La actual vida cotidiana y la multitud de estímulos e informaciones dificulta la percepción del funcionamiento continuo de los ciclos naturales. Parando la oreja a las oleadas, cualquier día de playa, el latido continuo, seguido y persistente del mar y la arena nos puede hacer percibir la inmensidad de la fuerza del agua arrastrando y moliendo arenas, sedimentos, aluviones de remotos o muy cercanos territorios.
Sabiendo que las playas del Maresme sufren décadas de regresión, quizás el verano y las vacaciones -por aquellos que las disfrutan- es un buen momento de percibir la magnitud del frágil sistema de nuestras playas.
Las dinámicas que sustentan esta fragilidad son, por un lado, las aportaciones de aguas y sedimentos de las cuencas hidrológicas (en nuestro caso la Tordera y las rieras) con uno, más o menos errático, arrastre por parte de las corrientes marinas. Arrastre que ha sido modificado por la ubicación de puertos y espigones y que ha acumulado, a levante de los obstáculos artificiales, grandes bancos de arenas mientras, a ponente, las playas han desaparecido. En segundo término, la explotación insostenible de los acuíferos de la Tordera y la ocupación, canalización y soterramiento de rieras con el actual modelo económico, han implicado una disminución considerable de la aportación de sedimentos y, como consecuencia, de la superficie estable de playas. Sin olvidar la precariedad de las praderas de posidonia menguando su efecto estabilizador del suelo marino.
Ciertamente, pero, hay dos factores importantes menos perceptibles.
En la dimensión del pasado histórico, al siglo XX, se ha producido la extensión urbana y de las infraestructuras -especialmente el tren- en detrimento de la línea de la costa y un abandono agrícola de las montañas -que ha implicado el crecimiento de la demasiada boscosa y la disminución de suelos erosionables.
Y en una dimensión de prospectiva histórica, las previsiones de la subida de los niveles de las aguas a las costas de la Mediterránea, debido al cambio climático.
Al fin y al cabo, dimensiones del funcionamiento continuo de los ciclos naturales que han sido fuertemente alteradas por un modelo de crecimiento -depredador de los recursos- que parece desconocer el tope de sus límites.
De esta compleja casuística podríamos deducir una muy compleja solución. Incluso una cierta modestia humana ante la magnitud de la hipoteca territorial que dejamos a las generaciones futuras, inmersa, por otro lado, en el ancho horizonte de un mar de fondo de incertidumbres ambientales y sociales. Ante décadas de naufragio permanente en la gestión de la crisis de las playas, cuál podría ser la nueva singladura? Desde el tecnoptimisme podemos continuar dragant los sorrals submarinos y hacer playas artificiales a nuestro capricho sin alterar los sistemas naturales? O podemos, por el contrario, asumir la complejidad del problema y pararnos a reflexionar -al lado del mar- soluciones equilibradoras, de reconciliación con los sistemas naturales? hablamos en un próximo artículo.[banner-AMP_5]