Los caminos de ronda tienen un encanto especial, sobre todo en verano, cuando se convierten en refugios frescos para pasear junto al mar. Trazados que serpentean entre acantilados, calas y bosques mediterráneos, ofrecen una combinación perfecta de naturaleza, historia y panorámicas únicas del litoral. Con la brisa marina como compañera constante y el azul intenso del mar como telón de fondo, estos senderos son ideales para disfrutar de caminatas agradables y descubrir rincones que a menudo pasan desapercibidos. Son espacios donde el tiempo parece detenerse y donde cada paso revela una nueva postal de la costa catalana.
Entre los caminos de ronda más impresionantes de la costa catalana, el tramo que une Calella con Sant Pol de Mar destaca como una verdadera joya del Maresme. Este recorrido, que sigue el perfil del litoral, no solo ofrece unas vistas espectaculares del Mediterráneo, sino que te lleva por rincones casi desconocidos, como la Cala d’en Pere, una pequeña playa escondida entre rocas y pinos que parece resistir el paso del tiempo y la masificación turística.
Este sendero tiene un origen histórico: fue trazado en el siglo XIX para controlar la costa y prevenir el contrabando. Durante décadas, pescadores, contrabandistas y la Guardia Civil lo recorrieron por razones muy distintas. Hoy, sin embargo, el camino se ha convertido en un paseo tranquilo para senderistas, amantes del mar y fotógrafos de paisajes.

La ruta comienza en Calella, junto a la estación de tren. Tras cruzar las vías, el camino se abre paso entre el paseo marítimo, el bosque mediterráneo y tramos asfaltados, siempre con el mar como telón de fondo. Uno de los primeros puntos de interés es el monumento a la sardana, símbolo de la cultura catalana. Más adelante, el Faro de Calella se alza imponente sobre los acantilados. Allí mismo, se encuentra el Centro de Interpretación del Faro, un pequeño museo que explica con detalle el papel histórico de estas construcciones en la navegación.
Durante el recorrido, el visitante descubrirá calas de aguas cristalinas como la Cala Vinyeta, la Cala Roca Grossa o la ya mencionada Cala d’en Pere. Esta última, aislada y discreta, es uno de los secretos mejor guardados de la zona. El camino culmina en Sant Pol de Mar, uno de los pueblos más encantadores del Maresme, con sus casitas blancas, calles empedradas y una playa que parece sacada de una postal.
Con un trazado accesible y una riqueza paisajística y patrimonial inigualable, este camino de ronda no solo es el más espectacular del Maresme, sino también un viaje a través del tiempo y la naturaleza más auténtica de la costa catalana.
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