La catedrática de Historia del Arte Rosa Alcoy resiguió ayer jueves, día 14, el itinerario de su padre, el pintor Eduard Alcoy. Fue en el marco del ciclo de conferencias de los 'Jueves a la Nave Gaudí', que organiza el Museo Bassat. Rosa Alcoy pronunció una conferencia titulada "Eduard Alcoy, pasaportes al arte (1930-1987)", en la cual repasó la trayectoria artística de su padre. Acompañada por un cuadro del artista de gran formato, titular "Imposible rehacer el paraíso"- cedido exclusivamente para la conferencia por Germán Bandrés, antiguo propietario de Sala Gaudí-, Rosa Alcoy explicó que su padre hizo un "viaje, un itinerario por el arte" en el que ofreció una obra con "una imagen propia, singular, característica y bastante reconocible".
Alcoy habló de la influencia de artistas tan dispares como Bosco, Velázquez, Goya, Chagall o Picasso en la obra de su padre, quién mostró una mirada muy singular sobre la realidad que lo rodeaba, especialmente a partir de los años cincuenta, cuando se acerca a un repertorio de temas donde abundan la imaginación y los personajes de cuentos, los titiriteros y los bailarines. Alcoy pasó por diferentes experiencias creativas –el estilo figurativo, el informalismo, la abstracción radical, una pintura de explosiones y de disolución de formas...- todas ellas parte de un mundo alcoyano en el que su interés por el arte en general y por las diferentes técnicas a su alcance se unió a una mirada crítica, a veces irónica, pero nunca carecida de poesía e interés por el ser humano.
Hacia el final de su vida, Alcoy mostró su preocupación por el paso del tiempo, que se vio reflejada en muchas obras en las que aparecían relojes junto con caballos y una serie de pinturas sobre los jinetes de la Apocalipsis. Eduard Alcoy, además, pintó también elementos como lunas, astros, demonios, limones... múltiples temas que crearon un discurso paralelo a la realidad más normalizada. A los años 80, cuando el pintor ya era enfermo, hizo una mirada retrospectiva sobre su propia obra, creando de nueve figuras muy poéticas, y volviendo a ser "el fabricante de sueños" que siempre había sido. Rosa Alcoy cerró su conferencia con una tela de pequeño formato denominada "Despedida", en la que se ve un rostro desdibujado "como el de aquel Alcoy que nos dice adiós y nos deja". La conferencia coincidió, precisamente, en el 25 aniversario de la muerte de Eduard Alcoy.
Alcoy habló de la influencia de artistas tan dispares como Bosco, Velázquez, Goya, Chagall o Picasso en la obra de su padre, quién mostró una mirada muy singular sobre la realidad que lo rodeaba, especialmente a partir de los años cincuenta, cuando se acerca a un repertorio de temas donde abundan la imaginación y los personajes de cuentos, los titiriteros y los bailarines. Alcoy pasó por diferentes experiencias creativas –el estilo figurativo, el informalismo, la abstracción radical, una pintura de explosiones y de disolución de formas...- todas ellas parte de un mundo alcoyano en el que su interés por el arte en general y por las diferentes técnicas a su alcance se unió a una mirada crítica, a veces irónica, pero nunca carecida de poesía e interés por el ser humano.
Hacia el final de su vida, Alcoy mostró su preocupación por el paso del tiempo, que se vio reflejada en muchas obras en las que aparecían relojes junto con caballos y una serie de pinturas sobre los jinetes de la Apocalipsis. Eduard Alcoy, además, pintó también elementos como lunas, astros, demonios, limones... múltiples temas que crearon un discurso paralelo a la realidad más normalizada. A los años 80, cuando el pintor ya era enfermo, hizo una mirada retrospectiva sobre su propia obra, creando de nueve figuras muy poéticas, y volviendo a ser "el fabricante de sueños" que siempre había sido. Rosa Alcoy cerró su conferencia con una tela de pequeño formato denominada "Despedida", en la que se ve un rostro desdibujado "como el de aquel Alcoy que nos dice adiós y nos deja". La conferencia coincidió, precisamente, en el 25 aniversario de la muerte de Eduard Alcoy.