Cada lunes el alcalde, Joan Majó, y los hombres fuertes del PSC mataroní del momento Ramon Manent, Manuel Mas y Carles Mantiene comían al restaurante Santo Bernat. Hacían «la cocina» de la reunión de gobierno que mantenían a las siete de la tarde con los socios del PSUC y CiU. El 23 de febrero de 1981 no fue una excepción. Además aquel día había un polémico tema sobre la mesa: un proyecto de descentralización administrativa del Ayuntamiento, sobre la cual el PSC y el PSUC tenían visiones contrapuestas. A mí no me cogió desprevenido, me lo temía por el que se podía leer a los diarios del antiguo régimen como El Alcázar los últimos días, asegura Lluís Fernàndez, ninguno de filas del PSUC en aquel momento.
Pero la tarde los reservaba sorprendidas. A las seis y media, cuando algunos de los regidores ya eran a Sala de los Leones, el alcalde Majó fue alertado por su secretario, Josep Fradera, y por varias llamadas que en Madrid unos militares habían irrumpido en el Congreso de los Diputados. había un golpe de estado. Majó entró a la sala, lo comunicó a los regidores y, pasado un primer momento de estupefacción, se instaló una radio en la sala escuchaban la SER y enseguida se entabló una discusión sobre el papel que había que asumir en aquellas circunstancias. El antagonisme entre PSC y PSUC se hizo evidente de nuevo. Mientras que los comunistas creían que había que movilizar la población e informarla, el resto de partidos presentes a la reunión PSC, CiU, Centristas de Cataluña-UCD y ERC, que no tenía representación en el Ayuntamiento preferían esperar.
Paralelamente había que ver qué postura tomaban las fuerzas policiales. Según relató la revista El Maresme, a las siete y cuarto el alcalde Majó se desplazó con la cabeza de la Policía Municipal, Rafael Mateos, al quarter de la Guardia Civil. Allá se entrevistó con el capitán de la fuerza, que le manifestó que estaban en estado de alerta esperando órdenes. La conversación se alargó y en el Ayuntamiento empezaron a sufrir por el retraso de Majó y porque Radio Nacional había empezado a emitir música militar. "Cuando volvió relata el exalcalde Manuel Mas, entonces regidor de Hacienda, quedamos garratibats con la respuesta que nos traía: Están esperando órdenes''. Carai! Qué? Podían ser en todos sentidos. La Guardia Civil tomó una actitud beligerante, entendimos que si tenían que salir a la calle lo harían. Se ve que los hicieron formar en el patio con las metralletas y todo", recuerda Fernàndez.
En el bando civil había también quién pensaba en las armas: un grupo de anarquistas se presentó en el Ayuntamiento y se puso a disposición de los regidores del PSUC por si había que restablecer la orden anunciando que podían conseguir escopetas. Fue uno de los momentos más kafkians. Por si fuera poco, Fernàndez recuerda que Paco López (CC-UCD) le dijo que su vida podía correr peligro de muerto y que se fuera de la ciudad enseguida.
Pendientes de la radio
Los regidores continuaron reunidos, «colgados» de la radio, mientras la gente se empezaba a concentrar ante el Ayuntamiento. El seguimiento de los acontecimientos lo hacían también con un pequeño televisor que Majó tenía al despacho, por donde vieron como los tanques circulaban por Valencia. Justamente camino de esta ciudad se encontraba la cabeza de filas de CiU del momento, Ramon Pla, de viaje de negocios: «Al entrar en Valencia [...] me encontré con todo el despliegue de fuerzas. Afortunadamente [...] pudimos volver hacia Alicante donde la tranquilidad era absoluta», dijo en El Maresme.
La idea que había que informar la población seguía debatiéndose y Majó y Fernàndez intentaron dirigirse a la población a través de Radio Mataró, pero la dirección de la emisora se negó. El PSUC -Fernàndez y el actual consejero Salvador Milà- propuso entonces salir con coches de la policía con megáfonos, pero Majó lo descartó para no comenzar una dinámica "acción-reacción". "Cómo que no tienes armas, el que tienes que usar es la inteligencia", razona Ramon Manent. Los comunistas también querían convocar un pleno extraordinario, pero este no se acabó haciendo hasta el día siguiente por la tarde. Tampoco se aceptó su idea de convocar una manifestación por el día siguiente del golpe.
La confusión era total y, de hecho, cuando se supieron que el general Armada tomaba cartas en el asunto sin entender que era uno de los golpistas Mas recuerda que Joan Majó respiró: «Esto ya está arreglado; este es de confianza», dijo. El día siguiente se sabría la verdad. Mientras tanto, se empezaron a suceder reuniones, una última del otro. Algunos elementos del PSUC cómo Antonio Rodriguez y Lluís Fernández, por ejemplo, se reunieron con gente de CCOO a la sala de Plenos.
También por el televisor, a la una y pocos minutos de la madrugada, los regidores vieron el discurso del rey. Esto va tranquillitzar la mayoría, que se fue a dormir. El día siguiente también supimos que tampoco entonces estaba, pero bien, aquel discurso fue el que hizo que todo se acabara, apunta Mas.
De todos modos, se decidió dejar un equipo de guardia formado por Ramon Manent (PSC), Antoni Quadras (PSUC) y Fermín Fernàndez (PSC), que llegó de casa suya con un termo de café y una botella de coñac. Por su parte, los comunistas Antoni Segarra, Manuel Molina y Lluís Fernàndez iban yendo entrante y saliente. No durmieron en toda la noche. El día siguiente, cuando los regidores marcharon del Ayuntamiento entre las ocho y las ocho y cuarto de la mañana -cuando entraban los funcionarios-, el golpe estaba a punto de fracasar.
"Fue una situación muy confusa pero yo no tuve una sensación de peligro real, quizás porque lo viví en primera persona", recuerda Ramon Manent, que apunta que en Mataró la extrema derecha no tuvo ningún tipo de papel en el golpe, como fue el caso de Santa Paloma de Gramanet. El exregidor cree que el golpe en realidad fue una "vacuna" porque no hubieran más y que la demostración más palpable es la aplastant victoria socialista de octubre del 82. Lluís Fernàndez, en cambio, dice que se dio cuenta de la importancia del que podía haber pasado con el paso del tiempo: "Ahora me doy cuenta que realmente iba seriamente, asegura.
Pero la tarde los reservaba sorprendidas. A las seis y media, cuando algunos de los regidores ya eran a Sala de los Leones, el alcalde Majó fue alertado por su secretario, Josep Fradera, y por varias llamadas que en Madrid unos militares habían irrumpido en el Congreso de los Diputados. había un golpe de estado. Majó entró a la sala, lo comunicó a los regidores y, pasado un primer momento de estupefacción, se instaló una radio en la sala escuchaban la SER y enseguida se entabló una discusión sobre el papel que había que asumir en aquellas circunstancias. El antagonisme entre PSC y PSUC se hizo evidente de nuevo. Mientras que los comunistas creían que había que movilizar la población e informarla, el resto de partidos presentes a la reunión PSC, CiU, Centristas de Cataluña-UCD y ERC, que no tenía representación en el Ayuntamiento preferían esperar.
Paralelamente había que ver qué postura tomaban las fuerzas policiales. Según relató la revista El Maresme, a las siete y cuarto el alcalde Majó se desplazó con la cabeza de la Policía Municipal, Rafael Mateos, al quarter de la Guardia Civil. Allá se entrevistó con el capitán de la fuerza, que le manifestó que estaban en estado de alerta esperando órdenes. La conversación se alargó y en el Ayuntamiento empezaron a sufrir por el retraso de Majó y porque Radio Nacional había empezado a emitir música militar. "Cuando volvió relata el exalcalde Manuel Mas, entonces regidor de Hacienda, quedamos garratibats con la respuesta que nos traía: Están esperando órdenes''. Carai! Qué? Podían ser en todos sentidos. La Guardia Civil tomó una actitud beligerante, entendimos que si tenían que salir a la calle lo harían. Se ve que los hicieron formar en el patio con las metralletas y todo", recuerda Fernàndez.
En el bando civil había también quién pensaba en las armas: un grupo de anarquistas se presentó en el Ayuntamiento y se puso a disposición de los regidores del PSUC por si había que restablecer la orden anunciando que podían conseguir escopetas. Fue uno de los momentos más kafkians. Por si fuera poco, Fernàndez recuerda que Paco López (CC-UCD) le dijo que su vida podía correr peligro de muerto y que se fuera de la ciudad enseguida.
Pendientes de la radio
Los regidores continuaron reunidos, «colgados» de la radio, mientras la gente se empezaba a concentrar ante el Ayuntamiento. El seguimiento de los acontecimientos lo hacían también con un pequeño televisor que Majó tenía al despacho, por donde vieron como los tanques circulaban por Valencia. Justamente camino de esta ciudad se encontraba la cabeza de filas de CiU del momento, Ramon Pla, de viaje de negocios: «Al entrar en Valencia [...] me encontré con todo el despliegue de fuerzas. Afortunadamente [...] pudimos volver hacia Alicante donde la tranquilidad era absoluta», dijo en El Maresme.
La idea que había que informar la población seguía debatiéndose y Majó y Fernàndez intentaron dirigirse a la población a través de Radio Mataró, pero la dirección de la emisora se negó. El PSUC -Fernàndez y el actual consejero Salvador Milà- propuso entonces salir con coches de la policía con megáfonos, pero Majó lo descartó para no comenzar una dinámica "acción-reacción". "Cómo que no tienes armas, el que tienes que usar es la inteligencia", razona Ramon Manent. Los comunistas también querían convocar un pleno extraordinario, pero este no se acabó haciendo hasta el día siguiente por la tarde. Tampoco se aceptó su idea de convocar una manifestación por el día siguiente del golpe.
La confusión era total y, de hecho, cuando se supieron que el general Armada tomaba cartas en el asunto sin entender que era uno de los golpistas Mas recuerda que Joan Majó respiró: «Esto ya está arreglado; este es de confianza», dijo. El día siguiente se sabría la verdad. Mientras tanto, se empezaron a suceder reuniones, una última del otro. Algunos elementos del PSUC cómo Antonio Rodriguez y Lluís Fernández, por ejemplo, se reunieron con gente de CCOO a la sala de Plenos.
También por el televisor, a la una y pocos minutos de la madrugada, los regidores vieron el discurso del rey. Esto va tranquillitzar la mayoría, que se fue a dormir. El día siguiente también supimos que tampoco entonces estaba, pero bien, aquel discurso fue el que hizo que todo se acabara, apunta Mas.
De todos modos, se decidió dejar un equipo de guardia formado por Ramon Manent (PSC), Antoni Quadras (PSUC) y Fermín Fernàndez (PSC), que llegó de casa suya con un termo de café y una botella de coñac. Por su parte, los comunistas Antoni Segarra, Manuel Molina y Lluís Fernàndez iban yendo entrante y saliente. No durmieron en toda la noche. El día siguiente, cuando los regidores marcharon del Ayuntamiento entre las ocho y las ocho y cuarto de la mañana -cuando entraban los funcionarios-, el golpe estaba a punto de fracasar.
"Fue una situación muy confusa pero yo no tuve una sensación de peligro real, quizás porque lo viví en primera persona", recuerda Ramon Manent, que apunta que en Mataró la extrema derecha no tuvo ningún tipo de papel en el golpe, como fue el caso de Santa Paloma de Gramanet. El exregidor cree que el golpe en realidad fue una "vacuna" porque no hubieran más y que la demostración más palpable es la aplastant victoria socialista de octubre del 82. Lluís Fernàndez, en cambio, dice que se dio cuenta de la importancia del que podía haber pasado con el paso del tiempo: "Ahora me doy cuenta que realmente iba seriamente, asegura.