Nos ha dejado a los 74 años Ramon Hielo y Amat. Un hombre bueno, sencillo, sabio, conocedor del campesinado y de su entorno rural inmediato. Devoto de la tierra y de todo aquello que podía dar. Amante de la historia, de la natural y de la social. Tanto te daba razón de aquellos árboles de tal lugar, plantados por quién él sabía, como te hablaba de las masías, de sus propietarios y de sus habitantes.
Ameno narrador de hechos y gentes, siempre con el tono justo, la ponderación y el respeto para todo y para todos. Explicador objetivo del que había vivido, sin callar nada que considerara que se tenía que conocer. Para los recercadors del pasado (se digan historiadores o forofos) era una fuente fiable, detallada y objetiva. Hablaba con rigor, tocando de pies a tierra, sin ofender nadie, pero también señalando aquello que consideraba censurable.
Can Hielo es una masía antiquísima, documentada al archivo familiar desde hace muchos siglos. Los actuales propietarios todavía llevan el apellido de la casa, como los Guinart de Alfar y quizás nadie más en todo el término municipal de Dosrius. Can Hielo da nombre aun así a dos topónimos, la Sierra de en Hielo y los bosques de Can Hielo.
La familia ha sabido hacer la reconversión obligada por los tiempos en el mundo agrario, reconvirtiendo y modernizando la hacienda. La Granja Can Hielo cuenta actualmente con 250 vacas de leche. Se organizan visitas, entre divulgativas y de ocio, para escuelas y grupos, en una acertada simbiosis entre el sector primario y el terciario. Allí recibieron la consejera de Agricultura de la Generalitat el año pasado.
Ramon Hielo fue alabado en su funeral como una buena persona, de pueblo, enamorado de su Canyamars, y como quien siempre estaba cuando hacía falta, ayudando en iniciativas o proyectos, desde la modestia y sin darse importancia.
Hielo por parte de padre y Amat por la banda de la madre, hija de can Bruguera, otra masía histórica, arriba la cordillera entre Mataró y Canyamars. Había estudiado interno Bachillerato y Comercio a los Salesians de Mataró. Era un buen melómano, que había frecuentado conciertos y el Liceo, siguiendo la tradición familiar. Su ataúd entró al sueño del Ave Maria y fue despedido con los compases de Moonlight Serenade.[banner-AMP_5]
Se ha ido un labrador de pura cepa, un buen ciudadano y un referente para muchos. Sin duda la trayectoria de la familia y la vida del cortijo dan para más de un libro. Descanse en paz, Ramon Hielo.