Este martes por la mañana El Dado Café Cultural ha anunciado que cierra después de cuatro años. Un espacio que programaba conciertos, exposiciones, obras de teatro, magia, actuaciones de monologuistas y tastets gastronómicos, entre otros. Hereu del histórico Arcadia Café Cultural, El Dado ha sido una pequeña llama dentro del precario ambiente cultural del centro de la capital maresmenca.
El centro histórico de Mataró puede contar con los dedos de una mano los espacios de ideas en un sentido amplio que desde la iniciativa privada se salen adelante: el Fomento, El Público o el Callejón sin salida son tres ejemplos. Muy diferentes, pero a la vegada muy complementarios. Es evidente que salir adelante un proyecto cultural al casco antiguo de una ciudad mediana catalana hoy en día es una heroicidad. Por dos principales motivos.
El primero, la idiosincràcia de la cultura de autor (la que florece al margen de las grandes discográficas, de los grandes grupos editoriales, la que apuesta por músicos, compañías, poetas o propuestas culturales que arriesgan, aparecen de nuevo o simplemente, quedan relegadas fuera del que mal denominamos "interés general"). Esta cultura de autor a menudo hace muy complicado que salgan los números. No estamos hablando de hamburguesas del Frankfurt's. Ni de smartphones de Phone House. Ni de americanas del Pull&Bear. Hablamos de la imprescindible cultura que ayuda a preguntarse y a construir relatos más allá de los más populares, televisivos y comerciales. Y esto da poco dinero. Siempre ha sido así.
El segundo motivo es mucho más sencillo. Un proyecto cultural es movimiento. Es ruido. Es gente entrante y saliente. Es intercambio, diálogos, recitales, monólogos, melodías, aplausos. Es vida. Es, puntualmente, alargar algún anochecer. Y a menudo, con un sentido estricto de las ordenanzas de civismo municipales, la vida cultural pasa a ser objeto a fiscalizar con celo. Y esto trae problemas. Siempre ha sido así.
En Mataró el gobierno municipal de Convergència i Unió tiene un deber imprescindible: velar porque el centro de la capital del Maresme no continúe sufriendo una desertización cultural. A las puertas del verano cerraba La Rambla Cultural. Ahora le toca el turno al Dado. Y cierran por motivos muy diversos (económicos, de gestión o por fines de ciclo). Pero a los hechos me remito: estamos perdiendo capitalidad cultural.
Nuestro alcalde Joan Mora repite a menudo que la concertación público-privada es la línea que quiere fomentar. Hoy por hoy, esto no está siendo así. Hay que concertar la cultura, hace falta coprogramar actividades, hay que fomentar voluntades entre tenderos, programadores culturales y ciudadanos, hay que agilizar trámites burocráticos. Hace falta, sobre todo, mediar con los vecinos. Desde la legalidad absoluta. Pero teniendo presente que la cultura es una cosa demasiado importante para dejarla sólo en manso de las ordenanzas. Si hay proyectos culturales desde la iniciativa privada que apuestan por nuestra ciudad y su eje urbano, hace falta la absoluta complicidad y solidaridad de nuestros gobernantes.
Cultura es capitalidad y oportunidad. También es industria cultural y puestos de trabajo con valor añadido. Y evidentemente, cultura es lengua e identidad. Tenemos una mala noticia por la cultura de mi ciudad. Si los agentes culturales del centro de la ciudad y el gobierno municipal estiércol los deberes, las malas noticias dejarán a buenas. estoy convencido.
El centro histórico de Mataró puede contar con los dedos de una mano los espacios de ideas en un sentido amplio que desde la iniciativa privada se salen adelante: el Fomento, El Público o el Callejón sin salida son tres ejemplos. Muy diferentes, pero a la vegada muy complementarios. Es evidente que salir adelante un proyecto cultural al casco antiguo de una ciudad mediana catalana hoy en día es una heroicidad. Por dos principales motivos.
El primero, la idiosincràcia de la cultura de autor (la que florece al margen de las grandes discográficas, de los grandes grupos editoriales, la que apuesta por músicos, compañías, poetas o propuestas culturales que arriesgan, aparecen de nuevo o simplemente, quedan relegadas fuera del que mal denominamos "interés general"). Esta cultura de autor a menudo hace muy complicado que salgan los números. No estamos hablando de hamburguesas del Frankfurt's. Ni de smartphones de Phone House. Ni de americanas del Pull&Bear. Hablamos de la imprescindible cultura que ayuda a preguntarse y a construir relatos más allá de los más populares, televisivos y comerciales. Y esto da poco dinero. Siempre ha sido así.
El segundo motivo es mucho más sencillo. Un proyecto cultural es movimiento. Es ruido. Es gente entrante y saliente. Es intercambio, diálogos, recitales, monólogos, melodías, aplausos. Es vida. Es, puntualmente, alargar algún anochecer. Y a menudo, con un sentido estricto de las ordenanzas de civismo municipales, la vida cultural pasa a ser objeto a fiscalizar con celo. Y esto trae problemas. Siempre ha sido así.
En Mataró el gobierno municipal de Convergència i Unió tiene un deber imprescindible: velar porque el centro de la capital del Maresme no continúe sufriendo una desertización cultural. A las puertas del verano cerraba La Rambla Cultural. Ahora le toca el turno al Dado. Y cierran por motivos muy diversos (económicos, de gestión o por fines de ciclo). Pero a los hechos me remito: estamos perdiendo capitalidad cultural.
Nuestro alcalde Joan Mora repite a menudo que la concertación público-privada es la línea que quiere fomentar. Hoy por hoy, esto no está siendo así. Hay que concertar la cultura, hace falta coprogramar actividades, hay que fomentar voluntades entre tenderos, programadores culturales y ciudadanos, hay que agilizar trámites burocráticos. Hace falta, sobre todo, mediar con los vecinos. Desde la legalidad absoluta. Pero teniendo presente que la cultura es una cosa demasiado importante para dejarla sólo en manso de las ordenanzas. Si hay proyectos culturales desde la iniciativa privada que apuestan por nuestra ciudad y su eje urbano, hace falta la absoluta complicidad y solidaridad de nuestros gobernantes.
Cultura es capitalidad y oportunidad. También es industria cultural y puestos de trabajo con valor añadido. Y evidentemente, cultura es lengua e identidad. Tenemos una mala noticia por la cultura de mi ciudad. Si los agentes culturales del centro de la ciudad y el gobierno municipal estiércol los deberes, las malas noticias dejarán a buenas. estoy convencido.