Flauta de mojito y manzana
Flauta de mojito y manzana

Judith Vives

'Al Hierva no hay nada convencional, es otra experiencia'

Dos mataronins comparten sus impresiones sobre el restaurante lo Hierva, de Ferran Adrià, que ha comenzar su última temporada

Lo Hierva de Ferran Adrià ha iniciado este mes de enero la que será su última temporada como restaurante antes de convertirse en una fundación de creatividad culinaria. Este última temporada servirá para despedir los clientes de toda la vida del restaurante, unos 7000 afortunados que tienen mesa reservada y que serán los últimos al probar las creaciones del prestigioso cocinero catalán. Dos mataronins que consiguieron una reserva para la temporada 2010 del Hierva relatan su experiencia a Renacuajo.

Jaume Montserrat y Eva Zaragoza tardaron tres años al conseguir mesa. Las reservas se hacen para un mismo año y sólo se pueden solicitar durante unos días de enero. Las dos primeras veces no tuvieron suerte. Pero al 2010, Eva y en Jaume se proponían celebrar su décimo aniversario de bodas haciendo "algo especial". "Los enviamos el correo explicando que hacíamos diez años de casados, no sé si fue por eso pero en marzo nos dijeron que nos daban mesa", explican. La espera, aseguran, los valió la pena. No sólo la oportunidad de degustar los platos que han hecho de Ferran Adrià uno de los chefs más importantes de mundo. También el lugar, la preciosa cala Montjoi de Roses, y la ceremonia que acompaña los platos, hacen de la cena a Lo Hierva una experiencia única. Los sorprendió que, sólo entrar, los van puerta a la cocina "donde nos encontramos en Ferran Adrià de cara". Allá mismo los explicaron quetrabajan aproximadamente 50 personas, una por cada uno de los 50 comensales del restaurante, personal al cual hay que añadir los camareros y responsables de sala. A la cocina, estos dos mataronins se fijaron en los "aparatos extraños" como por ejemplo la bañera de nitrógeno o una máquina de hacer algodón como las de la feria. "Noves sartenes y fogones como en una cocina normal", explican, destacando también el silencio en que se trabaja todo el equipo del famoso cocinero.

Ya a la mesa, Eva y en Jaume pudieron probar los 38 platos del menú degustación que los habían preparado expresamente para ellos, teniendo en cuenta posibles alergias o gustos personales sobre los cuales ya los habían consultado previamente. "Parecen tapas de degustación, pero acabas tan tip que yo no fui capaz de probar todos los postres", dice en Jaume. La cena se alargó durante más de cuatro horas. Cada cata se sirve con una presentación concreta y un plato diferente, a la temperatura adecuada y con unas instrucciones para ser degustado. "Nada crema ni nada se ha enfriado, todo está pensar para ser comido en el momento que te lo traen y si lo dejas un momento se echa a perder", explica Eva. Entre los platos más curiosos que pudieron degustar destacan la bola de queso gorgonzola congelada; "el bocadillo" de mojito, que se fundía sólo ponerlo a la boca; la esponja de coco con aspecto de esponja natural; los ravioli acompañados de una rama de pino; la combinación de caviar real con un "falso" caviar de almendras... y así hasta los 38 platos del servicio que culminan con la "caja", llena de bombones de todo tipo. El balance, para estos dos mataronins, es más que satisfactorio. "No es con sólo que la comida sea buena, también es la presentación, la textura, el equilibrio de todos los ingredientes, la temperatura exacta, que hace que no sea una cena convencional. Es otra experiencia", concluyen.

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