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Manuel Cusachs

'Puig y Cadafalch, presidente de Cataluña' (1917-1923)

Con este título acaba de aparecer un libro de Albert Balcells, un estudioso del personaje, en el que se trata, principalmente, de los seis años de la presidencia de Josep Puig y Cadafalch al frente de la Mancomunidad de Cataluña (1917-1923) que lo convirtieron en Presidente de Cataluña.

Es un libro oportuno por dos motivos: el primero porque hace justicia a la enorme tarea de la presidencia de Puig y Cadafalch al frente de la Mancomunidad (fruto de la coordinación y fusión de las cuatro diputaciones provinciales catalanas), en unos años muy difíciles. Y en segundo lugar porque estamos a las puertas de celebrar el Centenario de la constitución de la Mancomunidad de Cataluña (1914-2014).

Nuestro personaje sucedió a Enric Prat de la Riba, muerto prematuramente, que fue su creador y primer presidente (1914-1917). Puig y Cadafalch sería elegido para continuar la tarea de articular la autonomía catalana con la fusión de las cuatro diputaciones catalanas de Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona. Y fue reelegido tres veces consecutivas en 1919, 1921 y 1923. Hasta que el capitán general Primo de Ribera hizo un golpe de estado e implantó una dictadura que duró de 1923 hasta el 1930, anulando la continuidad de aquel intento de gobierno autonómico.

“A pesar de que era una fórmula migrada para las necesidades y aspiraciones de los catalanes, la Mancomunidad constituía un hecho excepcional y este carácter le dio el valor de ente preautonómico y, como tal, era admirada, envidiada y combatida”, según dice el autor del libro Albert Balcells. Bajo la presidencia de Puig y Cadafalch continuó la tónica de la presidencia de Prat de la Riba y de propiciar la col•laboració dentro de la Mancomunidad de personalidades con varias procedencias políticas e ideológicas.

Por la primavera del 1923 (a cuatro meses del golpe de estado) lo pistolerisme hacía estragos a la vida cotidiana barcelonesa. Y a pesar de todo la Mancomunidad de Cataluña seguía adelante. Y decir Mancomunidad en aquellos momentos quería decir “teléfonos, bibliotecas, escuelas técnicas, museos, reconstrucción de monumentos, caminos vecinales, saneamiento y, en definitiva, un grado más alto de civilización, pero, sobre todo, de civismo”, dice Balcells. Aquel clima, pero, tan inestable favorecería el golpe de estado militar del otoño, pocos después de la celebración de la Fiesta del 11 de Septiembre. Puig y Cadafalch y otras autoridades creyeron ‘s las falsas prometidas de Primo de Ribera.

Según el autor del libro “el éxito más grande de Puig y Cadafalch consistió en el traspaso de todos los servicios y recursos de las cuatro diputaciones provinciales catalanas a la Mancomunidad el 1920. Y su fracaso más grande dentro del movimiento catalanista fue no haber podido impedir la escisión de Acción Catalana el 1920.”

Al hablar del golpe militar del 1923 Balcells justifica que Puig y Cadafalch confiara con el general Primo de Rivera porque parara los pies al pistolerisme, restituyera la orden y respetara el regionalismo, tal y cómo había manifestado en privado. Los hechos pero lo desmentirían y un golpe al poder se desató una política anticatalanista feroz.

Durante los seis años que Puig y Cadafalch ejerció de Presidente de la Mancomunidad, de Cataluña, su capacidad de trabajo fue enorme “no sólo si se considera el conjunto de su larga existencia, sino cuando se constata que, al mismo tiempo que asumía responsabilidades políticas absorbentes, continuaba manteniendo una actividad importante como arquitecto y como urbanista de primera ringlera”, según ha escrito Albert Balcells.

Después del golpe de estado Josep Puig y Cadafalch todavía ostentaba el cargo de Presidente de la Mancomunidad pero no podía ejercer como tal. Su error de cálculo al confiar con Primo de Rivera, como ya hemos avanzado, le causaría un considerable desprestigi entre los correligionaris catalanistas. Ante aquella disjuntiva optó para marchar. “La vigilia de Nadal del 1923 Monte y Cadafalch abandonó silenciosamente su cargo y marchó a la Cataluña norteña”. Seria sustituido por un hombre de paja, el dinástico Alfons Sala, y dos años después la Mancomunidad sería abolida. El intento de una autonomía propia se iba a pique. El centralismo español se mostraría, una vez más, incapaz de hacer ninguna concesión.

Caída la dictadura llegó la II República (14 IV 1931) y Puig y Cadafalch se presentó por la Liga a las elecciones en el Parlamento de Cataluña, pero no consiguió salir elegido. Esquerra Republicana de Cataluña se erigiría en el gran vencedor regionalista.

El estallido de la Guerra Civil (18 VII 1936) lo coge en su casa de Argentona. Se exilia en Francia para volver en 1941 y “se encontró con un expediente de responsabilidades políticas y con la prohibición de ejercer suya profesión.” Nada lo para y el 1942 (tenía ya 73 años) emplean la reconstrucción del Instituto de Estudios Catalanes, el cual demuestra la fidelidad al país hasta su muerte que se acontecería el día 23 de diciembre del 1956 en Barcelona. Y el día de Nadal sus despojos serían trasladados y enterradas en Mataró, por deseo expreso. Son enterradas en un humilde nicho familiar.

La celebración del Centenario de la Mancomunidad de Cataluña (1914-2014) es un momento oportuno para subrayar su enorme tarea al servicios del país durante los seis años en que Josep Puig y Cadafalch fue Presidente de Cataluña. Y a lo largo de toda su larga vida.