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Albert Callos y Xart

Por qué Mataró y el Maresme no s’acaban d’estimar?

Mataró no ha acabado de funcionar nunca como capital del Maresme ni tampoco, al resto de la comarca, le ha interesado demasiado que lo sea porque ni siquiera lo ha reivindicado.

Esta historia de amor frustrado quizás es debida a la propia estructura socioeconómica del Maresme y al hecho que cada municipio echa por donde puede, pero los últimos años me parece que la conciencia comarcal se ha difuminado fuerza y esto si que es preocupante.

El Maresme está en una posición estratégica que todo el mundo loa, entre Barcelona y Girona, pero es obvio que esta es una de las claves que ha dificultado también su concreción territorial, integrada por demasiados ámbitos diferenciados.

Nuestra comarca no ha acabado nunca de tener un medio de comunicación compartido –ni público ni privado- para la treintena de pueblos y cuando lo ha hecho, este ha durado poco tiempo o no ha funcionado como haría falta.

Por otro lado, en algunos momentos, especialmente a partir de los años 80, desde una cierta línea de defensa de la cultura comarcal, es cuando se estuvo más aprop de esta conciencia colectiva y una parte de la clase política supo recoger el testigo y obtener resultados.

Un buen ejemplo de esto sería la creación de la Muestra Literaria del Maresme, que con el paso de los años ha ido perdiendo su fuerza inicial y disgregándose, funcionando menos como dinamizador cultural de una creación literaria compartida y más bien como una cosa que hay que hacer cada año porque toca, porque lo dice el guion.

Tampoco creo que Consejo Comarcal y los ayuntamientos hayan sido demasiados por la identidad conjunta, quizás porque han tenido que afrontar graves problemas en infraestructuras, unos momentos económicos muy malos, porque la situación política en general se ha deteriorado, no se está por esta tarea y se cree más en las marcas turísticas o la dinamización de la gastronomía, cosas que están muy bien pero con las cuales no hay bastante.

Al trasfondo, el problema continúa siendo el mismo: mientras a un maresmenc de Arenys de Mar le sea igual un acto que se haga en Premià de Dalt o uno de Vilassar de Mar no se preocupe por los problemas de los ciudadanos de Calella, el Maresme es solamente un espacio administrativo, tangible en la burocracia y algunos servicios colectivos, pero nada más.

No hemos sabido crear conciencia de comarca. Y esto no es únicamente responsabilidad de la estructura política, sino también del resto del tejido social. No hemos sabido, no hemos creído, no hemos querido o no nos ha interesado.

Tampoco puede negarse que en los últimos tiempos una generación de políticos maresmencs de varios partidos empieza a preocuparse por este tema y ha buscado sinergias y enlaces en ámbitos socioeconómicos para ligar los de por sí dispersos municipios del Maresme con su capital.

El Maresme tiene que ser más que un nombre y esto sólo se consigue si hay voluntad que sea así. Una cierta voluntad, esta, que puede canalizar la clase política, pero que pide la implicación de muchos más sectores de la sociedad.

El Maresme parte de unos elementos identitarios a los cuales no se tiene que renunciar, que tenemos que potenciar entre todos juntos y van mucho más allá del que se está haciendo horas de ahora. Cómo y de qué manera, esta sería la clave estratégica.

Medios de comunicación con conciencia de Maresme, que respeten y equilibren el flujo informativo entre la capital y el resto de la comarca, fomentar propuestas culturales ambiciosas compartidas –hay entidades que dan un ejemplo inmejorable de como hacer esta tarea- y sobre todo, una línea más clara por parte de quien tenga capacidad de fomentar los disparos de la historia, la cultura y los elementos comunes, creando mecanismos que favorezcan resultados colectivos.

No sé si es el momento de abrir el debate, pero ahora, más que nunca, en pleno siglo XXI de abassegadores nuevas tecnologías, sería el momento de preguntarse qué es el Maresme y quién somos los maresmencs, de donde venimos y hacia donde vamos, qué tenemos que hacer para perdurar en medio del alud de un mundo que tiende a eliminar el pequeño por sistema. Preguntárselo y poner en práctica, si es posible, las ideas que salgan, antes de que sea demasiado tarde.