La música es presente en cualquier lugar, ocasión o acontecimiento, a menudo tan sólo como telón de fondo, a través de la radio o la televisión, o circulando por los aires proveniente de cualquier lugar bastante cercano a nuestro oído. Aun así, las circunstancias hacen que, según la situación o el estado de ánimo, seamos más propensos a ciertas armonías que a otros.
Por ejemplo, no sería nada apropiado en una despedida funeraria incluir el Himno en la alegría de Beethoven, ni adecuada para un bautizo la Marcha fúnebre de Chopin. Igualmente, buleries o sevillanas no se escauen en una competición de castellers, como tampoco lo hace El sueño de amor de Liszt en un acto de separación o divorcio, ni escuchar en una propuesta de matrimonio la Tocata y fuga de Bach, opción que resultaría demasiado directa... Finalmente, sería una provocación y una muestra de mal gusto sentir el Ave Maria de Shubert en este nuevo prostíbulo tan puesto en entredicho por los ciudadanos.
En cambio, unos enamorados agradecerían La apassionata de Beethoven en su intimidad, así como el Vales del minuto de Chopin para los amores de unos viejos amantes. Para los que en estas fiestas hayan abusado un chico del alcohol, nada mejor que la Marcha turca de Mozart, o El revolucionario del mismo Chopin para los catalanes decepcionados con Madrid debido al Estatuto o la nueva ley lingüística, a los cuales los podrían dedicar El carnaval de los animales de Saint Saens. También sería una buena propuesta el Aleluya de Haendel para los seguidores del Barça, o El vuelo del moscardón de Korsakov para los pelmazos de turno que todo el día pidolen.
Sea como fuere, el más molesto en este momento debe de ser escuchar a través de los audios de los bares Sara Montiel cantando el Fumando espero... mientras los pobres fumadores, a las puertas de los locales públicos, encienden el pitillo con manos temblorosas y sufriendo un frío que pela. Ojalá esto sirva para erradicar los males de los pulmones, a pesar de que sea a riesgo de coger una pulmonia, una gripe o un constipado que acabe al tanatorio con el Señor, tengas piedad de mí de Johan Sebastian Bach.
Elegís y removéis, pues, que hay para todos los gustos.
Por ejemplo, no sería nada apropiado en una despedida funeraria incluir el Himno en la alegría de Beethoven, ni adecuada para un bautizo la Marcha fúnebre de Chopin. Igualmente, buleries o sevillanas no se escauen en una competición de castellers, como tampoco lo hace El sueño de amor de Liszt en un acto de separación o divorcio, ni escuchar en una propuesta de matrimonio la Tocata y fuga de Bach, opción que resultaría demasiado directa... Finalmente, sería una provocación y una muestra de mal gusto sentir el Ave Maria de Shubert en este nuevo prostíbulo tan puesto en entredicho por los ciudadanos.
En cambio, unos enamorados agradecerían La apassionata de Beethoven en su intimidad, así como el Vales del minuto de Chopin para los amores de unos viejos amantes. Para los que en estas fiestas hayan abusado un chico del alcohol, nada mejor que la Marcha turca de Mozart, o El revolucionario del mismo Chopin para los catalanes decepcionados con Madrid debido al Estatuto o la nueva ley lingüística, a los cuales los podrían dedicar El carnaval de los animales de Saint Saens. También sería una buena propuesta el Aleluya de Haendel para los seguidores del Barça, o El vuelo del moscardón de Korsakov para los pelmazos de turno que todo el día pidolen.
Sea como fuere, el más molesto en este momento debe de ser escuchar a través de los audios de los bares Sara Montiel cantando el Fumando espero... mientras los pobres fumadores, a las puertas de los locales públicos, encienden el pitillo con manos temblorosas y sufriendo un frío que pela. Ojalá esto sirva para erradicar los males de los pulmones, a pesar de que sea a riesgo de coger una pulmonia, una gripe o un constipado que acabe al tanatorio con el Señor, tengas piedad de mí de Johan Sebastian Bach.
Elegís y removéis, pues, que hay para todos los gustos.