Desde el amanecer hasta la medianoche y desde el primer petardo de Matinades hasta los tres últimos avisos de los Focs –los de baix a mar, se entiende– Mataró consumió ayer el ritual de su día central de Les Santes con la cantinela de quien se sabe la lección y no teme suspender la asignatura. El 27 es un día completo, para amarlo por encima de todas las cosas. Y este condicionante es importante en días que empiezan con mal pie por incidentes evitables que después acaban enturbiando la fiesta.
Tras la Nit Boja del viernes y la Tarda Guillada del sábado –con un refuerzo patente de personal, más público que se hace notar y todo más denso– no hacía falta ser un genio para imaginarse que un 27 en domingo seguiría el mismo patrón. Y dicho y hecho, todos los actos de la jornada más completa y pautada de la Fiesta Mayor de Les Santes notaron este incremento. Por suerte esto no va con entradas, porque se tendría que decir aquello de “todo el papel vendido”.
Les Matinades se celebraron con un notable recorte en petardos, lo que añadía trabajo a los grupos de voluntarios para recalcular cada cuánto encender la mecha para no quedarse sin munición. Donde más se notaba el tijeretazo era en Santa Maria, al final del acto –en un momento bello como pocos a lo largo de Les Santes– cuando los diferentes itinerarios confluyen. Fue parar las grallas y los petardos y comenzar la traca final aérea y las campanas. Después todos hacia la Misa, este año con Ministro (Urtasun) y Conseller (Dalmau) dando realce a la cita.
Cónclave en Santa Maria
Con tanto nivel congregado, desde el Cardenal Arzobispo a las dos autoridades de rango, la Misa sirvió para mostrar músculo con la interpretación de la Missa de Glòria y también una Basílica de Santa Maria llena a rebosar, para la que el Cardenal Omella pidió recursos, como queriendo aprovechar el ‘cónclave’ de tan alto nivel. La Missa de Les Santes, dirigida por segundo año por Gabriel Miralles, fue de estreno con algún cambio de papel como resultado del trabajo de actualización hecho este año. Entre los que tienen conocimiento y buen oído seguro que –también como siempre– habrá opiniones para todos los gustos. Que la Misa esté viva también va de eso.
El mediodía se completa con el ritual habitual, volviendo del Ofici y hasta una dormida del mediodía que se retrasa hasta el punto que el último bis de Robafaves coincide con las tres en punto de la tarde. Por la tarde otra vez la misma colección se dispone para una Passada que se alarga hasta las cuatro horas de duración. La razón principal, la invasión de gente que llena cada cruce e incluso calles donde durante años había muy poco público. Las comparsas son agradecidas y hay ganas de ser vistas y disfrutadas. Como curiosidad, la dormida es tan vespertina que –como en la Crida tardía del 25– las luces acaban encendidas y la oscuridad es evidente. Eso siendo 27 significa una cosa. Todos hacia abajo, a baix a mar.[banner-AMP_5]
La Tomàs nunca decepciona
La playa está llena como pocas veces cuando aún falta rato para las once. El palmo cuadrado de arena donde encajar el culo está muy buscado, pero siempre se acaba encontrando. Cuando ya han sonado un par de avisos, un momento surrealista. A alguien se le ocurre que es buena idea poner el Bequetero por esos altavoces tipo trompeta por donde cada día avisan que el socorrista ya se va a casa. Con el sonido que tienen los aparatos, el Bequetero parece sacado del NO-DO.
A las once en punto comienzan 17 minutos exactos de Focs que, en el transcurso de algo pautado como el ritual del día, los cronometradores consideran un minuto menos que los últimos años. Los Focs, como siempre, dan para opiniones diversas y es que todos llevamos dentro un entrenador de fútbol y un crítico pirotécnico. En todo caso se puede decir que la Pirotècnia Tomàs es como el algodón y no engaña. Cada 27 de julio, aunque no sea así –va con Concurso público y todo el rollo– desde la arena se considera que se han ganado la renovación. Y este año, otra vez.
Lo que comienza tras los Focs por toda la franja del Passeig Marítim es curioso. Tres jirafas con zancos, una especie de comparsa de caballos –también de mentira y artificiales, se entiende– o una charanga quieta y plantada, animando al público. Animación hay, lo que falta es luz. Una especie de penumbra lo va apagando todo. El 27 se acaba y volverá dentro de un año, para volver a hacerse amar por encima de todas las cosas.
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