Mucho a principios de los años sesenta, un periodista le pregunta a un joveníssim Mick Jagger cuando de tiempo cree que durará su banda. Más de cuarenta años después, la respuesta está arriba del escenario. Superando la sexagésima, y contra todo sentido de la la lógica y el tiempo, los Rolling Stones en directo se hacen inmortales. Cineasta melómano y mitòman como pocos, Martin Scorsese se acerca a la banda con reverencia de fan y voluntad de coger la chispa que explica el milagro. Por eso Shine a light es más que un documental sobre la banda, la grabación de uno de sus conciertos y el testigo del despliegue técnico y mediático que los rodea. Es un intento de coger la esencia misma del rock' roll.
Scorsese, no se puede negar, ha contado con un envidiable despliegue técnico que le permite seguir de bien aprop todos los movimientos y evoluciones de Mick Jagger, Keith Richards y los suyos, y gracias al uso de hasta diecisiete cámaras, consigue acercar el espectador a los músicos hasta convertirlo en una presencia más arriba del escenario. Y es gracias a esta proximidad, y también al rabiós nervio que define todo el cine de Scorsese, que se siendo muy cercana la energía que desprenden Stones. El concierto arranca con Jumpin' Jack Flash y se cierra con el grande clásico Satisfaction. Entre medio, suenan canciones recientes y temas lejanos como As tear goes by (con un recuerdo velat a Marianne Faithful), y versiones de country y de un blues -acomopanyats del bluesman Buddy Guy- que recuerdan el suyos orígenes y explican su evolución. Después tocan Sympathy for the devil o Brown Sugar y Stones se confirman como aquello que son: la mejor banda de rock de la historia, el mayor espectáculo del mundo.
Scorsese grabó dos conciertos de Stones al Beacon Theather de Nueva York, uno de los cuales en motivo del aniversario de Bill Clinton. En la bienvenida, el expresidente de los Estados Unidos se presenta modestamente como teloner de la banda. La broma no está exenta de simbolismo, porque nadie, ni Clinton, ni Scorsese, podrá estar ya nunca por encima de Stones. Gracias a un espectacular y divertido travelling final, es el propio cineasta quién los proyecta desde el escenario al firmamento.
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