Una temporada más, y van seis, que lo Atendéis Caja Laietana nos ofrece Cuatro muestra que podríamos definir como la de una colectiva individualizada, en la que cuatro artistas muy diferentes se guarecen bajo el techo común de la sala de la calle Bonaire.
Cuatro cogerá voladizo o no según el dominio de uno de los dos vectores del todo contradictorios que establecerán su potencia. Por un lado puede ser la existencia de una cierto equilibrio de contrarios que dará homogeneidad al conjunto. Por la otra, la presencia de un elemento destacable por encima el resto, siendo este el que marque criterio cualitativo y de aprecio.
Este segundo caso es el de la edición de este año en la que de menos además nos encontramos con una poco desarrollada apuesta orientalista por parte de la mataronina Teresa Vidal, el realismo paisajístico tradicional de Kiku Poch y la expresividad gestual de Irene Bou, quedando todos abrumados por la potencia creativa de la especial figuración del vigatà Albert Coma, con un conjunto expositivo de aquellos que dejan petge.
Albert Coma, dominador técnico de gran altura, juega con la aparente simplicidad del dibujo sobre tela y con la figura humana como protagonista. Con un trazo potente, un ritmo gestual continuado, nos ofrece unas obras que exudan bastante, dinamismo, sensualidad, que seducen a la mirada y que en un examen más remirado nos traen a la capacidad de los bonos artistas: la de que el conjunto de la obra parezca establecerse por sí misma, en una facilidad aparente que valora más encara el resultado del trabajo.
Ya sea en el gran mural políptic que domina el espacio, en la que la obra respira con más ligereza, como en el resto de piezas, en especial en una gran estructura cupular que nos permite un concepto circular solventat con toda destreza, la obra de Coma demuestra una solvencia creativa de gran nivel favorecida además, por el hecho de que el artista es poseedor de una elegancia casi renacentista que mujer más puntos todavía a un trabajo que tendría que merecer la atención de todo buen aficionado.
Irene Bou es una artista de claro concepto humanista . El hombre es su eterno protagonista, pero es el hombre traído a una situación en buena parte extrema. Un hombre débil, desesperanzado, agredido y agresor. Unos conceptos pero que a veces parecen impostados por una línea plástica volgudament moderna ( las referencias a Basquiat sueño obvias ) que a la vez está buscando un punto endulzado y decorativo. Una pintura de fuerza que a veces no parece del todo sincera limitando el global de una artista que precisa de una evidente depuración.
Kiku Poch es paisajista de raíz clásica, que tiene en la figuración, la luz y el color los elementos con los que construye y viste su obra, en la que se encuentra a gusto y en la que intenta profundizar en unos conceptos de siempre, vistos bajo la mirada de ahora mismo, pero con el firme convencimiento que la suya es una pintura que siempre tendrá un público fiel, al que se tiene que servir con honestidad y calidad.
La mataronina Teresa Vidal nos ofrece un trabajo de cariz orientalitzant no del todo exitoso. No acaba de entender que con toda la diversidad de conceptos que uno quiera, siempre será imprescindible establecer una cuidadosa fusión de los mismos para crear una realidad homogénea en su diversidad. No se acerca Vidal a esta fusión y sus obras quedan en cierto modo desconectadas de sí mismas, precisando un replanteamiento de su concepto y realización.
Cuatro, una aventura en cuatro manos, que siempre hay que visitar y en la que se encontrará el concepto que más le plazca, pero que artísticamente aparece con el nombre de Albert Coma como la verdadera figura de la misma.
CUATRO.
Atendéis Caja Laietana. Hasta el 11 de Abril
Cuatro cogerá voladizo o no según el dominio de uno de los dos vectores del todo contradictorios que establecerán su potencia. Por un lado puede ser la existencia de una cierto equilibrio de contrarios que dará homogeneidad al conjunto. Por la otra, la presencia de un elemento destacable por encima el resto, siendo este el que marque criterio cualitativo y de aprecio.
Este segundo caso es el de la edición de este año en la que de menos además nos encontramos con una poco desarrollada apuesta orientalista por parte de la mataronina Teresa Vidal, el realismo paisajístico tradicional de Kiku Poch y la expresividad gestual de Irene Bou, quedando todos abrumados por la potencia creativa de la especial figuración del vigatà Albert Coma, con un conjunto expositivo de aquellos que dejan petge.
Albert Coma, dominador técnico de gran altura, juega con la aparente simplicidad del dibujo sobre tela y con la figura humana como protagonista. Con un trazo potente, un ritmo gestual continuado, nos ofrece unas obras que exudan bastante, dinamismo, sensualidad, que seducen a la mirada y que en un examen más remirado nos traen a la capacidad de los bonos artistas: la de que el conjunto de la obra parezca establecerse por sí misma, en una facilidad aparente que valora más encara el resultado del trabajo.
Ya sea en el gran mural políptic que domina el espacio, en la que la obra respira con más ligereza, como en el resto de piezas, en especial en una gran estructura cupular que nos permite un concepto circular solventat con toda destreza, la obra de Coma demuestra una solvencia creativa de gran nivel favorecida además, por el hecho de que el artista es poseedor de una elegancia casi renacentista que mujer más puntos todavía a un trabajo que tendría que merecer la atención de todo buen aficionado.
Irene Bou es una artista de claro concepto humanista . El hombre es su eterno protagonista, pero es el hombre traído a una situación en buena parte extrema. Un hombre débil, desesperanzado, agredido y agresor. Unos conceptos pero que a veces parecen impostados por una línea plástica volgudament moderna ( las referencias a Basquiat sueño obvias ) que a la vez está buscando un punto endulzado y decorativo. Una pintura de fuerza que a veces no parece del todo sincera limitando el global de una artista que precisa de una evidente depuración.
Kiku Poch es paisajista de raíz clásica, que tiene en la figuración, la luz y el color los elementos con los que construye y viste su obra, en la que se encuentra a gusto y en la que intenta profundizar en unos conceptos de siempre, vistos bajo la mirada de ahora mismo, pero con el firme convencimiento que la suya es una pintura que siempre tendrá un público fiel, al que se tiene que servir con honestidad y calidad.
La mataronina Teresa Vidal nos ofrece un trabajo de cariz orientalitzant no del todo exitoso. No acaba de entender que con toda la diversidad de conceptos que uno quiera, siempre será imprescindible establecer una cuidadosa fusión de los mismos para crear una realidad homogénea en su diversidad. No se acerca Vidal a esta fusión y sus obras quedan en cierto modo desconectadas de sí mismas, precisando un replanteamiento de su concepto y realización.
Cuatro, una aventura en cuatro manos, que siempre hay que visitar y en la que se encontrará el concepto que más le plazca, pero que artísticamente aparece con el nombre de Albert Coma como la verdadera figura de la misma.
CUATRO.
Atendéis Caja Laietana. Hasta el 11 de Abril