos vínculos familiares y sentimentales con este sector de la ciudad, Ponce ha decidido quedarse. "Podría haberme buscado socios y abierto el despacho en cualquiera otro lugar, pero el local lo heredé de ma madre y aquí me conoce todo el mundo", afirma. No hace falta que lo jure: de paseo por las calles del cercando, no para de saludarse con los vecinos.
Este es un hecho común a los Molinos: la gente que vive se conoce, porque muchos residen de toda la vida. "Es un barrio que no está nada sobredimensionado, la mayoría son casas unifamiliares o bloques de, como mucho, cuatro plantas, la densidad de población es menor que en otros sectores", relata el abogado. Buena parte de estas viviendas, muchos de ellos frutos del autoconstrucció, pasan de padres a hijos, puesto que las generaciones que han nacido optan para quedarse. Hoy lo valle mujer argumentos para hacerlo: es mucho más tranquilo que otros es a menos de quince minutos andando del centro de Mataró y cuenta con todos los servicios y equipamientos básicos. Hace medio siglo, como recuerdan los más veteranos de la zona, ni mucho menos era así. "Calles sin asfaltar y enfangados, no había alumbrado, esta plaza era un barranco... Cuando mis padres, que eran de la zona antigua de Mataró a tocar de mar, decidieron venir a vivir aquí los decían: 'qué vais a hacer, allí arriba, os atacarán los indios!'", recuerda Ponce.
La presión de los vecinos organizados en la asociación que el propio Ponce promovió ayudó a revertir esta situación calamitosa. Más allá de asfaltar las calles y otras cuestiones vinculadas a la dignidad más básica, consiguieron que el Ayuntamiento comprendido la Torre de Can Clavel, que pertenecía al Opus Dei y que hoy ejerce de Centro Cívico, y que construyera una escuela cuna para los niños de la zona. Si bien las mejoras son incuestionables, hay elementos que han empeorado. Por ejemplo, el comercio local. Las persianas bajadas y los letreros de "en alquiler" se suceden a lo largo de Virgen María de a Esperança, la "calle mayor" del barrio. "En la plaza donde somos había una pescadería, una tienda de víveres, una barbería, una carnicería y un establecimiento de electrodomésticos. Ha desaparecido todo", lamenta el abogado.
Los puntos clave del barrio
Plaza Montse Mompart En esta plazoleta había 'El bar de Montse', una mujer que trabajó por el bienestar de los vecinos del barrio procedentes de las oleadas migratorias de los años 50 y 60 y por la recuperación de los derechos democráticos.
Calle Virgen María de Esperança Una de las principales arterias del barrio, puesto que desde sus orígenes concentró gran parte de la actividad comercial de la zona. Hoy, la mayoría de locales están cerrados. Las edificaciones son las típicas de la zona casas unifamiliares surgidas de la autoconstrucció.
Paseo Carles Padrós Uno de los principales problemas del barrio es la pérdida del comercio local; este todavía pervive sobre todo al paseo Carles Padrós, el bulevar del barrio, donde se hace la fiesta mayor cada verano y que es el enlace más directo con el casco antiguo de Mataró.
La Torre de CanClavel l El edificio y la zona ajardinada que lo rodea eran propiedad de la Opus Dei, y los vecinos todavía recuerdan como llegaban niños y niñas vestidos de veintiún botones para jugar a la pista polideportiva. Hoy es el centro cívico del barrio.[banner-AMP_5]
Plaza Lluís Millet La zona limítrofe entre Los Molinos, Vista Alegre y Camino de la Sierra ha acontecido un pequeño pulmón verde para los vecinos de estas zonas. Un sector que es fruto de las grandes obras de reurbanización y ampliación de la ciudad de ahora hace dos décadas.
Los grandes retos de los Molinos
En este barrio todas las miradas se centran en un lugar concreto, el llamado Triángulo de los Molinos, un parking provisional a la espera de definir qué se hará. El barrio necesita nuevos equipamientos sociales, culturales y asistenciales, y los vecinos y vecinas también echan de menos actividad comercial, puesto que el tejido de tiendas locales se ha debilitado.[banner-AMP_6]
Triángulo de los Molinos Hoy es un aparcamiento gigante en superficie, por fin muy arreglado por parte del Ayuntamiento después de que el AVV no cesara de reclamarlo. Pero se trata de una solución provisional mientras no se acaba de decidir qué se hace, en un sector estratégico para el barrio y para el futuro de la ciudad. De momento no hay proyecto definido.[banner-AMP_7]
Más equipamientos para el barrio En comparación con altas zonas, los Molinos hace corto en materia de equipamiento sociales, culturales y asistenciales. La CABEZA compartida con Cereza ha quedado pequeño, no hay zonas deportivas y las bibliotecas públicas quedan muy lejos. El proyecto que se haga al Triángulo hay de dar respuesta.
Mayor dinamismo comercial Salvo honroses excepciones, casi no quedan tiendas de barrio que hace tiempo daban mucha vida al mismo. Buena parte del comercio local ha ido cerrando puertas por carencia de clientela, que prefiere las grandes superficies. El riesgo es que Molins acabe aconteciendo uno valle-dormitorio. [banner-AMP_8]
Reurbanización de las calles Calles como por ejemplo Tres Tumbos, entre otros, presentan unas aceras tan estrechadas que apenas caben dos peatones en paralelo. Si a esto sumamos que muchos viales son bastante empinados, la movilidad, en especial para la población más envejecida, es problemática.