Hay señales que indican que puede haber cambios en la formación inicial del profesorado de educación secundaria. Hay que ver muy bien cuál es el alcance y el calendario de esta demasiados golpes aplazada reforma, pero ha pasado el suficiente tiempo para poder decir (cómo hemos hecho otras muchas veces) que la universidad ha tardado demasiado a llevar a cabo la imprescindible actualización de unos estudios que tendrían que habilitar mucho mejor y no como por ejemplo para ayudar en la mejora de una etapa especialmente frágil de nuestro sistema educativo cómo es la educación secundaria.
Quizás alguien ha pensado que los retos que tenemos planteados en educación escundària y la formación inicial de los profesores y profesoras eran cosas diferentes: nada más lejos de la realidad. Muchas de las mejoras necesarias en esta etapa pasan por una buena preparación profesional de los docentes. Y esto se puede conseguir, está claro, después de unos cuántos años de práctica y de una buena formación permanente, pero es inaplazable que se plantee con firmeza desde la primera formación que reciben los profesores y profesoras, la inicial, que en estos momentos no asegura ni de lejos las competencias profesionales necesarias para ejercer de profesor. Y hablamos de competencias profesionales porque es mediante estos paràmentres (los de las competencias) que planificamos y evaluamos el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos, también, y hay que ser consecuentes con esta concepción de la preparación académica y profesional.
De las muchas cosas que hay que mejorar en esta formación inicial hay la necesidad de poner a disposición de las persones aspirantes un espacio professionalitzador rico en oportunidades de aprendizaje, es decir, donde los estudiantes puedan ver en funcionamiento aquellas prácticas que ilustran el buen trabajo y tengan la oportunidad de intentar contribuir temporalmente y bajo la tutoría de un profesional experimentado y experto. Esto implica un cambio sustancial en el practicum (el periode de prácticas de esta formación inicial), que tiene que ser suficiente en el tiempo y mucho más determinante para la acreditación o no de la titulación profesional. Esto tendría que comportar como contrapartida una vinculación más grande de centros y profesores en activo con la universidad, y un reconocimiento más explícito de esta contribución, imprescindible para una preparación profesional mucho mejor.
Sin olvidar la oportunidad que da la formación permanente (de la que los Movimientos de Renovación Pedagógica venimos ofertant actividades desde hace décadas, posibilitando las prácticas de formación entre iguales y el impulso de experiencias innovadoras y de mejora) conviene aclarar el papel fundamental de una buena formación inicial. Entre otros, tiene que ayudar a identificar a tiempo aquellas personas que se han equivocado o van muy erradas en las expectativas respecto de nuestra profesión, que tendrían que optar o bien para intentar lograr las competencias profesionales mínimas o bien para dedicarse a otra cosa.
El mensaje que tenemos que transmitir tiene que ser muy claro: la nuestra es una profesión muy noble y muy guapa, pero muy exigente; cuanto antes se sepa, mejor. Y cuanto más oportunidades haya para dejarse seducir por este trabajo, todavía más bien. Todo esto nos conduce a reclamar una mejor formación inicial para los futuros enseñados de secundaria, más cumplida y más adaptada a las exigencias de nuestros centros, nuestras aulas y nuestros jóvenes estudiantes. Hace muchas décadas que se tendría que haber cambiado; ahora que estamos, aprovechémoslo bueno.
Quizás alguien ha pensado que los retos que tenemos planteados en educación escundària y la formación inicial de los profesores y profesoras eran cosas diferentes: nada más lejos de la realidad. Muchas de las mejoras necesarias en esta etapa pasan por una buena preparación profesional de los docentes. Y esto se puede conseguir, está claro, después de unos cuántos años de práctica y de una buena formación permanente, pero es inaplazable que se plantee con firmeza desde la primera formación que reciben los profesores y profesoras, la inicial, que en estos momentos no asegura ni de lejos las competencias profesionales necesarias para ejercer de profesor. Y hablamos de competencias profesionales porque es mediante estos paràmentres (los de las competencias) que planificamos y evaluamos el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos, también, y hay que ser consecuentes con esta concepción de la preparación académica y profesional.
De las muchas cosas que hay que mejorar en esta formación inicial hay la necesidad de poner a disposición de las persones aspirantes un espacio professionalitzador rico en oportunidades de aprendizaje, es decir, donde los estudiantes puedan ver en funcionamiento aquellas prácticas que ilustran el buen trabajo y tengan la oportunidad de intentar contribuir temporalmente y bajo la tutoría de un profesional experimentado y experto. Esto implica un cambio sustancial en el practicum (el periode de prácticas de esta formación inicial), que tiene que ser suficiente en el tiempo y mucho más determinante para la acreditación o no de la titulación profesional. Esto tendría que comportar como contrapartida una vinculación más grande de centros y profesores en activo con la universidad, y un reconocimiento más explícito de esta contribución, imprescindible para una preparación profesional mucho mejor.
Sin olvidar la oportunidad que da la formación permanente (de la que los Movimientos de Renovación Pedagógica venimos ofertant actividades desde hace décadas, posibilitando las prácticas de formación entre iguales y el impulso de experiencias innovadoras y de mejora) conviene aclarar el papel fundamental de una buena formación inicial. Entre otros, tiene que ayudar a identificar a tiempo aquellas personas que se han equivocado o van muy erradas en las expectativas respecto de nuestra profesión, que tendrían que optar o bien para intentar lograr las competencias profesionales mínimas o bien para dedicarse a otra cosa.
El mensaje que tenemos que transmitir tiene que ser muy claro: la nuestra es una profesión muy noble y muy guapa, pero muy exigente; cuanto antes se sepa, mejor. Y cuanto más oportunidades haya para dejarse seducir por este trabajo, todavía más bien. Todo esto nos conduce a reclamar una mejor formación inicial para los futuros enseñados de secundaria, más cumplida y más adaptada a las exigencias de nuestros centros, nuestras aulas y nuestros jóvenes estudiantes. Hace muchas décadas que se tendría que haber cambiado; ahora que estamos, aprovechémoslo bueno.