El calendario es soberano y en Mataró los días han dejado de conocerse por su número y vuelven a ser un miércoles cualquiera. Les Santes 2025 ya son historia y solo queda la huella que dejan en la ciudad y sus calles –que habrá que limpiar–, y el cansancio y la resaca corporal de quienes las han exprimido al máximo. Se ha acabado la excepción y toca volver a la norma, con un agosto pesado y perezoso –tal como cantaban Els Pets– a punto de imponerse y la diáspora vacacional empezando a hacerse evidente. El ayer del hoy, sin embargo, todavía era todo lo contrario y el 29 dejó un regusto tan contrastado que llamarlo con el típico adjetivo agridulce probablemente se quede corto.
Todo el 29 es una despedida prolongada, como la de los enamorados que alargan una llamada o una cita porque ninguno quiere ser quien cuelgue. Por la mañana, el Vermut de Bastons tiene cada vez más seguidores y es de agradecer que las dos colles y los tres grupos de flabiolaires lo sigan haciendo y mejorando, junto con las bodegas y negocios que –precisamente– cumplen con el nombre de vermut demostrando que todavía se puede creer en lo pequeño, detallista y agradecido.
Agradecida lo es, y mucho, la tarde. Pero de pequeña no tiene nada. El gran acto del 29 es un Anem a Tancar que ya se ha convertido en un pasacalle a la altura de la Passada en cuanto a ocupación de las calles. ¡Qué despedida la de las figuras! Más de dos horas para ir del Ayuntamiento a Can Marfà hablan por sí solas del despliegue espectacular de gente que genera el acto, precedido por otra hora en la que todo el que puede –y el tiempo se lo permite– prueba qué es eso de ser los pies de una figura. Un ejercicio sencillo pero poderoso que genera colas, interés y emociones en el público, y no solo en los niños. También está muy bien.
La llegada a Can Marfà se ralentiza al girar por la Calle Colón, cuando la inminencia de la despedida es tan cercana que las figuras no quieren dejar de bailar. Lo que antes era llegar y cerrar, además, ya hace tiempo que ha escalado a un ceremonial casi de dormida fuera de lugar, con bailes de despedida en el mismo orden –de Diablesses a Robafaves– que todo el mundo sabe recitar de memoria. Una traca hace resonar la fábrica cuando todo termina y, con seguridad, hacia el anochecer y sin nadie en la zona, podemos imaginarnos las letras de neón de Les Santes sobre el edificio fabril oscurecido tal y como muestra el cartel que a esta hora está a punto de caducar, como la fiesta.
Tres aprobados con nota y un suspenso clamoroso
Tres aprobados con nota y un suspenso clamoroso
Cuando la oscuridad nos dice que el 29 se escurre entre los dedos, en la Llar Cabanelles se celebra el cierre de lo que ha sido la gran noticia del año –el espacio y su aprovechamiento y disfrute popular dentro del programa– con un concierto sensacional. 11 años después de haberse unido por primera vez, Pep Gimeno Botifarra y la Agrupació Musical del Maresme nos enseñan que desde entonces incluso han mejorado. El concierto que hacen es estelar y llena a rebosar un espacio grandioso. Mucha, muchísima gente afina el oído con las ocurrencias siempre divertidas del cantante de Xàtiva mientras abren los ojos para no perder detalle de los más de 60 músicos de rojo en el escenario. El combo es fabuloso y el concierto, para enmarcar. Una demostración de lo que también debe ser la programación musical de unas Santes con ideas claras. ¡Qué delicia de concierto!
No son pocos los que salen de Cabanelles con paso más que ligero para llegar a tiempo a la Tronada. En el Parc Nou la multitud es espectacular justo a medianoche, cuando empieza el espectáculo pirotécnico de exaltación del trueno, el aviso ensordecedor de que el 29 cambia a 30 igual que la carroza del cuento se convierte en calabaza.[banner-AMP_5]
La Pirotecnia Tomás se recrea. Introduce colores en los truenos y no escatima ni uno solo de los euros del concurso ganado para seguir afianzando año tras año su persistencia como empresa de referencia en la capital del Maresme. La mascletà al estilo mataroní es un éxito y la ovación de miles y miles de personas en el Parc Nou, de las que marcan época.[banner-AMP_6]
Justo cuando uno va lanzado después de dos aciertos seguidos, el del concierto y la Tronada, topa con una realidad palmaria. En el Espetec Final –nombre propio de fiesta, que las denominaciones nunca son genéricas– nos lo han arrugado hasta dejarlo irreconocible. La explanada del Parc Nou queda inmensa y el público va desinflándose mientras en el escenario hay una orquesta que –dicen– da su primer concierto, y otra que podría estar firmando el último. No hace falta ir de punta en blanco ni ser público exigente del Liceu para valorar orquestas de baile, pero lo vivido en el Parc Central Nou con poquísima gente y casi desertando del todo en el último baile es una imagen triste. Ni fuerzas para echar de menos montañas de sillas dejaba la estampa.[banner-AMP_7]
Al Espetec Final más paupérrimo en años le falta todo el público joven que a esa hora llena la Plaça de Santa Anna con los conciertos de Marrinxa que –es evidente– le ha ganado la partida por completo al baile canónico de orquesta de toda la vida. Solo a eso de las cinco y media buena parte de este público regresa, como practicando unos primeros auxilios al Espetec Final, lo llenan al final como edulcorando y terminan siguiendo a Los Labradores Camí de la Geganta arriba y Riera abajo hasta Santa Anna. Marrinxa se ha apuntado pues a las tres buenas notas que cierran la noche del 29 mientras que el suspenso del Espetec tiene tantas causas y razones que convendrá estudiar tanto como se pueda para lograr una recuperación oportuna. Eso sí, dentro de un año. Les Santes 2025 ya tienen el telón bien abajo.[banner-AMP_8]
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