Hace años vi una escena de la serie United States of Tara: el adolescente que estaba descubriendo su homosexualidad se deja convencer por un amigo de ir al parque a hacer cruising. El amigo, que acepta encantado ser "el gay", va enseguida con un chico con quién había quedado. El protagonista, pero, temerós, se topa accidentalmente con el vecino, un hombre que vivió la revolución sexual. El vecino deja de practicar sexo con el desconocido con quien estaba y, preocupado, coge el chico y lo acompaña en casa. De camino, el chico le dice que no sabe como ser gay y él le responde, haciendo referencia a su generación que no tenía más opción, que no hay nada especial para ser gay y que, más todavía, no hace falta que vaya al parque a desfogarse con el primero que pasa.
Son fechas del Orgullo y esta escena me ha hecho pensar. La izquierda actual, imbuida por el pensamiento feminista hegemónico, se pone las manos a la cabeza al ver mujeres cosificades y no para de hablar del patriarcado por todas partes, que se tiene que destruir (deconstruir, dicen) por los roles que impone, entre otras cosas. Pero, curiosamente, no critica la cosificación ni estereotipització de los cuerpos masculinos en esta celebración, no se alarma por la sexualització de todo ni se plantea la orientación de esta reivindicación. Visto en perspectiva, hay una profunda contradicción, pero plantearlo seria chocar contra la identitarisme actualmente en boga en el progresismo que caracteriza el pensamiento de tal manera que evita cualquier reflexión mínimamente crítica y todo lo considera una ofensa.
Pero la escena que he narrado nos enseña una cosa muy importante: apoderamiento no es el mismo que emancipación. El pensamiento identitarista hegemónico sufre, pero, esta profunda y desgraciada confusión: suplanta la segunda por la primera. La confusión se produce por la intensidad del individualismo: el punto de partida y referencia es un mismo, su subjetividad y su felicidad. El apoderamiento se puede lograr, así, a través del consumo mismo. En efecto, el consumo nos da la apariencia de igualarnos y así nos permite imitar el modelo cosificat (y sexualitzat) que hemos visto (y que se reproduce y se vende), de tal forma que nos hace pasar la envidia, la rabia o la vergüenza. Ahora bien, así se difunde una imagen que interiorizamos y, pues, estereotipamos y nos convertimos en una marca de nosotros mismos. Y esto no es nada de nuevo: el circuito de las mercancías, instrumento clave de alienación social. El peor: se alaba y promueve, fruto de la desgraciada confusión. Volvemos a la escena: la revolución sexual no era esto.
Al fin y al cabo, se trata de orgullo de ser humanos dignos, nada más y nada menos, no orgullo de un individualismo arrogante que anuncia con quien se va a la cama. Esto no tiene nada que ver con la emancipación, auténtico principio de cambio social. No lo perdemos nunca de vista.