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Judith Vives

Política de papel cuixé

Los prestigio más que justificado de Meryl Streep está provocando que una película tan floja y manipuladora como 'La dama de hierro' acapare pilas y pilas de críticas positivas. Pero no se tiene que confundir la solvencia más que contrastada de una actriz que se atreve con todo, incluso a dar vida a la misma Margaret Tatcher, con el retrato que la película hace de la ex primera ministra conservadora del Reino Unido. Un personaje como este requeriría una aproximación algo más rigurosa y comprometida y sobre todo, mucho menos frívola del que propone la directora Phillida Lloyd, responsable también de la adaptación cinematográfica de 'Mamma Mia!'.

Cómo si no fuera consciente del personaje que tiene entre manso, Lloyd ha decidido centrarse en aspectos como por ejemplo la relación matrimonial de la Tatcher y las dificultades que una mujer como ella, hija de un modesto tendero, se topó para acceder al mundo político dominado por los hombres. Aspectos interesantes, sin duda, pero que no tendrían que servir para disimular la responsabilidad que Margaret Tatcher tuvo en la guerra de las Malvinas o las huelgas de los mineros británicos, episodios más que dramáticos de la reciente historia británica y que se tocan al film como quien no quiere la cosa. Ahora más que nunca se tiene que recordar que las políticas de la Tatcher han provocado, por ejemplo, buena parte del valiente cine de denuncia social inglés. Pero el retrato de la dama de hierro descafeinado y maquillat huye completamente de estudio y deriva en un cúmulo de anécdotas sin interés más propias del papel cuixé que de la biografía que uno espera de uno de los líderes que más responsabilidad ha tenido en el primer impulso de las políticas neoliberales.

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