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Codina (izquierda) con Medina y Pascual

V. B.

Los secretos del arte de Josep Maria Codina quedan a cuerpo descubierto a l’Atendéis

Cerca de un centenar de personas asisten a la vetlladaartística organizada por Renacuajo y Caja Laietana alrededor de la obra del pintor mataroní

Pocos secretos de la carrera artística de Josep Maria Codina quedan por desvelar después de la velada artística que el pintor mataroní protagonizó ayer jueves, día 27, al Ateneo de Caja Laietana. El centenar largo de personas que asistieron al acto, organizado por Renacuajo y Caja Laietana, se pudieron adentrar en la vida y obra del pintor mataroní, conceptos indisociables en él, a través de la entrevista que le realizaron los críticos de arte Pere Pascual y Raquel Medina. "El pintor tiene que ser honesto y asumir el riesgo de su propia evolución", explicó Codina, a lo largo de una conversación sobre arte saboreada sin prisas y amenizada con la música de un cuarteto de jazz y las creaciones de chocolate presentadas por el pastelero Claudi Uñó. El inmejorable marco lo ponían los cuadros de gran formato que Codina expone estos días en el Ateneo, y que tienen el blanco como gran protagonista. El estudio de interiorismo Krea Diseño se encargó del siete donde tuvo lugar la charla.

Durante la primera parte de la entrevista, dedicada a los orígenes de la carrera de Codina, el pintor recordó tres personajes claves que le encendieron el chispazo del arte: el escolapio Francesc Barrachina, un maestro "entregado a sus alumnos" y una persona "clave" en sus primeras pasas como artista; Jordi Arenas, maestro de muchos pintores mataronins de la generación actual; y Josep Novellas, el hombre que lo acogió a su estudio y lo enseñó "a mirar ninguno adentro, en ninguna parte de hacerlo hacia fuera". También estuvo presente el recuerdo de la primera exposición de Codina en Mataró, precisamente a la sala que tenía Caja Laietana a La Riera. Una muestra en que el concepto del tiempo, una constante en su obra, ya se dejaba entrever. "La visita era muy rápida, era pleno verano y no funcionaba el aire acondicionado", bromeó Codina.

La emotividad presidió el momento de la conversación dedicado a la rotura vital de Codina expresado en dos exposiciones, a Caja Laietana en 1996 y a Can Palacete dos años más tarde. Al referirse a esta época, el pintor desveló un secreto que tenía muy guardado: sufrió cáncer, enfermedad que lo influyó poderosamente en su obra de aquellos años. "Fue un golpe muy fuerte, que se dejó notar en mi lenguaje pictórico", dijo Codina. El sentido del tiempo, tan presente en sus trabajos, se vuelve más radical, y aflora el miedo a "no saber tomar la decisión correcta". Cortes, incisiones, materiales quirúrgicos, laberintos sin salida, y el color que se difumina, son los elementos que dominan la obra de Codina en esta etapa y que dejan aflorar todas sus desazones. "En un artista de verdad, no hay separación entre vida y obra, están ligadas", apuntó Raquel Medina. La doctora en Arte recordó como le impresionó "" la exposición de Codina a Can Palacete, nuevo grandes piezas sobre un apoyo de planchas de hierro oxidado que mostraban "una gran fuerza y bagaje técnico". Codina resumió así su continua evolución: "Sé con que podría asegurar mi obra, pero yo quiero arriesgar, salir adelante".

El trance vivido en aquellos años fue sortosament dejado atrás y dio a una nueva etapa en la cual se enmarcan las pinturas que expone actualmente el mataroní en el Ateneo. Obras en las cuales Codina recupera el aceite y la tela, para mostrar el blanco como principio y final de la trayectoria vital. Sobre estos "océanos translúcids", según los definió Raquel Medina, aparecen trazos que dejan patente el envejecimiento, el paso del tiempo y las marcas que deja en la piel de cada cual. Obras más serenas que muestran un auténtico cambio vital del artista. "Las incisiones que hacías antes ahora continúan siendo, pero son más suaves", resumió Pere Pascual.