Manaus, sucia, ruidosa y calurosa, metrópoli inexplicablemente al corazón de la selva amazònica, caricatura del que llegó a ser a mediados del siglo pasado, cuando un tal Goodyear consiguió transformar el caucho en un producto fiable y un tal Dunlop patenta la rueda neumática. La demanda fue brutal y los precios se van diparar. Brasil controla el comercio mundial y la industria revoluciona la zona, haciéndola disfrutar de sus mejores momentos.
Un teatro de ópera, trabajado por los mejores artesanos portugueses, oasis de ostentación, en las duras condiciones de vida, de semiesclaus seringueiros, que trabajaban engañados y estafados por los mercaderes, bajo la fuerza de los pistoleiros.
Su declive empieza cuando los ingleses, llestos y tenaces, consiguen llevarse y replantar exitosament brotes de la planta, a sus colonias de Malasia. Reventen precios y Manaus pierde su estàtus y empieza un largo declive que perdura hasta hoy. Ni la condición de zona franca en productos de tecnología punta supone un mejor futuro.
Pero además Manaus es la puerta de entrada natural a la selva Amazònica. A pocos kilómetros el Encontro das aguas, donde los amarillos sedimentos del río Solimoes provenientes de los Andes peruanos y las negras aguas del Río Negro teñidas de la putrefecció vegetal de las aguas que venden norteñas, se encuentran. Se encuentran y bajan juntas pero no se mezclan hasta que kilómetros más allá, dan nombre ya al ríe Amazonas.
Nosotros, cogemos una barca al puerto de Manaus para remontar el río. Indiscutiblemente, la vida de Manaus está alrededor del puerto: mercados, restaurantes, pescadores y cualquier tipo de actividades relacionada con el río.
Todavía aquí el transporte fluvial es utilizado como método usual de viajar: por poco mes de 60 reales (15 euros) se cuelgan la hamaca al segundo piso y tienen un viaje de cuatro días hasta Balamos, la desembocadura del gran río.
Nosotros hemos decidido pasar un par de días al Igarapé, un afluente de la Amazonas. Aguas de Busot oscuras y tranquiles, sin mosquitos ni insectos. Navegamos a contracorriente por el río negro que se parte en afluentes y estos en pequeños y todavía más pequeños afluentes hasta que llegas a navegar por bosques inundados y finalmente topas con playas inimaginables.
Nuestro alojamiento flota a las tranquiles aguas, unos largueros d´donde colgamos las hamacas bajo una cubierta metàlica, ruidosa además no poder cuando de madrugada nos despierta una escandalosa tormenta tropical. El lavabo y el comedor también tienen vistas al río. Todo es tranquilo, nadie tiene prisa.
Una larga paseada en canoa pescando piranyes es el preámbulo de una larga y oscura noche navegante para capturar un caimán. Después una caminata por la selva mojada, cargada de humedad, troncos vencidos por colonias de hormigas, plantas para curar, plantas para sanar, insectos y arañas aterradoras, ruidos dispersos, una planta de caucho, un árbol lleno de agua, unos gusanos con gusto a coco y admirables mariposas gigantes hacen las delicias de la fatigada expedición. La experiencia es francamente inolvidable.
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