Hay cosas que no hace falta ni decir para saber de dónde es alguien. Quizás es la manera en que pronuncia xíndria, el fervor por Les Santes o la capacidad innata de quejarse del cartel de Les Santes de cada año, como si fuera lo más importante de la vida. Ser mataroní va mucho más allá del código postal: es una manera de ser, de hablar y, sobre todo, de mirar el mundo desde el mar y con un punto de ironía. A continuación, repasamos 10 rasgos curiosos, anecdóticos y con un poco de humor que delatan a cualquier hijo o hija de Mataró —aunque intente disimularlo.
No eres del todo de Mataró si…
Si no le llamas “El Casas” al bus
Aunque los más antiguos quizás aún conserven el arcaico “coche de línea” para referirse al autobús a Barcelona, lo más común en Mataró es llamarlo “el Casas”, en referencia al nombre de la empresa que lo explotó históricamente y que hace ya tiempo desapareció, absorbida por el gigante Moventis. Para ir a Barcelona en transporte público, en Mataró vamos a coger el “trenc” o miramos las horas en que pasa “el Casas”. Y tanto si se elige una opción como la otra, es muy probable que al usarlo acabemos renegando, porque el servicio suele ser estridente. Está el 1 o el 2 (o el e.11, no sé qué…) pero el Casas es el Casas, del mismo modo que el hipermercado de Cabrera sigue siendo el Pryca.
Si no comes sabre por Sant Simó
El 28 de octubre es un día normal y corriente en el resto del mundo, pero en Mataró tenemos motivos para afrontarlo con una sonrisa de oreja a oreja. La razón es que es Sant Simó. Pero no es que de un día para otro nos volvamos todos piadosos y creyentes, no. Los hay que sí y los hay que no, como en todo. Pero por Sant Simó toca uno de los tortells más singulares del año: el Sabre. A media mañana, para comer, merendar o cenar. Un tortell que, en lugar de ser redondo, tiene forma y nombre de sable. El sabre de Sant Simó que, si eres de Mataró, sabes que debes ir a buscar en cualquiera de las panaderías o pastelerías locales.
Si no eres de un Frankfurt o del otro
Los dos Frankfurts históricos del centro de Mataró son establecimientos hermanos y, al mismo tiempo, conforman una especie de dicotomía identitaria entre los mataronins. Está el de la Riera, junto al Ayuntamiento, y el de la Plaça de Santa Anna. Ambos tienen parroquia fiel, mucho éxito siempre y a todas horas, y responden a dos definiciones que han hecho fortuna en los últimos años. Son a la vez “estructuras de Estado”, como decían los del procés, y “servicios de primera necesidad”, expresión que se popularizó durante la pandemia. Pero lo curioso —y muy mataroní— es que a menudo se es de uno o del otro. Vas a uno o al otro. Prefieres y militas en uno de los dos templos de la plancha caliente, como forma de vida mataronina.
Si no te han robado en la Fira
La Fira de atracciones de Mataró es una de las citas sociales más concurridas y genuinas de la capital del Maresme y, al mismo tiempo, de toda la vida ha tenido cierta sensación de inseguridad asociada. Desde los tiempos en que se hacía en la Riera y en el Corregiment era casi tan tradicional como el polvo de la arena que algún gamberro te birlara el dinero que tus padres te habían dado para comprar un ticket para el Látigo, los autos de choque o el Skylab. Si no te han robado en la Fira directamente cuando eras pequeño o joven, es probable que te parezca que lo hacen —ya sabes cómo funcionan las percepciones— cuando vuelves con tus hijos, sobrinos, ahijados o quien sea, y te toca pagar tú todas las atracciones a las que antes te financiaban tus padres.[banner-AMP_5]
Si no has criticado El Monstre
Un hábito moderno de los mataronins y mataronines es aprovechar que se divisa desde prácticamente cualquier punto de la ciudad para criticar la Torre Barceló. El edificio más alto de la capital del Maresme, que ya está terminado y listo para que vivan quienes puedan permitírselo, ha sido —reconozcámoslo— motivo de tertulia en salas de espera, lugares de trabajo, comidas de compromiso, ascensores, barras de bar, comidas familiares y en todo tipo de ámbitos. Criticar El Monstre, incluso de forma constructiva y elogiosa, es plenamente definitorio de lo que significa ser de la ciudad.[banner-AMP_6]
Si no echas de menos la Ronda
No nos movemos mucho de la Ronda Barceló para hablar de cuando el nombre “Barceló” no era tan importante y el sujeto era “La Ronda”. De cuando los fines de semana incluso se cortaba el tráfico, de cuando las discoteques que había reunían gente de todo el país y las colas se mezclaban. De cuando nombres como Chasis, Factoria, Equlògic, El Local, Locualo, La Cova o tantos otros hicieron de esta zona el epicentro nocturno y festivo de varias generaciones. Esas son las generaciones que ahora, cuando se encuentran, sacan siempre a pasear la añoranza por la Ronda cuando seguramente lo que echamos de menos es la juventud.[banner-AMP_7]
Si no has acabado tirando caramelos de Reis
Los caramelos de Reis son otro clásico indispensable de la nacionalidad mataronina. Como si no fuera ya bastante especial la llegada de los Reyes, su Cabalgata se ha convertido en una especie de baremo que se mide al peso de caramelos, en cantidad de caramelos lanzados. Desde los tiempos de la Cabalgata comercial, con carrozas que iban a precio cerrado, la gente salía a ver a los Reyes con bolsas vacías que acababan llenas. Pero lo que realmente es mataroní es que el entusiasmo con que recoges el máximo de caramelos el 5 de enero sea inversamente proporcional a la atención que prestas al bol de dulces recopilados, que probablemente acabes tirando a la basura meses después cuando aún no les has hecho ni caso. [banner-AMP_8]
Si no dices “Muntanya de la Creu” y “Turó de Mata”
Al este y al oeste de Mataró, es decir, desde el primer lugar donde se ve el sol por la mañana hasta el último detrás del cual se pone por la tarde, tenemos dos montañitas. No son gran cosa, de hecho son dos de las colinas que rodean la ciudad. Lo curioso es que tienen un nombre oficial y otro real o popular. Y es muy mataroní no saber qué demonios es “el turó de Cerdanyola” o extrañarse si te hablan del “turó d’Onofre Arnau”, porque siempre se les ha conocido y llamado, respectivamente, Muntanya de la Creu y Turó de Mata. [banner-AMP_9]
Si no se te ha hecho largo volver de fiesta del Pla d’en Boet
Antes hablábamos de la Ronda, la zona lúdica de unas generaciones de mataronins que ahora probablemente esperan —o van a buscar— a sus hijos e hijas al Pla d’en Boet. La zona de ocio nocturno ya fue desplazándose hacia el Polígon Industrial a inicios de siglo y, de hecho, de la mano de nombres míticos de antes y de ahora como Cocoa, Nivell II, Privat, Teatre, Manaus, el Clap o Miracle se convirtió en un auténtico pulmón festivo. Lo que es muy mataroní —y lógico de noche cuando ya vuelves, porque vas cansado— es que, si no vives en el barrio del Pla d’en Boet, se te haga pesado volver a casa paso a paso, ya que la ciudad a esa hora y según en qué estado parece que se deslice y se vuelva más lejana y que cada vez haya más cuesta arriba. [banner-AMP_10]
Si no pierdes la cabeza por en Robafaves
Como no somos muy dados a sacar pecho por casi nada de lo que tenemos, los mataronins a menudo recurrimos a nuestro gegant, en Robafaves, cuando tenemos que hacer recuento de aquello que nos hace mejores que los demás. Mientras en todas partes piensan y dicen que sus gigantes son los más bonitos del mundo, en la capital del Maresme lo decimos con toda la razón. Perdemos la cabeza, literalmente, por en Robafaves y por eso incluso hay padres más entusiasmados que los niños detrás de la figura cuando sale. [banner-AMP_11]
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