Si uno fuera gandul, tan sólo le habría que hacer os del archivo, coger el escrito de cualquier de los últimos años, hacer retoque en el que corresponde a los nombres de los destacados, acentuar bastante más el sentido de bajada de la colectiva y quedaría del todo terminado el comentario que merece la tradicional muestra del Santo Rebrote que este jueves se inauguró a las sales d lo Atendéis Caja Laietana. Un Santo Rebrote que hay que decirlo ya de primeras y de manera muy fuerte y clara, es lo peor Santo Rebrote de los últimos años con una fuerte bajada al respecto de las anteriores ediciones.
122 artistas ( ?) respondieron al llamamiento de la Asociación dejando en las manos del jurado la eliminación del número de obras precisas para lograr la cifra de 90 marcada por las bases de la colectiva. Un llamamiento en la que cómo siempre el equilibrio entre presencias y ausencias está del todo descompensado, a la igual manera que en el que se refiere a estilos en los que el predominio absoluto de la línea figurativa y la escasa, para no decir nula presencia, de campos más actuales y alternativos, el que convierte la muestra casi en una fiesta de fin de curso de una academia artística con posibles y que por lo tanto no representa, ni mucho menos, la realidad artística local.
Una exposición de bajo nivel, mucho peor que en las últimos ediciones , no tan sólo por la calidad intrínseca de los participantes , hecho preocupante pero que uno podría esperar una mejora en otras ocasiones, más bien el que es mucho peor, por el hecho de que el análisis individual de las obras presentadas por cada uno de los participantes nos trae a la fácil conclusión que en una gran mayoría de la obra presentada, esta parece escogida al azar , casi cogiendo el primero que se tenía a mano, sin apostar en casi ningún caso - con las loables y salvadas excepciones - por una obra significativa, de aquellas de lucimiento y que denotan el poder del artista. Un gesto que marca claramente el poco aprecio del artista hacia la muestra , puesto que no quiere "quemar" en la misma un trabajo que pueda tener voladizo.
Estos dos elementos, especialmente el segundo, marcan el ritmo pausat y desencisat de la muestra, en la que es difícil encontrar, en diferencia otras ediciones, aquel nombre que te llama la atención por el desconocido del mismo, por su evolución positiva, por aquella chispa de novedad que ofreciera brillantez en el amortecido andar que significa la visita. Una visita en la que recomiendo mostrar especial atención en grabados y dibujos que generalmente capdisminuits ante el desmadre pictórico, logran ahora papel de privilegio por su cura y calidad.
Quizás por eso no hay que hacer este año ningún tipo de distinción específica. Sólo remarcar el apunte en los jóvenes artistas seleccionados, con una Núria Calsapeu que con su grabado remarca la sensibilidad que demuestra en sus joyas, un Marc Sala que arrecia el camino que mostraba en la edición anterior y que se confirma como un nombre a tener ya mucho en cuenta en la realidad escultórica de la ciudad. A ellos se añade el nombre de Ricardo Paragere, muy verde todavía, pero al que no se podía dejar de lado puesto que conformaba la única terna de artistas jóvenes seleccionables, fecha esfereïdora que remarca todavía más el carácter negativo de esta edición.
Un Santo Rebrote el de este año, absolutamente decepcionante, de muy flojo nivel, con muy poco a remarcar y que provoca una obligada y profunda reflexión a los organizadores si de verdad quieren que el Santo Rebrote siga siendo un punto clave en la temporada artística mataronina.
Un Santo Rebrote que de seguir así no tendrá que merecer ni siquiera el esfuerzo de la visita, y mucho menos cualquier apunte en forma de comentario o crítica, hecho que a buen seguro algunos agradecerían.
122 artistas ( ?) respondieron al llamamiento de la Asociación dejando en las manos del jurado la eliminación del número de obras precisas para lograr la cifra de 90 marcada por las bases de la colectiva. Un llamamiento en la que cómo siempre el equilibrio entre presencias y ausencias está del todo descompensado, a la igual manera que en el que se refiere a estilos en los que el predominio absoluto de la línea figurativa y la escasa, para no decir nula presencia, de campos más actuales y alternativos, el que convierte la muestra casi en una fiesta de fin de curso de una academia artística con posibles y que por lo tanto no representa, ni mucho menos, la realidad artística local.
Una exposición de bajo nivel, mucho peor que en las últimos ediciones , no tan sólo por la calidad intrínseca de los participantes , hecho preocupante pero que uno podría esperar una mejora en otras ocasiones, más bien el que es mucho peor, por el hecho de que el análisis individual de las obras presentadas por cada uno de los participantes nos trae a la fácil conclusión que en una gran mayoría de la obra presentada, esta parece escogida al azar , casi cogiendo el primero que se tenía a mano, sin apostar en casi ningún caso - con las loables y salvadas excepciones - por una obra significativa, de aquellas de lucimiento y que denotan el poder del artista. Un gesto que marca claramente el poco aprecio del artista hacia la muestra , puesto que no quiere "quemar" en la misma un trabajo que pueda tener voladizo.
Estos dos elementos, especialmente el segundo, marcan el ritmo pausat y desencisat de la muestra, en la que es difícil encontrar, en diferencia otras ediciones, aquel nombre que te llama la atención por el desconocido del mismo, por su evolución positiva, por aquella chispa de novedad que ofreciera brillantez en el amortecido andar que significa la visita. Una visita en la que recomiendo mostrar especial atención en grabados y dibujos que generalmente capdisminuits ante el desmadre pictórico, logran ahora papel de privilegio por su cura y calidad.
Quizás por eso no hay que hacer este año ningún tipo de distinción específica. Sólo remarcar el apunte en los jóvenes artistas seleccionados, con una Núria Calsapeu que con su grabado remarca la sensibilidad que demuestra en sus joyas, un Marc Sala que arrecia el camino que mostraba en la edición anterior y que se confirma como un nombre a tener ya mucho en cuenta en la realidad escultórica de la ciudad. A ellos se añade el nombre de Ricardo Paragere, muy verde todavía, pero al que no se podía dejar de lado puesto que conformaba la única terna de artistas jóvenes seleccionables, fecha esfereïdora que remarca todavía más el carácter negativo de esta edición.
Un Santo Rebrote el de este año, absolutamente decepcionante, de muy flojo nivel, con muy poco a remarcar y que provoca una obligada y profunda reflexión a los organizadores si de verdad quieren que el Santo Rebrote siga siendo un punto clave en la temporada artística mataronina.
Un Santo Rebrote que de seguir así no tendrá que merecer ni siquiera el esfuerzo de la visita, y mucho menos cualquier apunte en forma de comentario o crítica, hecho que a buen seguro algunos agradecerían.