Juan Joseé Omella, obispo de Logroño, ha sido designado arzobispo de Barcelona. Mons. Omella, nato en la Franja de Ponente, habla catalán, santo Josep de Calasanç también nació y en sus escritos se declara perteneciendo a la nación catalana. Omella es originario, por nacimiento de la Cataluña natural, no de la administrativa conformada a la ligera desde 1833, la natural incluye la Franja, el que pasa es que parece que el nuevo arzobispo no se haya dado cuenta a pesar de la edad y los años de ministerio.
Llegará a la nueva diócesis como si fuera un cura forastero desconeixedor de la historia y de los contenido de la iglesia catalana conformada a lo largo de los siglos por sus propios mártires, padres doctrinales, confesores y vírgenes santos, fundadores de de órdenes y congregaciones. También con un contingente de estudios bíblicos que han hecho realidad que en un siglo se editaran cinco biblias catalanas, con un sentimiento exquisito de la liturgia, concretado con dos Congresos Litúrgicos en cien años que han propiciado la dignidad del culto, con una conferencia episcopal, la Tarraconense, que ha afanado en a la personalidad propia de este país en el suyos documentos de manera inequívoca, cuando ha hecho falta, una iglesia que ha hecho posible la edición en catalán de los Clásicos de los Cristianismo con cien cincuenta volúmenes. Y todavía con movimientos sociales de gran alcance insertados en la sociedad. Y que ha perdurado a pesar de las acometidas dictatoriales en plenas dictaduras. Con una iglesia que atiende los pobres sin renunciar a aquello que lo arraiga en el pueblo. Y que ha sido católica, apostólica y romana.
El nuevo arzobispo no podrá olvidar que Cataluña, toda, nació mecida por la Iglesia, Cuixà Ripoll... y que tiene por referente Montserrat y Pueblecito.
Las muchas virtudes personales que tiene que tener un obispo de nuestro tiempo nadie las puede poner en entredicho en la persona del nuevo arzobispo. Pero tendrá que tener en cuenta que las manos sacerdotals, para ser humanas, también dejan improntas y que es bueno y saludable que marquen en consonancia con la identidad del rebaño que le ha sido confiado.
Hay en Cataluña curas y obispos que habrían desarrollado con la dignidad oportuna la función encomendada a Mns. Olmella y su nombramiento, en consecuencia, ha propiciado una cierta suspicacia en bastantes sectores del pueblo fiel.
Se le reprocha que su firma conste en el documento rubricado por algunos obispos españoles sobre la unidad sagrada de España, que fuera defensor acèrrim del traslado de las piezas de arte propiedad del Museo diocesano de Lleida a favor del obispado de Barbastre cuando fue titular, sin atender las justificaciones de los que eran propietarios por el derecho de custodia y de compra. Todo esto último habrá que considerarlo agua pasada.
Está en sus manos y en su hacer que Juan José Omella, los años que esté en Barcelona, se muestre como el pastor de la iglesia catalana que muchos esperábamos y deseamos.
No sé que lo hace, pero, me viene a la memoria la frase que pude sentir de un gran cura del obispado de Osona, Mn. Rovira Tenas, refiriéndose al alud de inmigrantes venidos en Cataluña en cincuenta y sesenta : "Hagámoslos catalanes, que serán buenos cristianos".
Llegará a la nueva diócesis como si fuera un cura forastero desconeixedor de la historia y de los contenido de la iglesia catalana conformada a lo largo de los siglos por sus propios mártires, padres doctrinales, confesores y vírgenes santos, fundadores de de órdenes y congregaciones. También con un contingente de estudios bíblicos que han hecho realidad que en un siglo se editaran cinco biblias catalanas, con un sentimiento exquisito de la liturgia, concretado con dos Congresos Litúrgicos en cien años que han propiciado la dignidad del culto, con una conferencia episcopal, la Tarraconense, que ha afanado en a la personalidad propia de este país en el suyos documentos de manera inequívoca, cuando ha hecho falta, una iglesia que ha hecho posible la edición en catalán de los Clásicos de los Cristianismo con cien cincuenta volúmenes. Y todavía con movimientos sociales de gran alcance insertados en la sociedad. Y que ha perdurado a pesar de las acometidas dictatoriales en plenas dictaduras. Con una iglesia que atiende los pobres sin renunciar a aquello que lo arraiga en el pueblo. Y que ha sido católica, apostólica y romana.
El nuevo arzobispo no podrá olvidar que Cataluña, toda, nació mecida por la Iglesia, Cuixà Ripoll... y que tiene por referente Montserrat y Pueblecito.
Las muchas virtudes personales que tiene que tener un obispo de nuestro tiempo nadie las puede poner en entredicho en la persona del nuevo arzobispo. Pero tendrá que tener en cuenta que las manos sacerdotals, para ser humanas, también dejan improntas y que es bueno y saludable que marquen en consonancia con la identidad del rebaño que le ha sido confiado.
Hay en Cataluña curas y obispos que habrían desarrollado con la dignidad oportuna la función encomendada a Mns. Olmella y su nombramiento, en consecuencia, ha propiciado una cierta suspicacia en bastantes sectores del pueblo fiel.
Se le reprocha que su firma conste en el documento rubricado por algunos obispos españoles sobre la unidad sagrada de España, que fuera defensor acèrrim del traslado de las piezas de arte propiedad del Museo diocesano de Lleida a favor del obispado de Barbastre cuando fue titular, sin atender las justificaciones de los que eran propietarios por el derecho de custodia y de compra. Todo esto último habrá que considerarlo agua pasada.
Está en sus manos y en su hacer que Juan José Omella, los años que esté en Barcelona, se muestre como el pastor de la iglesia catalana que muchos esperábamos y deseamos.
No sé que lo hace, pero, me viene a la memoria la frase que pude sentir de un gran cura del obispado de Osona, Mn. Rovira Tenas, refiriéndose al alud de inmigrantes venidos en Cataluña en cincuenta y sesenta : "Hagámoslos catalanes, que serán buenos cristianos".